[Por el Profeta Muhammad]
[Traducido por John Andrew Morrow en 2013]
[Traducción del inglés al castellano por Héctor Manzolillo - 2014]
[Exordium]
En el Nombre de Allah, el Más Compasivo, el Más Misericordioso.
Un pacto de protección concedido por Allah y Su Mensajero a la Gente del Libro, los cristianos, quienes pertenecen a la religión de Najran o a cualquier otro grupo cristiano.
Ha sido escrito por Muhammad, el Mensajero de Allah para toda la humanidad, en carácter de garantía de protección por parte de Allah y Su Mensajero y resulta vinculante para todos los musulmanes que vendrán después de él, quienes tendrán que ser conscientes del mismo, reconocer su autenticidad, creer en él y resguardarlo.
Todos los hombres tienen prohibido, aunque sean gobernadores u otras autoridades, revocarlo o no cumplirlo.
Los creyentes no deben cargar (a los cristianos) con otras condiciones que las incluidas en este documento.
Quien lo preserve, lo respete y acate sus dictados, habrá cumplido con sus obligaciones y adherirá al pacto del Mensajero de Allah.
Pero quien lo viole, se oponga o lo modifique, acarreará el delito sobre su cabeza porque habrá traicionado el Pacto de Allah, estropeado su fe, resistido Su Autoridad y contravenido la voluntad de Su Mensajero. De ese modo, será un impostor a los ojos de Allah. Porque la protección es obligatoria en la religión de Allah y el pacto la confirmó. El que no respete este pacto habrá violado sus obligaciones sagradas. Y quien viola sus obligaciones sagradas es un incrédulo y será rechazado por Allah y por todos los creyentes sinceros.
La razón por la que los cristianos fueron encontrados merecedores de este pacto de protección de Allah, de Su Mensajero y de los creyentes, es que se trata de un derecho que ellos han ganado y se establece en su favor por medio de los hombres de esta Religión, lo cual obliga a cada musulmán a respetarlo, defenderlo, conservarlo, protegerlo a perpetuidad y vivir en conformidad con el mismo.
En verdad, quienes siguieron las religiones antiguas y los Libros antiguos, expresaron hostilidad hacia Allah y Su Mensajero y los aborrecieron negando la misión del Profeta, que Allah, el Más Elevado, ha proclamado con toda claridad en Su Libro. Esto demuestra la perversidad de sus pechos, la ruindad de sus intenciones y la dureza de sus corazones. Prepararon por sí mismos la pesada carga del crimen al que apuntaban mientras ocultaban lo que Allah quería imponer sobre ellos por medio de proclamarlo en vez de esconderlo y testificarlo en vez de negarlo.
Esta gente se opuso a la obligación que les fue impuesta, no la observaron como debían hacerlo, no siguieron el sendero marcado con toda claridad y sólo coincidieron en exhibir su hostilidad hacia Allah y Su Mensajero, en atacarlos y en persuadir a la gente por medio de imposturas y argumentos falsos que Allah no podía haber enviado (al Mensajero) para proclamar, predicar y convocar a Allah, con Su Permiso, para ser una lámpara de luz y prometer el Paraíso a quienes le obedeciesen y advertir con el fuego a quienes lo desobedeciesen.
Excedieron los límites de la oposición al incitar a otros a hacer lo que ellos mismos nunca se hubiesen atrevido a llevar a cabo: negar su revelación, rechazar su misión y buscar, a través de la malicia, hacerlo rendirse ante el peligro latente.
Apuntaron al Profeta de Allah y decidieron matarlo. Reforzaron el Partido de los Politeístas de la tribu de Quraish y de otras con el objeto de combatirlo, discutir su doctrina, forzarlo a retroceder y contradecirlo.
Por esa razón, merecen ser privados de la Alianza de Allah y de Su Protección. Es bien conocido su comportamiento durante los días de Hunayn, las batallas contra los Bani Qaynuqah, la tribu de Qurayzah y Nadir. Sus líderes prestaron apoyo a los habitantes de Meca, los enemigos de Allah, contra el Mensajero de Allah, y los respaldaron por medio de tropas y armas contra el Profeta, por odio a los creyentes.
Los cristianos, por el contrario, rechazaron promover la guerra contra Allah y Su Mensajero, en tanto que su declaración de cariño por los seguidores de esta fe y su afecto eran sinceros.
Entre otras palabras de alabanza que Allah ha derramado sobre ellos en Su Libro y Sus Revelaciones….., Y sin duda hallarás que los que muestran más afecto hacia los creyentes son aquellos que dicen: “Somos cristianos”. La razón de ello es porque entre ellos hay ermitaños y monjes que no son arrogantes. Cuando oyen lo que se le ha hecho descender al mensajero, ves sus ojos bañados en lágrimas porque conocen parte de su verdad. Y dicen: “¡Señor nuestro! Creemos en lo que ha bajado escrito y testimoniamos (la verdad). ¿Por qué no íbamos a creer en Dios y en la verdad que nos ha llegado? Y deseamos fervientemente que nuestro Señor nos haga entrar en compañía de los rectos” (Corán, 5:82-84).
De hecho, algunos cristianos dignos de confianza y que conocían la religión divina, nos ayudaron a proclamar esta religión y procedieron a ayudar a Allah y a Su Mensajero, predicando a los hombres según Su Voluntad y ayudándole a cumplir su misión.
El Sayyid 'Absiso, Ibn Hijrah, Ibrahim, el monje, e 'Isa, el Obispo, vinieron a verme, acompañados de cuarenta jinetes de Najran junto con otros que, como ellos, profesan la religión cristiana en las tierras de Arabia así como en tierras extranjeras. Yo les informé de mi misión y les pedí que ayuden a reforzarla, a proclamarla y asistirla.
Y puesto que la causa de Allah les parecía evidente, no volvieron sobre sus pasos ni volvieron sus espaldas. Por el contrario, se nos acercaron, permanecieron firmes, fueron condescendientes, nos asistieron, nos aceptaron, hicieron promesas generosas, nos dieron buenos consejos y nos aseguraron por medio de juramentos y pactos que apoyarían la verdad que traje y que repelerían a quienes la rechazasen o la contradijesen.
Después de reunirse con sus correligionarios, no rompieron su alianza ni cambiaron su opinión….
Todos los jefes árabes, todos los líderes musulmanes y toda la Gente de la Vocación, de todo el mundo, me enviaron cartas en las que me expresaban el cariño de los cristianos hacia mi causa, su celo para rechazar las incursiones a lo largo de las fronteras fortificadas de sus regiones, su determinación de observar el tratado que les había ofrecido y formalizaron cuando se reunieron conmigo. En verdad, los obispos y los monjes demostraron una lealtad inquebrantable en la adhesión a mi causa y una (gran) dedicación personal para confirmar y apoyar la difusión de mi misión.
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Los cristianos… respetaron mi alianza. Reconocieron mis derechos. Cumplieron las promesas hechas durante nuestra reunión. Asistieron a mis lugartenientes que había enviado a las fronteras. Se ganaron mi preocupación y mi afecto por el cumplimiento de las obligaciones que había acordado con ellos libremente, en nombre de todos los musulmanes expandidos por el Este y el Oeste. Se ganaron mi protección durante mi vida y después de mi muerte, cuando Allah la determine. Siempre y cuando el Islam se expanda y mi verdadera misión y fe crezcan, este pacto será obligatorio para todos los creyentes y musulmanes, mientras el agua llene el fondo del océano, la lluvia caiga desde el cielo, la tierra produzca plantas, las estrellas brillen en el firmamento y el amanecer despunte para el viajero. A nadie se le permite romper este tratado, alterarlo, añadirle algo, eliminarlo. Cualquiera de esas cosas atentan contra mi pacto y las supresiones debilitan mi protección.
Este pacto, que yo deseo otorgar, me compromete. Cualquiera de mi ummah que, después de mí, rompa este Pacto de Allah, Glorificado y Exaltado sea, la Prueba de Allah se levantará contra él y Allah es suficiente como Testigo.
Lo que me impulsa a actuar de esta manera es que tres personas (de Seyyid Ghassani) me pidieron un documento que sirviese de salvoconducto, un tratado que reconociese la fidelidad a sus promesas hacia los musulmanes, tratado que concluí voluntariamente con ellos.
Quise que los detalles de la alianza sean ratificados por los ojos de quien va por mi camino en todas las regiones árabes, que yo y los de mi vocación no nos sintamos responsables por esos que se denominan cristianos y siguen a cualquiera de las distintas denominaciones cristianas (es decir, el Profeta deja en claro que no se mete para nada en las disputas intercristianas) y que este tratado sea inviolable, solemne y obligatorio para todos los musulmanes y creyentes.
Por lo tanto, llamé a los líderes de los musulmanes y a mis principales Compañeros. Y colocándome como garante de la demanda de los cristianos, preparé este documento, que los musulmanes, detenten o no el poder, están obligados a conservar de generación en generación.
(Así debe ser) para llevar a cabo mis órdenes con el objeto de cumplir con la obligación de lealtad y respeto hacia aquellos que solicitaron este pacto de mí y para ser fiel a las obligaciones que he acordado, de modo que no se les reproche haberme desobedecido.
También la gente debe abstenerse de lastimarlos y acatar el pacto que hice con ellos para que puedan entrar por las puertas de la fidelidad conmigo y contribuir al bien que he hecho para aquellos que lo han ganado por haber apoyado mi misión y enfurecido a los negadores y a los escépticos.
Para que no haya prueba o argumentos de parte de quienes son objeto de este pacto (es decir, los cristianos) frente a los partidarios del Islam, en caso de que estos últimos (es decir, los musulmanes) actúen de manera contraria a este documento por falta de reconocer los derechos que han ganado y que merecen obtener (los cristianos).
Por último, este pacto les recuerda [a los creyentes] que sean benévolos, fomenta la buena voluntad, ordena la caridad, desalienta el mal y marca el sendero de la sinceridad y el camino que conduce a la justicia, Allah mediante.
[Texto del Pacto]
En el Nombre de Allah, el Más Compasivo, el Más Misericordioso
Este documento ha sido proporcionado por Muhammad ibn 'Abd Allah 'ibn Abd al-Muttalib, el Mensajero de Allah para toda la humanidad, quien fue enviado a predicar y advertir y a quien se le ha confiado el Fideicomiso de Allah entre Sus Criaturas de modo que los seres humanos no tuviesen ningún pretexto ante Allah, Poderoso y Sabio, luego (de la venida de) sus mensajeros y (su) manifestación.
Para Sayyid Ibn Harith ibn Ka'b, sus correligionarios y todos aquellos que profesan la religión cristiana, estén al Este o al Oeste, en regiones cercanas o distantes, sean árabes o extranjeros, conocidos o desconocidos.
Este documento constituye un contrato autorizado, un auténtico certificado establecido sobre la base del acuerdo y de la justicia, así como un pacto inviolable.
Quien se rige por este edicto, demuestra su apego al Islam, será digno de lo mejor que el Islam tiene para ofrecer. Por el contrario, cualquier hombre que lo destruya, rompa el pacto que contiene, lo altere o desobedezca mis mandamientos, habrá violado el pacto de Dios, infringido su alianza y desdeñado su tratado. Merece Su maldición, sea una autoridad soberana o cualquier otro.
Me comprometo a una alianza con ellos en nombre de Allah y los pongo bajo la salvaguardia de Sus Profetas, Su Elegido, Sus Santos, los musulmanes y los creyentes, el primero de ellos y el último de ellos. Tal es mi alianza y pacto con ellos.
Proclamo, una vez más, las obligaciones que Allah impuso obedecer a los Hijos de Israel: seguir Su Ley y respetar Su Alianza Divina. Por la presente declaro que mis jinetes, mis soldados de a pie, mis ejércitos, mis recursos y mis partidarios musulmanes protegerán a los cristianos por más lejos que se encuentren, habiten las tierras que bordean mi estado o habiten otras regiones, cerca o lejos, en tiempos de paz como en tiempos de guerra.
Me comprometo a apoyarlos, a colocar sus personas bajo mi protección, como así también sus iglesias, capillas, oratorios, los monasterios de los monjes, las residencias de los anacoretas donde sea que se encuentren, en las montañas o en los valles, en las cuevas o en regiones habitadas, en las llanuras o en el desierto.
Voy a proteger su religión y su Iglesia dondequiera que se encuentren, en la tierra o en el mar, en el Oeste o en el Este, con la mayor vigilancia por mi parte, por parte de la Gente de mi Casa y de los musulmanes como un todo.
Los pongo bajo mi protección, hago un pacto con ellos, me comprometo a protegerlos de cualquier daño o perjuicio, a eximirlos de cualquier pedido u obligación onerosa y ampararlos, yo, mis asistentes, mis seguidores y mi nación, contra todos los enemigos que se dirijan contra ellos y en mi contra.
Por tener autoridad sobre ellos debo gobernarlos, protegerlos de los daños y garantizar que no les ocurra nada que no me ocurra a mí y a mis Compañeros quienes, junto a mí, defienden la causa del Islam.
Prohíbo que los conquistadores de la fe gobiernen sobre ellos durante sus invasiones o les obliguen a pagar impuestos, a menos que lo consientan voluntariamente. Un cristiano jamás debería ser sometido a la tiranía o la opresión en esto.
No se permite remover a un obispo de su obispado, a un monje de su vida monástica o a un anacoreta de su vocación de ermitaño. Tampoco está permitido destruir cualquier parte de sus iglesias, tomar parte de sus edificios para construir mezquitas o casas de musulmanes. Quien haga tal cosa, habrá violado el Pacto de Dios, desobedecido a Su Mensajero y se habrá separado de la Alianza Divina.
No se permite imponer capitación o cualquier tipo de impuesto sobre los monjes, los obispos o cualquiera de aquellos que, por su devoción, usen ropa de lana o vivan solos en las montañas o en otras regiones deshabitadas.
Todos los demás cristianos que no sean clérigos, monjes o ermitaños, deberán pagar un máximo de cuatro dirhams por año. O proporcionarán un conjunto de materiales en bruto o un Turbante bordado de Yemen. Esto es para ayudar a los musulmanes y para contribuir al crecimiento de la Hacienda Pública. Si se tratase de ropa difícil de conseguir, deberán proveer algo equivalente en precio, si están de acuerdo, voluntariamente.
La capitación de los cristianos que tengan ingresos; que posean tierras; que se dediquen significativamente al comercio por tierra o por mar; que sean ricos y exploten minas de piedras preciosas, no deberá superar, en conjunto, doce dirhams por año, mientras sean habitantes y residentes de estos países.
A los viajeros que no sean residentes del país o cuya residencia se desconozca, no se les podrá exigir nada de lo antes señalado.
El impuesto a la tierra y la capitación se aplicarán solamente a los propietarios de tierras y a los ocupantes de propiedades heredadas sobre las que tiene derecho el gobernante. Pagarán como lo hacen otros, sin que la carga exceda injustamente su capacidad de desembolso. En cuanto a la fuerza laboral que los dueños utilizan para cultivar esas tierras, hacerlas fértiles y cosechar, no debe gravarse excesivamente. Que paguen de la misma manera que se impuso a otros contribuyentes.
Los hombres que pertenecen a nuestra alianza no estarán obligados a ir a la guerra con los musulmanes para combatir a sus enemigos, atacarlos y capturarlos. En efecto, los miembros de la alianza no participarán en la guerra. Es precisamente para que no estén obligados a eso, que se les concede este pacto, a la vez que se les asegura la ayuda y protección por parte de los musulmanes. Ningún cristiano puede ser obligado a ayudar al equipamiento de un musulmán, sea con dinero, armas o caballos, en el caso de una guerra en la cual los creyentes ataquen a sus enemigos, a menos que lo provea por propia voluntad. Quien lo haga y contribuya de manera espontánea, será objeto de alabanza, gratitud y recompensa. Y se mantendrá presente su ayuda.
A ningún cristiano se lo forzará a convertirse en musulmán: No discutáis con aquellos a los que se otorgó el Libro (es decir, el Evangelio) salvo de la mejor manera… (Corán, 29:46). Se los debe cubrir con el ala de la misericordia. (Debemos) repeler cualquier daño que fuese a afectarles donde sea que se encuentren, en cualquier país que estén.
Si un cristiano cometiese un crimen o un delito, los musulmanes deben proporcionarles ayuda, defensa y protección. Deben perdonar sus ofensas y animar a su víctima a reconciliarse con él, instándole a perdonarlo o a recibir a cambio una compensación.
A partir de este pacto que hice con ellos en nombre de Allah para asegurar que el bien que logren los musulmanes también lo logren ellos y que lo malo que toque a los musulmanes también toque a ellos (es decir, que compartan por igual los momentos de alegría y de tristeza), los musulmanes no deben abandonar a los cristianos, descuidarlos, dejarlos sin ayuda y asistencia. En virtud de este pacto, han obtenido derechos inviolables para disfrutar de nuestra protección, ser defendidos contra cualquier violación de sus derechos, por lo que quedan ligados a los musulmanes en la buena y mala fortuna.
Los cristianos no deben ser sometidos a abusos que les hagan sufrir por medio de matrimonios que no desean. Los musulmanes no deben tomar a niñas cristianas en matrimonio contra la voluntad de sus padres ni deben oprimir a sus familias en caso de que rechazaran sus ofertas de compromiso y matrimonio. Los matrimonios no deben tener lugar sin su deseo y acuerdo y sin su consentimiento y aprobación.
Si un musulmán toma a una mujer cristiana como esposa, debe respetar sus creencias cristianas. Ella tendrá libertad de escuchar a sus superiores [a sus clérigos] y seguir el camino de su religión en tanto lo desee. Quien, a pesar de esta orden, obliga a su esposa a actuar contrariando su religión en cualquier aspecto, habrá roto la alianza de Allah y entrará en rebelión abierta contra el pacto de Su Mensajero. Y Allah lo contará entre los impostores.
Si los cristianos se acercan a los musulmanes en búsqueda de ayuda y asistencia para reparar sus iglesias y conventos o para arreglar cuestiones relativas a sus asuntos y su religión, deben ayudarlos y respaldarlos. Sin embargo, no lo deben hacer con el objeto de recibir alguna recompensa. Por el contrario, lo deberían hacer para restaurar esa religión, como ejemplo de fidelidad al pacto del Mensajero de Allah, solo como ofrenda y como un acto meritorio ante Allah y Su Mensajero.
En materia de combate entre ellos y sus enemigos, los musulmanes no emplearán a ningún cristiano como mensajero, explorador, guía o espía o para cualquier otra tarea de la guerra. Quien les obligue a alguna de esas cosas, atentará contra los derechos de Allah, será un rebelde contra Su Mensajero y será expulsado de Su Alianza. Nada le está permitido al musulmán [con respecto a los cristianos] fuera de obedecer estos edictos que Muhammad ibn 'Abd Allah, el Mensajero de Allah, ha aprobado a favor de la religión de los cristianos.
Este pacto también pone condiciones [a los cristianos] y demando que prometan cumplirlas y satisfacerlas como ordena su religión. (Entre esas demandas), además de otras cosas, está que ninguno de ellos puede actuar contra un musulmán como explorador o espía, de manera abierta o encubierta, a favor de un enemigo en combate. Ninguno de ellos albergará a los enemigos de los musulmanes en sus hogares, desde los cuales podrían esperar el momento para lanzar un ataque. Nunca se permitirá a estos enemigos [de los musulmanes] detenerse en sus regiones, sea en sus aldeas, en sus oratorios, o en cualquier otro lugar perteneciente a sus correligionarios. En la guerra no deberán aportar ayuda alguna a los enemigos de los musulmanes dándoles armas, caballos, hombres o cualquier otra cosa, ni deberán tratarlos bien. Deben acoger durante tres días y tres noches a cualquier musulmán que se detenga entre ellos, con sus animales. Deben ofrecerle, dondequiera que se encuentren y dondequiera que vayan, la misma comida con la que viven ellos mismos. Sin embargo, no están obligados a soportar otras cargas onerosas o molestas.
Si un musulmán necesita esconderse en uno de sus hogares u oratorios, deben concederle hospitalidad, guiarlo, ayudarlo y proporcionarle alimento durante todo el tiempo que esté entre ellos, haciendo todo lo posible para mantenerlo oculto y para impedir que lo encuentre el enemigo, (además de) proveer a todas sus necesidades.
Quien sea que contravenga o altere lo decretado en este edicto, será arrojado fuera de la alianza entre Allah y Su Mensajero.
Acaten todos los tratados y alianzas acordados con los monjes, a lo que me obligo, y todo otro compromiso que cada profeta ha hecho con su nación, para asegurarles la salvaguardia, la protección fiel, (de modo que) les sirva de garantía.
Este documento no debe ser violado o alterado hasta la hora de la Resurrección, Allah mediante.
Este documento, (dictado) por Muhammad ibn ‘Abd Allah, que contiene el pacto que concluyó con los cristianos y que incluye las condiciones impuestas sobre estos, tiene el testimonio de:
‘Atiq ibn Abi Quhafa, ‘Umar ibn al-Khattab, ‘Uthman ibn ‘Affan, ‘Ali ibn Abi Talib, Abu Dharr, Abu al-Darda, Abu Hurayrah, ‘Abd Allah ibn Mas‘ud, al-‘Abbas ibn ‘Abd al-Muttalib, al-Fadl ibn al-‘Abbas, al-Zubayr ibn al-‘Awwam, Talha ibn ‘Ubayd Allah, Sa‘d ibn Mu‘adh, Sa‘d ibn ‘Ubada, Thumama ibn Qays, Zayd ibn Thabit y su hijo ‘Abd Allah, Hurqus ibn Zuhayr, Zayd ibn Arqam, Usamah ibn Zayd, ‘Umar ibn Mazh’un Ammar, Mus’ah ibn al-Zubayr ibn Jubayr, Abu al-Ghalia, ‘Abd Allah ibn ‘Amr ibn al-‘As, Abu Hudhayfa, Ka‘b ibn Malik, Hasan ibn Thabit Ja‘far ibn Abi Talib.
[Escrito por Mu‘awiyyah ibn Abi Sufyan]
Tomado de : http://www.covenantsoftheprophet.com/
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