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martes, 15 de febrero de 2011

El Islam contemporáneo


El siglo XX, con sus múltiples transformaciones históricas, culturales, políticas y sociales ha proporcionado un marco de cambio constante que ha influido en las religiones de todo el mundo. El Islam no se ha visto libre de estos cambios, lo cual es lógico si tenemos en cuenta procesos como la descolonización o aspectos como la increíble expansión secular de esta religión por zonas alejadas miles de kilómetros de Medina y La Meca: desde el África subsahariana hasta Malasia: desde ciertas zonas de Europa Oriental hasta la India.

Unos mil millones de seguidores del Islam comparten hoy un credo con muchas variantes debidas al sustrato geográfico, la evolución sociopolítica y la tradición cultural, factores que hacen de la práctica del Islam un culto mucho más multiforme de lo que los medios de comunicación dan dan a entender.

Además, han proliferado fenómenos colectivos como el Movimiento Musulmán Negro, en Estados Unidos, que aun rechazando la vida más allá de la muerte, adopta otros muchos dogmas coránicos. O el neosufismo, cuyo máximo exponente sería Idries Sha, cuya doctrina se basa en gran parte en el Corán, pero introduce la idea de una religión universal por encima de todos los credos y en la que Dios es uno para todos.

El fundamentalismo y la Ley Coránica


Los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos pusieron de manifiesto una vez más que nunca en la historia hubo, en realidad, guerras religiosas, sino que bajo el nombre de Dios se ocultaron siempre objetivos meramente políticos y económicos.

A partir de los movimientos antiimperalistas del siglo XIX y de la descolonización que siguió a ellos, territorios tan distintos geográfica y culturalmente como Arabia, Indonesia, el Magreb, Afganistán, Pakistán, Turquía o Egipto dejaron atrás la pertenencia a diversos imperios (el otomano, el británico, el francés) y su signo fundamental de identidad a partir de entonces fue el Islam.

Muchos de los gobiernos de los países recién independizados trataron de crear sistemas políticos occidentalizados, pero la mayoría fracasaron. El estilo de vida "occidental" fue visto por muchos sectores como una concesión al neocolonialismo y como un rechazo intolerable de las tradiciones religiosas. El resultado fue la ascensión de movimientos fundamentalistas islámicos, que propugnaban una transformación sustancial de la teoría y la práctica política, adaptándolas a las costumbres sociales tradicionales del mundo antiguo. También subyacía el panarabismo, un movimiento excluyente que pretendía unificar a los musulmanes de Oriente Medio por encima de las nacionalidades.

Formación de los estados islámicos modernos


Esta amalgama de circunstancias y opciones fue adoptando muy diversas vertientes a lo largo de los años, hasta abocar en el momento presente en opciones regionales muy diversas que probablemente son todavía provisionales: Irán y Libia fueron en un tiempo países muy radicales en su actitud antioccidental y fundamentalista.

Por el contrario, Túnez y Turquía habían separado claramente la religión de la política y, a pesar de mantenerse fieles al Islam, adoptaron en gran medida el estilo social de la cultura europea. Los países del golfo Pérsico mantuvieron las tradiciones, pero al mismo tiempo formalizaban cómodos pactos económicos con Occidente. Occidente, por su parte, capitaneado por Estados Unidos de Norteamérica, poco se interesaba por tendencias religiosas sino que se preocupaba exclusivamente en el control de la producción de petróleo.

El Islam y el fundamentalismo


En otros casos, el Islam se identificó con tendencias de liberación política de territorios ocupados por otros países y religiones: por ejemplo, Líbano y Palestina contra Israel, o Afganistán contra la Unión Soviética.

En todos los casos, todos los intentos de pacificación fueron paradójicamente boicoteados por grupos obcecados y contrarios a la cesión de cualquier pretensión. Así, líderes islámicos y hebreos moderados como Anuar el Sadat y Yitzak Rabin fueron asesinados por ultraconservadores de sus propias filas: Sadat por la Yihad egipcia y Rabin por un judío ultraortodoxo.

En el entorno occidental se tiende a identificar el fundamentalismo con el Islam, lo cual se debe más a presiones mediáticas sobre la opinión pública que a la realidad, puesto que actualmente se encuentran fundamentalismos en todas las religiones monoteístas. Baste recordar la violencia ejercida por no pocos creyentes obcecados contra las personas que optan libremente por el aborto o la eutanasia.

Pero incluso entre el Islam existen diversos grados de celo en el cumplimiento del Corán. En el fundamentalismo islámico (como por otra parte, en cualquier fundamentalismo de toda religión) debe distinguirse entre ámbitos y países, puesto que su aparición depende de factores políticos, pero también del sustrato cultural y social y del desarrollo económico.

Si tenemos en cuenta que cualquier religión no es sólo un sistema de creencias sino también un modo de vida, está claro que el fundamentalismo religioso arraigará con mayor facilidad en cualquier lugar donde la supervivencia esté en peligro.

El Islam en nuestros días


La historia del Islam ha sido tan larga y su expansión tan intensa que muchos países (algunos situados a miles de kilómetros de La Meca en puntos tan alejados entre sí como Indonesia y Mauritania) siguen hoy día fieles a la fe islámica. Fieles, pero con las particularidades evidentes que el sustrato socio-religioso y las características políticas e históricas imponen a cada enclave geográfico; sobre estas particularidades, y poniendo algunos ejemplos.

Asia Central: El Islam se implantó en Asia Central en unas fechas difíciles de determinar, pero en todo caso, anteriores a la llegada de Tamerlán (el príncipe musulmán de Samarkanda) y los mongoles (siglo XIV). Su fe ha conseguido sobrevivir a través de los siglos, incluso a la antirreligiosa y comunista Unión Soviética: a principios de 1990 la mayoría de estados independientes (Uzbekistán, Kazakistán, Tadzhikistán, Kirguizistán, Turkmenistán, Azerbaiján) de esa zona tiene el Islam como religión oficial, es decir, son repúblicas islámicas.

Turquía: Durante muchos siglos el otomano fue un enorme imperio (en el siglo XVI, bajo Solimán el Magnífico, controlaban Oriente Medio, Hungría, el Oeste de Asia, el Norte de África y los Balcanes) y su capital, conquistada a Bizancio, fue la bella Estambul: las potencias europeas consideraban a Turquía "El Enfermo" y desmantelaron su imperio tras la segunda guerra mundial. En la actualidad el país vive en buena parte del turismo y, como consecuencia de ello, guarda un cierto equilibrio entre una versión moderada del Islam y el laicismo político. De hecho, desde el gobierno de Mustafá Kemal (1881-1938), la constitución turca es laica. La huella musulmana del Imperio otomano, ha quedado, sin embargo en zonas europeas como Bulgaria, Bosnia o Hungría.

Los duodecimanos de Oriente Medio: La rama más extensa del chiísmo es llamada la de los imami o duodecimanos; reconocen a doce imanes o cabezas religiosas como descendientes de Alí, primo y yerno de Mahoma, y reniegan de los cuatro primeros califas que usurparon la legitimidad de Alí. Una de sus creencias es que el duodécimo imán, llamado Al Madhi, que desapareció en el año 874, reaparecerá tarde o temprano. Estas creencias son propias de los regímenes islámicos de Irán (donde la mayor parte de los habitantes son duodecimanos) y el sur de Irak. También hay población imami en Líbano, Arabia Saudí, los estados del Golfo Pérsico y Siria. Y pequeñas comunidades en India, Estados Unidos, Pakistán, Azerbaiyán y Europa Occidental.

Indonesia: Los comerciantes procedentes de la India llevaron el Islam a Indonesia durante el siglo XI. Pero cuando Marco Polo llegó a la isla de Sumatra en 1292, sólo una de sus ciudades (Perlak) era musulmana, lo cual sugiere que el Islam se ha ido imponiendo gradualmente a través de los siglos. En la actualidad el noventa por ciento de los 130 millones de habitantes de las islas indonesias son musulmanes, lo cual la convierte en la mayor nación musulmana del mundo. Sin embargo, las caras del Islam son bastante heterogéneas en las diversas islas que forman Indonesia: desde el centro de Java, cuyo islamismo es muy leve, como un barniz sobre el dibujo que han hecho el hinduismo y el budismo, hasta el sur de Borneo, donde la fuerza del Islam ha borrado incluso cualquier huella de cultura preislámica.

Senegal y otros países subsaharianos: El Islam llegó a Senegal, como a otros países subsaharianos, en el siglo XI. Estableció califatos importantes, como el de Sokoto en Nigeria. En Senegal, ha tenido tanta fuerza que prácticamente se ha impuesto por completo a las religiones previas: hoy en día más del 90 por ciento de los habitantes de este país son musulmanes. Otros países en que el Islam es religión mayoritaria son Djibuti y Somalia. Por su parte, su fuerza es importante en las ex colonias francesas, como Mauritania, Malí, Níger, e inglesas, como Sudán, Nigeria y Tanzania. La ex colonia italiana de Etiopía también es básicamente musulmana.

El Magreb: nacionalismo, turismo e Islam: En la zona del norte de África, los países que a lo largo de los siglos han formado parte de grandes califatos, imperios como el turco o potencias coloniales europeas, obtuvieron su independencia en diversos momentos del siglo XX. Todos han adoptado el Islam como religión oficial, pero su nivel de radicalismo político antioccidental ha condicionado las características de la religión y su relación con los gobiernos: en el Magreb encontramos países claramente fundamentalistas y antioccidentales como Libia y otros prácticamente laicos como Túnez. Entre estos dos extremos y según ciertos ciclos políticos se encuentran los casos de Marruecos, Argelia o Egipto: sus gobernantes y sus movimientos sociales hacen evolucionar el Islam a gran velocidad.

El polvorín de Oriente Medio: La zona en la que nació la fe musulmana es evidentemente el enclave históricamente más propicio al Islam, pero también ha ofrecido variaciones doctrinales y socio-religiosas en función de cada país y las influencias externas: por ejemplo, la revolución islámica ha hecho de Irán el país más beligerante con Occidente; la ocupación israelí ha radicalizado el integrismo en Líbano y Palestina. Siria y Jordania se mantienen en un islamismo ortodoxo y una cierta ambigüedad con respecto a Occidente. Irak ha radicalizado su discurso contra Estados Unidos usando la fe islámica y, por último, hay países en que la religión islámica y la política no tienen nada que ver porque están controlados por jeques aliados económicamente a Occidente, en virtud de sus posesiones petrolíferas: es el caso de los Emiratos Árabes Unidos, Omán o Arabia Saudí.

El volcán del Oriente Próximo: La zona en la que nació la fe musulmana es evidentemente el enclave históricamente más propicio al Islam, pero también ha ofrecido variaciones doctrinales y socio-religiosas en función de cada país y las influencias externas: por ejemplo, la revolución islámica ha hecho de Irán el país más beligerante con Occidente; la ocupación israelí ha radicalizado el integrismo en Líbano y Palestina. Siria y Jordania se mantienen en un islamismo ortodoxo y una cierta ambigüidad con respecto a Occidente. Irak ha radicalizado su discurso contra Estados Unidos usando la fe islámica y, por último, hay países en que la religión islámica y la política no tienen nada que ver porque están controlados por jeques aliados económicamente a Occidente, en virtud de sus posesiones petrolíferas: es el caso de los Emiratos Árabes Unidos, Omán o Arabia Saudí.

Osama Bin Laden y Afganistán: El fundamentalismo islámico ha presentado las masacres del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, como la respuesta desesperada del mundo islámico contra un Occidente enemigo en Palestina, Irak y otros países. Osama Bin Laden y su protector, el mulá talibán Omar, de Afganistán, se han asignado el papel vengador de los oprimidos, como Robin Hood en el siglo XXI. A pesar de contar con un considerable apoyo popular, especialmente en el vecino Pakistán, la autoproclamada "guerra santa", acaudillada por Bin Laden ha sido condenada de modo explícito por la práctica totalidad de las naciones de la órbita islámica (con la notable excepción de Irak), hasta el punto de prestar ayuda logística a la contundente respuesta miltar y diplomática instigada por Estados Unidos.

Pakistán y Bangla desh: Pese a estar dominada durante los primeros mil años de nuestra era por dos religiones principales como el hinduismo y el budismo, la India tuvo gran influencia del Islam, especialmente durante el sultanato de Delhi y las invasiones de gaznavíes y mogolas: en la India actual ha quedado un pequeño rincón para los musulmanes, pero la independencia del imperio británico dio lugar a la escisión de una parte del subcontinente que ha quedado completamente dominada por el Islam: Pakistán. A su vez, en 1971 y apoyada por la India, otra nación de mayoría musulmana (80 % frente al 18 % de hinduistas) se escindió del Pakistán: se trata de Bangla desh.

Distribución actual del Islam. Porcentaje de población islámica


Entre el 95 y el 100 %


África: Marruecos, Mauritania, Libia, Argelia, Somalia, Túnez, Comores

Asia: Turquía, Kuwait, Irak, Irán, Arabia Saudita, Yemen, Jordania, Pakistán, Afganistán, Maldivas

Entre el 75 y el 94 %


África: Egipto, Mali, Níger, Senegal, Gambia

Asia: Bangla desh, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguizistán,Singapur, Indonesia

Entre el 50 y el 74 %


África: Sudán, Chad, Burkina Faso

Asia: Malaysia, Brunei

Entre el 25 y el 49 %


África: Tanzania, Malawi, Etiopía, Nigeria, Ghana

Asia: Kazakistán, Tadjikistán, Azerbaiján

Menos del 25 %, pero con presencia importante


África: Uganda, Madagascar, Mozambique, Camerún

Asia: China, Thailandia, Filipinas, Myanmar, Sri Lanka

Resto del mundo: Francia, EE.UU., Reino Unido, Rusia, Brasil, Alemania, Bosnia-Herzegovina, Bulgaria, Rumania, Grecia.





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