StatCounter

lunes, 31 de diciembre de 2012

al-‘Aqida al-Islamiyya




Por Sayyd Sabiq


CAPÍTULO I

Islam, Imán y ‘Amal

          El Islam es el Dîn que Allah reveló a Muhammad (s.a.s.), y se compone de Imán y ‘Amal
          El Imán representa la ‘Aqida y los fundamentos sobre los cuales se asientan las normas del Islam.
          El ‘Amal equivale a la Shari’a y las ramificaciones que pueden ser consideradas como extensión del Imán y de la ‘Aqida.
          Tanto el Imán y el ‘Amal, como la ‘Aqida y la Shari’a están entrelazados entre sí uno con otro de la misma forma que el fruto con su árbol, lo causado con la causa, o los resultados o conclusiones con sus premisas.
          Y debido a estos firmes lazos aparece el ‘Amal asociado al Imán en la mayoría de las Ayats del Corán al-Karim.

          Y anuncia la buena nueva a aquellos que poseen Imán y realizan buenas acciones que para ellos hay jardines bajo los cuales corren arroyos. (Al-Baqara, 25)
         
          A quien actúe correctamente, sea hombre o mujer, y posea Imán, le concederemos una vida pura y le recompensaremos de acuerdo con lo mejor de sus obras. (An-Nahl, 97)

          Aquellos que poseen Imán y obran correctamente depositaremos en ellos un amor misericorde. (Maryam, 96).


Concepto de Imán y de ‘Aqida

          ‘Aqida e Imán son sinónimos cuyo significado es poseer una certeza absoluta.

          El concepto de Imán y de ‘Aqida abarca seis elementos:

1)    El conocimiento de Allah; el conocimiento de Sus Bellos Nombres y de Sus Cualidades Trascendentales; el conocimiento de las pruebas de Su existencia y las manifestaciones de Su Grandeza en el Universo y en la Naturaleza.
2)    El conocimiento del mundo que está tras la Naturaleza, o también llamado el mundo no visible, y el conocimiento de lo que hay en él en cuanto a las fuerzas del bien representadas en los Malayka y el conocimiento de las fuerzas del mal representadas en Iblis y en la existencia de los Shayatin; al igual que también comprende el conocimiento en este mundo de la existencia de los Yinn y de los Espíritus.
3)    El conocimiento de los Libros de Allah los cuales hizo descender para delimitar lo verdadero de lo falso, el bien del mal, lo halal (lícito) de lo haram (prohibido) y lo bello de lo feo.
4)    El conocimiento de los Profetas y de los Enviados que Allah ha elegido como señales y guías para que conduzcan a la creación hasta la Verdad.
5)    El conocimiento del Yaum al-Ajir (la vida después de la muerte), y lo relativo a ella en cuanto a recompensa y castigo, y lo relativo en cuanto al Jardín y al Fuego.
6)    El conocimiento del Qadar de Allah (Destino) como fundamento sobre él que se establece la estructura del Universo en lo referido a la creación y al orden de la misma.

Unidad de la ‘Aqida


        Este es un concepto que compete al Imán, como la ‘Aqida que Allah ha hecho descender a través de Sus Libros, de Sus Profetas, haciendo de ella un testamento tanto para las primeras como para las últimas generaciones de seres humanos. Una ‘Aqida única, que no cambia con el paso del tiempo o el lugar, ni cambia con los seres humanos ni los pueblos.

        Él os ha prescrito el Din que impuso a Noé, y que te hemos revelado, y que impusimos a Abraham, Moisés y Jesús, diciendo: Permaneced perseverantes en la obediencia y no os dividáis  en ella. (Ash-Shura, 13)
         
          Aquello que ha legislado Allah para nosotros en cuanto a norma, así como aquello de lo que nos ha hecho depositarios,  de la misma manera en que hizo herederos a los Profetas anteriores, es el origen y fundamento de la ‘Aqida y de las bases del Imán y no las ramificaciones ni las normas prácticas, pues cada Umma o pueblo ha tenido sus propias normas conductuales en correspondencia con sus propias circunstancias, sus estados y con sus niveles de pensamiento y espiritualidad,

          “A todos les hemos dado una ley y una senda” (Al-Ma-ida, 48)

          Pues en verdad Allah ha hecho de esta ‘Aqida una ‘Aqida extensiva para toda la humanidad, y eterna por encima del tiempo, en la que encontramos pruebas evidentes y un provecho útil para la vida de las personas y las comunidades.
          El resultado del conocimiento de Allah a través de esta ‘Aqida hace brotar los sentimientos nobles  y despierta los órganos sensoriales del bien y educa el ámbito del autocontrol, e incita la búsqueda de los actos más nobles y generosos y con ella se aleja el hombre de los actos mezquinos y sus consecuencias.
          El conocimiento de los Malayka tiene como consecuencia su imitación y la colaboración con los mismos en el ámbito de la verdad y el bien, así como también conlleva la adquisición de una conciencia plena y de un despertar completo, no emergiendo del hombre entonces mas que aquello que es hermoso, actuando  gracias a ella con un objetivo generoso.
          El conocimiento de los Libros revelados conlleva la gnosis del Sendero recto ordenado por Allah al hombre para que al transitar por el mismo llegue a la plenitud tanto material como espiritual.
          El conocimiento de los Profetas tiene como objetivo seguir sus huellas y adoptar sus naturalezas, seguir sus ejemplos, pues ellos representan el Sendero correcto y el ejemplo de vida limpia que Allah quiere para los hombres.
          El conocimiento de la Vida Próxima es el motor más fuerte que impulsa a hacer el bien y abandonar el mal.
          El conocimiento del Destino provee al hombre de fuerza y energía para afrontar todas las dificultades y pruebas relativizando así los grandes acontecimientos.
          Queda así claro pues, que el fin de la ‘Aqida es la educación de la conducta humana, la depuración de los egos encaminándolos hacia los modelos más elevados y nobles de actuación, gracias a que ella está basada en verdades firmes, siendo considerada como el más elevado de los conocimientos humanos.
          La educación del camino individual por medio de la implantación de la ‘Aqida islámica constituye el método o camino más grande entre los diferentes métodos educativos, pues el Dîn del Islam posee un poder sobre los corazones y los egos y una influencia sobre los sentimientos y lo sentidos que apenas alcanzan otros medios inventados o ideados por los sabios, los juristas y los educadores.
          La siembra de la ‘Aqida en los egos de los individuos es el camino o método más perfecto para dar lugar a la existencia de individuos correctos e íntegros que puedan desempeñar un papel completo en la vida y que participen de forma importante en dotar a la sociedad de aquello que es más útil y recto, pues este aspecto de la educación colma a la vida de belleza y plenitud coloreándola de amor y paz.
          Cuando es el amor el que domina desaparece la disputa, el litigio y la armonía reemplaza la discordia, convergiendo y armonizándose la gente en su esfuerzo y trabajando los individuos para el bien comunitario y a su vez la comunidad actúa promoviendo la felicidad y la integridad del individuo.
          Por tanto queda manifiesto que el Imán es algo universal y eterno y que Allah nunca ha abandonado a ninguna generación, y que a toda nación le ha proveído de un Profeta que invoca este Imán y a la profundización de las raíces de esta ‘Aqida.
          A menudo este llamamiento ha caído bajo la corrupción de la conciencia humana haciéndose manifiesta la necesidad del hombre del milagro que le haga regresar a su naturaleza armónica primigenia con el objeto de corregir la existencia terrena y reforzar la confianza de la existencia.
Sin lugar a dudas esta ‘Aqida constituye el espíritu de todo individuo, gracias a ella la vida se hace esplendorosa y su ausencia produce la muerte espiritual del hombre; ella es la luz sin la cual el hombre deambula ciego por las sendas de la vida extraviándose en los valles de sombra.
         
“Quien estaba muerto y le devolvimos la vida, dándoles una luz con la que anda entre los hombres, ¿puede ser acaso como quien está en las más profundas tinieblas de las que no puede salir? (Al-An’am, 122)
         
Esta ‘Aqida es el origen y fuente de los sentimientos nobles y la tierra de cultivo de los sentimientos excelentes y elevados; de ella no emerge otra cosa que la virtud y la acción correcta. Toda virtud deriva de ella, y toda acción correcta igualmente procede de ella.
          Cuando el Corán al-Karim habla de la acciones correctas coloca a la ‘Aqida a la vanguardia de las acciones justas, como fuente y origen sobre las que ha de cimentarse. Dice Allah (s.t.)
         
          “La veracidad no consiste en que volváis vuestros rostros a Oriente o a Occidente, sino que la veracidad está en aquel que posee el Imán con Allah, ante el Último Día, ante los Malaika, ante el Libro y ante los Profetas, y da su dinero por amor a Él a los parientes y a los huérfanos, al necesitado y al viajero, y a los que piden por caridad, y para el rescate de los cautivos, y establece el Salat y cumple con el Zakat, y los que cumplen su promesa cuando la hacen y el paciente en la pobreza y en la desgracia y el constante y firme en tiempo de guerra; éstos son quienes se han mostrado veraces y quienes siente sobrecogimiento ante Allah”, (Al-Baqara, 177)

          Los diferentes Profetas han expuesto esta ‘Aqida  a las gentes de forma sencilla y fácil, dirigiendo sus miradas a los reinos de los cielos y la tierra, despertando sus intelectos a la reflexión en los signos de Allah y estimulando en su Fitra original aquello que ha sido plantada en la misma en relación al Dîn y al mundo espiritual que está tras este mundo material. 
De esta forma sembró el Profeta (s.a.s.) esta ‘Aqida en las almas de su Umma (Nación del Islam), dirigiendo sus miradas, dirigiendo sus pensamientos, despertando sus inteligencias, despertando sus naturalezas primordiales (Fitra), y cuidando esta siembra en su crecimiento hasta que alcanzó el éxito deseado para poder llevar a su Umma desde la dualidad y el politeísmo hasta la ‘Aqida del Tawhid (la Unidad y Unicidad de Allah) llenado sus corazones con el Imán y la Certeza (Yaqín) de la misma manera que hizo posible que sus Compañeros se convirtieran en guías e Imames rectos que condujeran al bien para dar lugar a una generación fortalecida por el Imán, aferrada a la Verdad (Al-Haqq) y que fuera esta generación como el sol para el mundo y la medicina para los pueblos!.
          Allah ha distinguido a esta generación con la superioridad y el privilegio, y ha dicho:

          “Sois el mejor pueblo para la gente, ordenáis lo bueno prohibís lo malo y poseéis el Imán con Allah” (Al-Imran, 110)

          En el hadiz de Hariz ibn Malik al-Ansari (r.a.) se nos da una imagen brillante de lo que es este Imán:
          En cierta ocasión Hariz pasó por el lado del Profeta (s.a.s.) y le dijo éste:
          ‘¿Cómo has amanecido Hariz?
          Dijo: Ciertamente he amanecido como un Mumin (aquel que posee Imán en su corazón)
          Dijo el Profeta (s.a.s.): Mira lo que dices, pues cada cosa tiene su propia realidad, ¿cuál es la realidad de tu Imán?
          Dijo: Mi alma se ha despegado del mundo. He pasado la noche en vela. Me he esforzado durante el día. Y he contemplado el Trono de mi Señor emergiendo. Y he visto a la gente del Yanna (Jardín) paseando en él. Y he visto a la gente del Fuego pidiendo auxilio.
          Dijo el Profeta (s.a.s.): En verdad has conocido Hariz’.
          Relatado por at-Tabarani con una cadena débil.

La desviación de la senda de los Profetas

          Desde la instauración del Tawhid a manos del sello de los Profetas de Allah, permaneció la ‘Aqida fundamentada en la Revelación de Allah y en la enseñanza celestial, basándose básicamente en el Libro y en la Sunna, dirigiéndose desde los aspectos más básicos del ser humano hasta la educación de las facultades humanas así como de las características más elevadas del hombre proporcionándole una guía en su camino para elevar al mismo a lo más elevado de acuerdo con la nobleza del Tawhid. Pero posteriormente surgieron las diferencias políticas y el seguimiento de las diferentes escuelas de pensamiento y el arbitraje de la razón en los ámbitos para los cuales no estaba facultada, siendo esto la causa de la desviación de la senda de los Profetas como también fue la causa de  la transformación del Imán en un asunto de orden filosófico, y de comparación en el ámbito de la Lógica, así como el objeto de debates acercándolo al ámbito de un debate bizantino.
          Y así el Imán dejó de ser el Imán mediante el cual es depurado el Ego del hombre, sus acciones, se alzan los individuos y es vivificada la Umma del Islam.
          La consecuencia de las diferencias políticas, de la desviación de la senda de la Fitra original y de la impronta de las diferentes escuelas de pensamientos que sobrevinieron, así como del imperio de la razón, fue la división del contenido de la ‘Aqida en escuelas diferentes, cada una de ellas representadas por un color intelectual definido reservándose cada una de ellas el detentar la verdad y quien no entrara en su círculo de enseñanza era considerado bajo su punto de vista como fuera del Islam.
          El resultado de todo esto fue la disputa y los efectos de esta división  atrajo sobre los musulmanes peligrosas cosechas: la ‘Aqida se estremeció en los individuos y el Imán se tambaleó en los corazones, y la ‘Aqida dejó de ser considerada como algo supremo en la senda de los individuos y el Imán perdió el poder sobre las facultades de los mismos.
          La debilidad de la ‘Aqida se siguió de la debilidad del individuo, de la familia y de la sociedad, y de todos los aspectos de la vida. Y esta debilidad empezó a avanzar lentamente en todos los frentes hasta que la Umma se mostró impotente en su seguimiento y en asumir sus responsabilidades tanto en lo interior como en lo exterior, y la Umma dejó de ser tal y como Allah deseaba que fuese, una Umma íntegra para conducir y guiar al resto de pueblos y sociedades.
          Puesto que la causa del retraso de la Umma respecto a sus grandes fines radica en la debilidad de la ‘Aqida, es necesario por tanto que nos afanemos en el esfuerzo de implantarla en nuestras almas y que recordemos el plan que dibujó el Profeta (s.a.s.) en su cuidado a través de su desarrollo y fomento hasta que su fines adquieran fuerza y se alcance la certidumbre que conduce hasta la nobleza de la vida y que nos ayude a alcanzar los más elevados grados de fuerza y nobleza. 

CAPÍTULO II

El Conocimiento de Allah

-         El medio de conocimiento
-         El conocimiento a través de la razón
-         La imitación como velo  de la razón
-         Los ámbitos y el límite de la reflexión
-         El Conocimiento por medio de los Nombres de Allah y de Sus Cualidades
-         El Nombre Supremo de Allah

        Sin duda alguna el conocimiento de Allah es el más elevado de todo los conocimientos y la base o fundamento de todos ellos, como también es la base sobre la cual descansa toda la vida espiritual.
         De este conocimiento se deriva el conocimiento de los Profetas y los Enviados así como su infalibilidad, su función, su cualidad y la necesidad de sus mensajes, incluyendo igualmente con aquello los prodigios, la Wilaya (la proximidad a Allah) y los libros celestiales.
         De este conocimiento también se deriva el conocimiento del mundo existente tras la Naturaleza: los Malayka (Ángeles), Yinn (Genios) y el Espíritu.
De este conocimiento también brota el conocimiento del Destino de esta vida y hacia donde lleva: la vida del Barçaj (la Vida intermedia entre ésta y la Próxima), y la Próxima Vida: la Resurrección, el Juicio, la Recompensa, el Castigo, el Jardín y el Fuego.

-         El medio de conocimiento

    Para el conocimiento de Allah existen dos medios o vías:
La primera: la razón y la reflexión acerca de todo cuanto Él ha creado
La segunda: El conocimiento de los Nombres de Allah y de Sus cualidades.
    Por tanto, ya sea a través de la razón por un lado o bien a través de los Nombres y las Cualidades por otro, el hombre conoce a Su Señor y se dirige a Él.
    Arrojemos luz sobre cada uno de estos dos medios de conocimiento:

-         El conocimiento por medio de la Razón.

    Todo miembro u órgano tiene una función determinada, y la función de la razón es la reflexión y la atención. Si la razón es desprovista de estas capacidades su trabajo resulta inútil, perdiendo su función más importante, de lo cual se sigue la interrupción de la energía de la vida resultando de ello el anquilosamiento, la muerte y la extinción. El Islam busca que la Razón se alce por encima de aquello que la traba, haciéndola despertar de su sueño y convocándola a la reflexión y la atención las cuales son consideradas las joyas de los seres humanos.
    “Di, mirad que es lo que hay en los cielos y la tierra” (Sura Yunus, 101)
    “Diles, Sólo os exhorto a hacer una cosa: A que permanezcáis de pie ante Allah, de dos en dos e individualmente, y luego reflexionéis” (Sura As-Saba’, 46)
    Y aquellos que reniegan del don de la Razón y no la emplean en aquello para  lo que ha sido creada y se muestran negligentes ante los signos de Allah, Allah los ha censurado diciendo:
“Y cuántos signos de Allah en los cielos y la tierra pasan y ellos los rechazan” (Sura Yusuf, 105)
“Y no viene un signo de entre los signos de Su Señor sin que ellos lo desprecie”(Sura Ya Sin 46)
    No emplear la Razón para la función para la que ha sido creada rebaja al ser humano al rango más inferior entre los animales. Dice Allah (s.t.), “En verdad, hemos creado a muchos ÿinn y hombres cuyo fin será el Fuego. Tienen corazón pero no entienden con él, tienen ojos pero no ven con ellos y tienen oídos pero no oyen con ellos. Son como el ganado; ¡no!, están aún más extraviados. En verdad que son negligentes” (Sura Al-A’raf, 179)

La Imitación como velo de la Razón

    La imitación constituye el impedimento para la puesta en funcionamiento de la Razón y el obstáculo para la reflexión, y por tanto Allah elogia a aquellos que se dedican a la creación, estudiándola, arrojando luz sobre ella y tomando lo mejor de la misma y rechazando lo contrario.
    Y Allah condena a los imitadores que no reflexionan sino a través de la reflexión de otros, y se vuelven rígidos en lo antiguo y conocido, aunque lo nuevo sea más útil y mejor.
    “Y cuando se les dice, ‘Seguid lo que Allah os ha enviado’, dicen, ‘No, seguiremos lo que encontramos en nuestros padres; ¡aunque sus padres no supieran y estuvieran alejados del buen camino!” (Sura Al-Baqara, 171)   

Los ámbitos de la reflexión

    Y cuando el Islam invita a la reflexión, quiere que ésta sea dentro del círculo de la Razón y dentro de los límites de sus facultades.
    Allah invita a la observación de todo cuanto Él ha creado en los cielos y en la tierra, en el hombre mismo y en toda la humanidad, y no ha vedado mas que la reflexión acerca de la Esencia de Allah por sobrepasar ésta su facultad.
        “Reflexionad en la creación de Allah y no reflexionéis en Allah pues no podéis abarcar Su Poder” (Relatado por Abu Na’im)
        El mismo Corán contiene cientos de Ayats que invitan a la observación del espacioso universo y de sus inmensos horizontes sin límites.
        “Y así Allah os ha mostrado los signos para que tal vez reflexionéis en este mundo y en el otro” (Sura Al-Baqara).
        ¡Cuán es espacioso es el mundo al que invita el Islam en su reflexión!, pero su amplitud no es nada al lado de la amplitud de la Próxima vida.
         Entre los fines queridos por el Islam hallamos: el despertar de la Razón, el empleo de su función en la meditación, la observación y la reflexión, como guía del ser humano hacia las leyes de la vida, de las causas de la existencia, del funcionamiento del Universo y de las realidades de las cosas; para que todo ello sean antorchas que le revelen al ser humano el Creador del Universo y que le conduzcan con magnanimidad hacia esta gran realidad: la realidad del conocimiento de Allah. Pues en verdad, el conocimiento de Allah es el resultado de una Razón penetrante e inspirada y el fruto de una reflexión profunda y brillante.
         Este es uno de los medios coránicos como argumento sobre la existencia de Allah. Pues el Corán despierta en el hombre la Razón, y abre delante de él el libro de la naturaleza, para que conozca a partir del Corán aquello que pertenece a  Allah en cuanto a las Cualidades de Plenitud, Majestad, las apariencias de su Inmensidad, la prueba de su Santidad, el abarcamiento de Su Ciencia, la penetración de Su Poder y Su Singularidad dentro de la creación.
         Prestemos atención a las siguientes ayats coránicas:
         “Di: ‘Toda alabanza corresponde a Allah, y la paz sea con los siervos Suyos a quienes Él ha elegido. ¿Es mejor Allah o lo que ellos Le asocian?, o ¿quién creó los cielos y la tierra, y quién os envió agua desde el cielo con la que hacemos que crezcan huertos espléndidos? Vosotros no podríais hacer que Sus árboles crecieran. ¿Acaso hay alguna realidad aparte de Allah. No, son un pueblo que atribuyen partícipes a Allah. O, ¿Quién hizo de la tierra un lugar de descanso, colocó ríos en su mitad y dispuso en ella firmes montañas, poniendo una barrera entre las dos aguas?, ¿acaso hay alguna realidad aparte de Allah?. No, la mayoría de ellos no lo saben. O, ¿Quién responde a la persona afligida cuando Le invocan, os aparta del mal y os convierte en sucesores en la tierra?, ¿acaso hay alguna realidad aparte de Allah. Qué poco es lo que reflexionáis. O, ¿Quién os guía en toda clase de tinieblas de la tierra y del mar, y Quién envía los vientos como buena nueva antes de Su misericordia?, ¿acaso hay alguna realidad aparte de Allah? Por encima está de lo que ellos Le asocian. O, ¿quién origina la creación, repitiéndola después, y ¿Quién os provee del cielo y de la tierra?, ¿acaso hay alguna realidad aparte de Allah?. Diles: Presentad vuestra prueba si sois veraces”. (Sura An-Namal, 59-64). ¿Qué otro argumento más brillante que éste puede haber?, ¿Qué prueba más elocuente que ésta?. Si la razón no se somete a este argumento ni acata esta prueba, entonces no se somete ni acata a argumento alguno.
         “Pues a quien Allah no le da luz, para él no hay luz en absoluto” (Sura An-Nur, 40)
         ‘No es razonable nada que no tenga la claridad del día como prueba’

- El Conocimiento por medio de los Nombres de Allah y de Sus Cualidades

        El otro medio que adopta el Islam para que el ser humano conozca a Allah, es la exposición de los Bellos Nombres de Allah y de Sus Elevadas Cualidades.
        Los Nombres y las Cualidades son otros medios mediante los cuales Allah se da a conocer a Su creación, ventanas a través de las cuales el corazón se asoma a Allah directamente, suscitando la emoción y abriendo delante del espíritu un firmamento espacioso en él que contemplar las luces de Allah y Su Majestad.
        Estos Nombres son los mencionados por Allah (s.t.) cuando dice:
“Invocad a Allah o invocad al Rahman, a cualquiera de los dos que invoquéis para Él son los Bellos Nombres” (Sura Al-Isra, 110)
        Ellos, los Bellos Nombres son aquellos que se nos ha ordenado invocar “De Allah son los más Bellos Nombres invocadLe a través de ellos” (Sura Al-A’raf, 180). Los Bellos Nombres son noventa y nueve. Al-Bujari, Muslim y Tirmidi han narrado de Abu Huraira que el Mensajero de Allah (s.a.s.) dijo: “En verdad Allah tiene noventa y nueve Nombres, quien los hace suyos entra en el Jardín; en verdad Allah es impar y ama lo impar”.

- El Nombre Supremo de Allah

        Del mismo modo en que Allah posee todos estos Nombres, igualmente suyo es el Nombre Supremo. Difieren los sabios del Islam acerca de la explicación sobre el Nombre Supremo de Allah, no obstante, la explicación que más prevalece entre ellos es la de que se trata de un Nombre que integra a varios Nombres; si el ser humano invoca a través de este Nombre y cumple con las condiciones requeridas para la invocación, Allah le responde, y no es necesario que añadamos nada más en el Libro de Allah y en la Sunna del Profeta. Por tanto, si el hombre invoca a través de este Nombre, Allah le responde y si pide Allah le otorga. A este respecto citemos el siguiente hadiz de Buraida (r.a.), “Escuchó el Profeta (s.a.s.) a un hombre invocando, el cual decía: Allahumma en verdad Te pido que yo testifique que Tú eres Allah que no hay mas realidad que Tú, el Único el Autosuficiente, Quien no ha engendrado ni ha sido engendrado, y que no hay nada que se Le asemeje. Y dijo el Profeta (s.a.s.), Por Aquel en cuyas manos está mi alma, en verdad le ha pedido a Allah con Su Nombre Supremo si se Le invoca con Él Allah responde y si se Le pide otorga”. (Narrado por Abu Dawud, Tirmidi, An-Nasai, Ibn Mayah y Al-Mundri) 
         Y Anas ibn Malik (r.a.) ha narrado que: ‘Entró el Profeta (s.a.s.) en la mezquita en la que un hombre había finalizado su Salat y realizaba su du’a diciendo, -Allahumma la ilah illa Allah. Anta al-Mannan. Badi’u samawati wal ard. Dul yalali wa al-Ikram- (Allahumma, no hay mas realidad que Allah. Tú eres el dispensador de todo bien. Creador de los cielos y de la tierra. Poseedor de la Majestad y la Generosidad).
        Y dijo el Profeta (s.a.s.): ¿Sabéis con que ha invocado a Allah?. Lo ha invocado con Su Nombre Supremo con el cual si se Le invoca responde y si se Le pide otorga’. (Narrado por Abu Dawud, Tirmido, An-Nasai e Ibn Mayah).
        Estos Nombres le abren al ser humano amplios horizontes en el conocimiento de Allah y cuando el hombre comprende y abarca sus significados y orienta su alma según ellos, entonces se le revela la realidad más grande de todas las realidades de esta existencia.


Maestros de Maestros




Algunos nombres propios

          Rasûlullâh (s.a.s.) tuvo compañeros, los Sahâba, que fueron aquellos musulmanes que lo conocieron personalmente y fueron sus discípulos directos. Eran los miembros de su generación.

         Los Sahâba tuvieron a su vez discípulos y seguidores, los Tâbi‘in: eran aquellos musulmanes que conocieron y aprendieron de los Sahâba pero que no llegaron a conocer al Profeta. Son la segunda generación del Islam.

         A su vez, los Tâbi‘în tuvieron discípulos que no llegaron a conocer a los Sahâba, y se les llama Tâbi‘î at-Tâbi‘în. Son la tercera generación del Islam.

         Cada una de estas generaciones recibe el nombre de Tábaqaestrato, porque alude a su orden en la transmisión de saberes desde el Profeta más que a su pertenencia a una generación concreta (este término es aquí ambiguo porque se considera Sahaba a niños con tal de que recogieran su saber directamente del Profeta pero no pertenecían a su generación en sentido estricto, y así en todos los demás casos). Al conjunto de estas tres Tábaqas se le llama Sálafantepasados. Este grupo es importante por su cercanía temporal al Profeta. Sidna Muhammad (s.a.s.) dijo: “El mejor de los siglos es el mío, después el que le sigue, y después el que le sigue”, aludiendo a las tres Tábaqas que disfrutaban de una mayor proximidad al momento de la Revelación coránica. Cubren, en realidad, los dos primeros siglos del Islam. A las siguientes generaciones del Islam, a las Tábaqas hasta hoy, se las llama Jálafsucesores.

         A la hora de estudiar la génesis de las ciencias islámicas es importante saber cuál es su origen en alguna de estasTábaqas y cuál es su relación con la anterior, pudiendo conocerse así de forma perfecta la genealogía de cada dato o aportación y su importancia y carácter. El Sálaf estaba compuesto por decenas de miles de personas en cada uno de sus estratos, pero al menos hay que conocer a las más destacadas, aquellos que fueron maestros de relevancia. A continuación ofrecemos los nombres de los más importantes.  


Primera Tábaqa
SAHABA O COMPAÑEROS DEL PROFETA:

         1- Abû Huráira: ha sido el sahâbi que más información ha transmitido acerca del Profeta. Un autor dice que son 5374 los hadices que se le atribuyen. Su nombre significa el Padre de la Gatita, que fue un apodo que el profeta le puso cuando supo que le gustaban los gatos. Su verdadero nombre fue ‘Abd ar-Rahmân ibn Sajr ad-Dáusi. Se hizo musulmán el año séptimo después de la Hégira y murió en el 57. Estaba dotado de una memoria fabulosa y se dedicó a recoger todo lo que dijera el profeta. Para ello lo abandonó todo y se dedicó a vivir a sus puertas sobre un escalón cubierto al que se llamaba Suffa, una de las etimologías que se ha dado a la palabra sufí. No era el único habitante de la Suffa: un grupo grande de musulmanes la había adoptado como vivienda precaria desde la que vigilaban todos los movimientos del Profeta. La información que transmite Abû Huráira es directa, sin embargo también cita a otros Sahâba como fuentes suyas: Abû Bakr, ‘Omar, ‘Uzmân, Ubái ibn Ka‘b, Usâma, ‘Âisha, etc. A la inversa, otros Sahâba lo mencionan a él como fuente de información (en total tuvo más de ochenta discípulos). La práctica era común y lógica: él daba fe de lo que había oído y presenciado, y cita sus fuentes cuando no estaba presente.

         2- ‘Abd Allâh ibn ‘Umar: Ha transmitido unos 2630 hadices. Es el hijo del segundo califa ‘Umar ibn al-Jattâb y hermano de Hafsa que fuera esposa de Rasûlullàh (s.a.s.). Se hizo musulmán (tenía siete años) con su padre, pocos años antes de la Hégira. Salvo en Badr y Úhud, por ser demasiado joven, participó en todas las luchas que Sidnâ Muhammad sostuvo con los quraishíes de Meca. Tras la muerte de Rasûlullâh siguió combatiendo en las fronteras del Islam. Estuvo en Palestina, Persia y Egipto. El Imâm Mâlik dijo de él: “El hijo de ‘Umar no desconocía nada del Profeta y sus Compañeros”. Además de su contacto directo con Sidna Muhammad, recogió información relativa a él de Abû Bakr, ‘Umar, ‘Uzmân, ‘Âisha, de su hermana Hafsa e Ibn Mas‘ûd. Y a su vez, fue maestro de muchos Tâbi‘în: Sa‘îd ibn al-Musayyib, aç-Çahri, Ibn Sîrîn, Nâfi‘, Muÿâhid, Tâwûs, ‘Ikrima.

         3- Ánas ibn Mâlik: Nos han llegado unos 2286 informaciones suyas relativas al Profeta. Se crió en la casa de Sidna Muhammad donde recibió el trato de un hijo. Ánas dijo: “Rasûlullâh (s.a.s.) nunca me preguntó por lo que yo hacía o dejaba de hacer, sino que decía: No sucede más que lo que Allah quiere que suceda”. Fue un hombre de costumbres muy austeras que había heredado de su larga convivencia con el Profeta. Abû Huráira dijo de él: “Nadie hace un Salat tan parecido al de Rasûlullah como Ánas”. Pasó los últimos años en Basra (Iraq) donde murió el año 93 después de la Hégira. El Imâm Mâlik fue discípulo de aç-Çuhri que fue discípulo de Ánas.

         4- ‘Âisha Umm al-Mûminîn: Ha transmitido unos 2210 hadices. Fue esposa de Rasûlullâh (s.a.s.), la única virgen con la que se casó (todas las demás fueron viudas o divorciadas), e hija de Abû Bakr as-Siddîq. Era experta en lengua árabe, poesía, medicina, genealogía e historia árabe. ‘Urwa dijo de ella: “No he conocido a nadie más sabio que ‘Âisha en medicina, poesía y jurisprudencia”. Efectivamente, no se limitó a transmitir las palabras de Rasûlullâh (s.a.s.) sino que comunicaba también sus interpretaciones y deducciones. Çarkashi escribió un libro en el que recoge las fatwas de ‘Âisha. Tuvo innumerables discípulos Sahâba y Tâbi‘în. Otras mujeres que destacaron pronto como alfaquíes son ‘Âisha bint Talha, ‘Amra bint ‘Abd ar-Rahmân y Hafsa bint Sîrîn, educadas también por ‘Âisha Umm al-Mûminîn. Murió el año 57 después de la Hégira.

         5- ‘Abd Allâh ibn ‘Abbâs: Ha transmitido unos 1660 hadices. Fue primo de Rasûlullâh (s.a.s.), hijo de ‘Abbâs ibn ‘Abd al-Muttalib, que más tarde reivindicarían los abbasíes como fundador de su linaje. Nació tres años antes de la Hégira, y Rasûlullâh (s.a.s.) invocó diciendo: “Allah, hazlo experto en el Islam y enséñale la ciencia de la interpretación”. De él se dijo que fue el jurista más competente entre los Sahâba. Al igual que ‘Âisha, enseñaba también poesía, historia y derecho, en sesiones regulares que atrajeron a estudiantes de toda la península árabe. Por otro lado, fue una eminencia en exégesis coránica, y ya Rasûlullâh lo apodó con el nombre de Traductor del Corán (Turÿumân al-Qur’ân). Con el tiempo, se le han atribuido muchos hadices que él nunca comunicó. La mejor fuente de información acerca de él, entre otras, es ‘Abd Allâh ibn ‘Utba, que informó a aç-Çahri. Murió después de muchos viajes en Tâif el año 68 de la Hégira.

         6- Yâbir ibn ‘Abd Allâh: Nos han llegado 1540 hadices referidos por él a sus discípulos. Estuvo presente junto a su padre cuando los madiníes prestaban juramento de protección a Rasûlullâh (s.a.s.) animándole a abandonar Meca y trasladarse a Medina (el resultado fue la Hégira). Tras la muerte de su padre, se dedicó a acompañar al Profeta de forma permanente. Más tarde, viajó y enseñó en Siria y Egipto, volviendo a instalarse en medina donde se dedicó a impartir clases regulares a las que acudieron alumnos de los lugares más remotos atraídos por su fama y su austeridad. Murió en Medina el año 74.

         7- Abû Sa‘îd al-Judri: Nos ha legado entorno a los 1170 hadices. Sus discípulos quisieron tomar por escrito sus clases pero les respondió: “No escribáis. Esto no es el Corán. Memorizad como hemos memorizado”. Cuando tenía trece años, su padre se presentó con él en Úhud para que luchara, pero Rasûlullâh (s.a.s.) no lo permitió. Ya mayor, acompañó al Profeta en otras expediciones. Su información la recogió directamente, o a través de su padre Mâlik ibn Sinân, de su hermano por parte de madre Qatâda ibn an-Nu‘mân, de Abû Bakr, ‘Umar, ‘Uzmân, ‘Ali, Abû Mûsà al-Ash‘ari, Çáid ibn Zâbit y otros Sahâba. Discípulos suyos fueron: su hijo ‘Abd ar-Rahmân, su esposa Çáinab bint Ka‘b, ‘Abd Allah ibn ‘Umar, ‘Abd Allah ibn ‘Abbâs, Abût-Tufáil, Nâfi‘, ‘Ikrima,... Su austeridad era proverbial. Condujo a su hijo al Baqî‘, el cementerio de Medina y le pidió que al morir lo enterrara lejos de los Sahâba porque no se consideraba digno de su compañía y le dijo: “Entiérrame aquí, no alces la tumba, ni la encales, ni permitas que nadie llore y no molestes a nadie por mí”.

         8- ‘Abd Allâh ibn ‘Umru ibn al-‘Âs: Fue uno de los pocos a los que Rasûlullâh (s.a.s.) autorizó a poner por escrito los hadices (no lo permitía porque  quería toda la atención se centrara en el Corán). Nos han llegado 800 hadices transmitidos por él, algunos de los cuales los escuhó referir a ‘Umar, Abû d-Dardâ, Mu‘âdz ibn Yábal, ‘Abd ar-Rahmân ibn ‘Auf y otros. Discípulos suyos fueron: ‘Abd Allâh ibn ‘Umar, Sâib ibn Yaçîd, Sa‘îd ibn al.Musayyib, Tâwûs, ‘Ikrima, y otros. Practicaba el Salat voluntario con mucha frecuencia así como el ayuno. Murió en Egipto el año 43 de la Hégira.

         9- Abû Dzarr al-Ghifâri: Ha transmitido unos 281 hadices. Ya era considerado un asceta antes de hacerse musulmán. Tomó el Islam con mucha fuerza jurando al Profeta una fidelidad extrema: decir la verdad aunque fuera amarga y no temer ninguna censura por ello. No guardaba nada para el día siguiente y censuró de mundanalidad incluso al califa ‘Uzmân, a pesar de que éste era un ejemplo de austeridad. Fue discípulo de ‘Umar, Ibn ‘Abbâs, Ibn ‘Umar y otros y maestro de al-Ahnaf ibn Qáis, ‘Abd ar-Rahmân ibn Ghanm, ‘Atâ, y otros muchos.

         10- Sa‘d ibn Abî Waqqâs: Se hizo musulmán por mediación de Abû Bakr cuando aún tenía diecisiete años, y fue el primero en recibir una herida por el Islam. Con Abû Dzarr, forma parte de un grupo de cinco Sahâba al que el Profeta llamó los Sâbiqîn, los Adelantados, por la eminencia de su Islam, y también fue uno de otro grupo de diez a los que Rasûlullâh (s.a.s.) anunció en vida el Jardín como destino seguro (al-‘Ashra al-Mubashsharîna bil-Yanna). Pertenecía al clan de Âmina, la madre del Profeta, por lo que éste le llamaba tío a pesar de su juventud. El califa ‘Umar lo puso al frente de un ejército contra los persas, a los que Sa‘d derrotó en al-Qâdisiyya. Tras sus victorias, fue gobernador de Iraq. Estuvo entre los seis a los que ‘Uzmân propuso para el califato. Cuando se desató la discordia entre los musulmanes tras el asesinato de ‘Uzmân, se inhibió por completo negándose a salir de su casa, donde murió el año 55 después de la Hégira y fue enterrado en el Baqî‘. Fue discípulo de ‘Abd Allah ibn ‘Abbâs, ‘Abd Allâh ibn ‘Umar y de Jáula bint Hakîm, y maestro de Muÿâhid, ‘Alqama, Sâib, entre otros muchos.

         11- Mu‘âdz ibn Yábal: Se le llama el alfaquí de los Sahâba. Se hizo musulmán a los dieciocho años y prestó juramento de protección al Profeta para que emigrara a Medina, de la que era originario. Estuvo presente en todas las luchas de Sidna Muhammad (s.a.s.). Rasûlullâh (s.a.s.) lo envió al Yemen como maestro que les enseñara el Corán, pues tenía una extraordinaria facilidad para memorizarlo. Continuó su misión en el Yemen durante el califato de Abû Bakr, y después se trasladó a Siria. De él, dijo el Profeta: “Mu‘âdz es el mejor diferenciador entre lo lícito y lo ilícito (Halâl y Harâm)”. Murió durante una epidemia de peste a los treinta y tres años en la actual Jordania (año 18).

         12- Abû d-Dardâ: Su verdadero nombre era ‘Umáir (diminutivo de ‘Umar). Aprendió todo el Corán de memoria directamente de Rasûlullàh (s.a.s.), y en Úhud hizo gala de magnífico jinete. El Profeta lo hermanó con Salmán el Persa tras la Hégira. Durante la época de ‘Uzmân fue encargado de administrar justicia en Siria. Fue el jurista maestro de juristas de Palestina. Fue discípulo de ‘Âisha y Çáid ibn Zâbit, y fue maestro de su hijo Bilâl y de su esposa Umm ad-Dardâ, que son las principales fuentes para acceder a su conocimiento. Murió en Damasco el año 32 de la Hégira.


 Segunda Tábaqa
TÂBI‘ÎN O SEGUIDORES:

         1- Sa‘îd ibn al-Musayyib (o al-Musayyab): Ibn Hánbal dijo de él que fue el mejor de los Tâbi‘în. Tanto su padre como su abuelo fueron Sahâba. Nació en época de ‘Umar. Desde niño se dedicó a recopilar todas las noticias acerca del Profeta, para lo cual pronto empezó a emprender viajes a los lugares en los que se habían establecido los Sahaba para hacerse su discípulo. Asistió a las sesiones de ‘Umar, ‘Uzmân, Abû Huráira, ‘Âisha y Çáid ibn Zâbit. Entre sus discípulos figuran Sâlim ibn ‘Abd Allâh, aç-Çahri, Qatâda, Shuráik, abû ç-Çinâd. Se opuso a los omeyas, cuya legitimidad no reconocía. Murió el año 94 h.

         2- Nâfi‘ ibn Hurmuç: Era esclavo de ‘Abd Allâh ibn ‘Umar (al que sirvió durante treinta años, por lo que se le conoce también como Máula ibn ‘Umar). Era de origen afgano. Fue discípulo de su dueño, que dijo de él: “Allah nos ha bendecido con Nâfi”. Fue maestro del Imâm Mâlik, que dijo de su fidelidad a los hadices: “Cuando escucho algo de Nâfi‘ no me preocupo por contrastarlo con otras fuentes”. Efectivamente, al-Bujâri, con sus escrupulosas investigaciones, corroboró el parecer del Imâm y dijo que una de las cadenas de transmisión más fiables era Mâlik-Nâfi‘-Ibn ‘Umar. Efectivamente, Nâfi‘ fue discípulo de su dueño Ibn ‘Umar, pero también lo fue de Abû Sa‘îd al-Judri, ‘Âisha y Hafsa bint ‘Umar. Además de Mâlik, aprendieron de él ‘Abd Allâh ibn dînâr, aç-Çahri, al-Áwça‘i, ibn Is-Hâq, ibn Kîsân e ibn Yuráiÿ. A Ibn ‘Umar le quisieron dar por él treinta mil monedas de oro, pero rehusó venderlo, prefiriendo liberarlo finalmente. El califa omeya ‘Umar ibn ‘Abd al-‘Açiç lo envió como maestro de derecho a Egipto. Murió el año 117 h.

         3- Muhámmad ibn Sîrîn: Era hijo de un esclavo liberto de Ánas ibn Mâlik, de origen iraquí. Ibn Sîrîn nació en tiempos de ‘Uzmân y murió el año 110 h. Conoció a unos treinta Sahâba, de los que recogió una importante información, pero no llegó a ser discípulo de Abû Bakr, ni Abû Dzarr ni de ‘Âisha, cuyo legado conoció a través de dsicípulos de éstos. Ash-Shá‘bi, al-Áwça‘i, ‘Âsim al-Áhwal, Mâlik ibn Dînâr y Jâlid al-Hadzdzâ estuvieron entre sus alumnos. Fue hombre de una honda espiritualidad que ha llegado a ser legendaria.

         4- Aç-Çahri: Tenido por una de los más grandes maestros de su generación, Abû Shihâb aç-Çahri fue discípulo durante diez años de Abû Sa‘îd al-Musáyyib para lo que tuvo que abandonar su tierra y asentarse  en Siria. También fue uno de los primeros en registrar por escrito los hadices que llegaban a su conocimiento, pero también estaba dotado de una espléndida memoria que ha dado origen a muchas anécdotas ejemplares.. Ibn Dînâr dijo de él: “No he conocido a nadie más fiel a la literalidad de los textos que aç-Çahri”. Fue discípulo de grandes Sahâba como ‘Abd Allâh ibn ‘Umar, Sahl ibn Sa‘d, ‘Urwa ibn aç-Çubáir y ‘Atâ ibn Abî Rabâh, y tuvo contacto con discípulos de otros a los que no llegó a conocer como ‘Ubâda ibn as-Sâmit, Abû Huráira,...

         5- Sa‘îd ibn Yubáir: Fue alfaqí, experto en fonética y exégesis coránica, de vida austera y desapegada. Fue contrario a los omeyas hasta que el general al-Haÿÿâÿ mandó asesinarle, muriendo el año 95 h. Sufiân az-Záuri recomendaba losiguiente: “Aprended el significado del Corán de cuatro maestros: Sa‘îd ibn Yubáir, Muÿâhid. ‘Ikrima y ad-Dahhâk”. Aprendió de los siguientes Sahâba: ‘Abd Allah ibn aç-Çubáir, Ánas ibn Mâlik y Abû Sa‘îd al-Judri. Discípulos suyos, entre otros, fueron: al-Á‘mash, Mansûr ibn al-Mu‘tamir, Ya‘là ibn Hakîm az-Záqafi y Simâk ibn Harb.

         6- Abû Hanîfa: Creador de una escuela jurídica, el Mádzhab de Abû Hanîfa, por lo que se le llama Imâm Abû Hanîfa. Era hijo de un  esclavo liberado de origen persa. Conoció a los siguientes Sahâba: Ánas ibn mâlik, Sahl ibn Sa‘d ‘Abd Allâh ibn Abî Awfà y ‘Âmir ibn Wâzila, de los que transmitió hadices, aunque esta no fue su especialidad. Abû Hanîfa destacó en Fiqh, es decir, en interpretación del derecho, que recoge de ‘Atâ, Nâfi‘, Ibn Hurmuç, Hammâd ibn Abî Sulaimân, ‘Umru ibn Dînâr, y otros expertos. Seguidores de su escuela fueron: Abû Yûsuf, Çúfar, Abû Mutî‘ al-Balji, Ibn al-Mubârak, al-Hásan ibn Çiyâd, Dâwûd at-Tâi, Wakî‘ y otros. Sus contemporáneos, así como todos los musulmanes desde entonces, han dado fe de la amplitud de sus conocimientos, su agudeza jurídica y la fuerza de sus argumentos. El Imâm ash-Shâfi‘i dijo de él: “En Fiqh, toda la gente es deudora de Abû Hanîfa”. Al-Láiz ibn Sa‘d se entrevistó con el Imâm Mâlik en Medina, y le dijo: “¿Porqué estás sudando?”, y le respondió: “Me acaba de hacer sudar Abû Hanîfa. Él sí que es un alfaqí”. Después al-Láiz vió a Abû Hanîfa y le contó las palabras de Mâlik, y Abû Hanîfa le dijo: “Y yo no he conocido a nadie con respuestas más rápidas y con críticas más agudas que él”. Murió en Bagdad, en 150, en la cárcel, por negarse a ejercer el cargo de qâdi.


 Tercera Tábaqa
TÂBI‘I AT-TÂBI‘ÎN O LOS SEGUIDORES DE LOS SEGUIDORES:

         1- Mâlik ibn Ánas: Es llamado el Imâm de la Gente de Medina, el Príncipe en las ciencias del hadiz. Era de origen yemení. Ash-Shâfi‘i dijo de él: “Después de los Tâbi‘în, es el hombre más eminente de cuantos hubo en su generación”. Abû Hayyân dijo: “Mâlik fue el que sacó jugo a los alfaquíes de Medina, y se hizo respetar por la intensidad de su práctica del Islam, su conocimiento desbordante, su generosidad y su ascetismo. De la escuela que él fundó salió ash-Shâfi‘i”. De él dijo an-Nasâi: “Para mí no hay nadie más noble que él, ni más majestuoso, ni más escrupuloso a la hora de contrastar opiniones, ni quien odie más transmitir noticias no del todo fiables aun haciendo notar su debilidad”. Escribió la Muwatta en la que aparece su doctrina en cuanto a derecho. Un califa que lo admiraba, al-Mansûr, quiso dar carácter oficial a sus enseñanzas, pero Mâlik se opuso, pues estaba en contra de que se petrificara la escuela que estaba creando y porque era reticente a toda forma de control. Tardó cuarenta años en redactar la Muwatta que es el resultado de sus discusiones con los alfaquíes de Medina y el análisis de más de cien mil hadices de los que rechazó la inmensa mayor parte cuando había la duda más mínima sobre su origen. A su vez, la Muwatta fue memorizada ante él y transmitida por mil hombres a la generación siguiente. Ibn Haçm decía de esta obra: “No tiene parangón entre las obras de Fiqh y Hadiz”. El Imâm Mâlik fue discípulo de los siguientes Tâbi‘în: Nu‘áim al-Muÿmir, Çáid ibn Áslam, Nâfi‘, Shuráik ibn ‘Abd Allâh, aç-Çahri, Abû ç-Çinâd, Sa‘îd al-Maqburi, Humáid at-Tawîl, Hudzâfa as-Sahmi,... Algunos de sus maestros acabaron siendo sus discípulos como aç-Çahri, pero en realidad sus alumnos fueron incontables: Yahyâ ibn Sa‘îd, al-Áwça‘i, az-Záuri, Sufiân ibn ‘Uyáina, al-Láiz ibn Sa‘d, ibn Yuráiÿ, etc., y también aprovecharon sus clases ash-Shâfi‘i, ibn al-Mubârak, etc. Murió en el 179 h.

         2- ash-Shâfi‘i: El Imâm ash-Shâfi‘i fue, con Abû Hanîfa y Mâlik, fundador de un Madzhab o Escuela jurídica. Su familia era originaria del Hiÿâç, pero él nació en Gaza (Palestina), en el año 150 h., aunque al poco fue trasladado a Meca donde a los siete años ya conocía el Corán de memoria y a los trece la Mawatta del Imâm Mâlik, que expuso ante su autor recibiendo su aprobación. Antes de los veinte tenía licencia para la enseñanza del Fiqh concedida por Muslim ibn Jâlid de Zanzibar. Sostuvo polémicas sobre método con los alfaquíes del Hiÿâç, Iraq y Egipto. A la par, fue un excelente poeta. Viajó muchas veces a Iraq, donde conoció al que sería el fundador del cuarto Madzhab, el Imâm Ahmad ibn Hánbal. Finalmente, murió en Egipto el año 204 h. Escribió muchos libros sobre exégesis coránica, fundamentos del derecho, hadiz, Fiqh y poesía. Fueron discípulos suyos Ahmad ibn Hánbal, al-Qâsim ibn Sallâm, ‘Abd Allâh ibn aç-Çubáir al-Humáidi maestro de al-Bujâri, Abû Záur Ibrâhîm ibn Jâlid al-Baghdâdi, Yûsuf ibn Yahyà al-Buiti, Hármala ibn Yahyà, aç-Ça‘farâni, etc.

         3- Sufiân az-Záuri: Fue maestro de hadiz en Kûfa donde se distinguió por su exactitud desde muy joven. Al-Jatîb al-Baghdâdi dijo de él: “Fue un Imâm para los musulmanes, un estandarte del Islam, y nadie disintió de él por lo que nada hay que decir acerca de su excelencia: era exacto en sus palabras, dotado de una memoria prodigiosa, maestro en conocimiento, escrupulosidad y austeridad”. Ibn al-Mubârak dijo de él: “Recogí información de mil cien maestros y no escribí de nadie mejor que Sufiân az-Záuri”. Murió en Basra en el año 121 h.

         4- Sufiân ibn ‘Uyáina: Conoció a ochenta Tâbi‘în y fue discípulo de setenta de ellos: Yá‘far as-Sâdiq Imâm de los shi‘íes, ibn Dînâr, Abû ç-Çinâd, ibn Kîsân, etc. De él recibieron información: Ahmad ibn Hánbal, al-Á‘mash, ibn al-Mubârak, ash-Shâfi‘i, Yahyà ibn Ma‘în, etc. Nació en Kûfa pero vivió más tarde en Meca donde se dedicó a la enseñanza del Corán y de hadiz, aunque de mayor perdió memoria. Murió en Meca en el 198 h.

         5- al-Láiz ibn Sa‘d: Fue maestro de maestros en Egipto, donde nació en el 94 h. Pertenecía a una familia acomodada y tenía unos ingresos anuales formidables, pero se dice que no llegaba a pagar el Zakat porque regalaba inmediatamente todo lo que caía en sus manos. Al-Bujâri y Muslim lo cuentan entre los transmisores de hadices más fiables. Mâlik decía de él en sus citas: “Me ha contado aquél que me satisface en su rigor...” aludiendo a al-Láiz ibn Sa‘d.
          Cuarta Tábaqa:
         El Imâm Ahmad ibn Hánbal, el Imâm al-Bujâri, el Imâm Muslim, el Imâm at-Tirmîdzi, y otros, pertenecen ya a la siguiente generación, aunque son tenidos por algunos autores como pertenecientes al Sálaf a causa de su eminencia.

La transmisión del saber




La palabra árabe ‘ilm (en plural, ‘ulûm) significa ‘ciencia’, ‘conocimiento’, ‘saber’. De ella deriva ‘âlim (en plural,‘ulamâ) ‘sabio’, ‘conocedor’ (en la actualidad también designa al ‘científico’). Este es el sentido general de estos términos, pero, por antonomasia, se aplican a las ciencias islámicas (Corán, Hadîz, Fiqh,...) y a los expertos en ellas (1). En castellano existe la palabra ulema (tomada del plural árabe de ‘âlim) para designar al ‘experto en ciencias del Islam’.

         El ‘ilm es la ciencia, sea cual sea su dominio, y es algo exigido al musulmán, pero especialmente se le exige estudiar y conocer las ciencias islámicas (‘ulûm ad-dîn). El Profeta (s.a.s.) dijo: “La búsqueda del saber (tálab al-‘ilm) es una obligación (farîda) que atañe a todo musulmán”. Y también dijo: “Buscad el conocimiento desde la cuna hasta la sepultura”. Y también ordenó: “Buscad la ciencia aunque tengáis que ir a China”. Y también dijo: “Recoged el saber aunque esté en recipientes impuros”... Son innumerables los consejos en este sentido, por lo que la búsqueda del saber (el tálab al-‘ilm) es uno de los cimientos del musulmán. Sólo se puede ser musulmán sabiendo y con conocimiento de causa, si bien la intención recta (niyyasâliha) basta si, en casos excepcionales, no hay condiciones que permitan el flujo normal de la ciencia.

          En otro hadîz, el Profeta dijo: “Recoged el saber de la boca de los hombres (judzû l-‘ilma min afwâhi r-riÿâl)”. En cierta ocasión dijo: “Los sabios son herederos de los profetas (al-‘ulamâu wárazatu l-anbiyâ)”. Y estos dos dichos del Mejor de los Hombres (s.a.s.) son fundamentales y han tenido una resonancia gigantesca en la historia del Islam, siendo la clave de su extraordinaria difusión. Primero, se nos sugiere que la ciencia no debe permanecer oculta ni reservársela nadie, y en segundo lugar se nos dice en ellos que lo más conveniente es la comunicación directa del saber, de una persona a otra, de un sabio a un discípulo, oralmente. Cuando un ‘âlim enseña, entonces se le llama sháij, maestro (literalmente, ‘anciano venerable’).
         De acuerdo al segundo hadîz, los ‘ulamâ son herederos de los profetas (al-anbiyâ): han recogido de ellos el conocimiento ‘y algo más’, y a su vez trasmiten el saber y ese ‘algo más’. Decimos que han recibido ‘algo más’ porque si no no tendría sentido el que se recalque la necesidad de la comunicación oral. Efectivamente, si sólo fueran importantes los datos, se podrían aprender de un libro, pero porque hay algo que los libros no pueden recoger se impone la relación directa y la compañía (suhba) de los maestros (shuyûj). Recordemos que a los seguidores de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) se les llamabaSahâba: eran sus Compañeros, los que aprendían del contacto personal con él (s.a.s.), y a su vez ellos fueron los shuyûj de los ‘continuadores’ (los tâbi‘în), y estos fueron maestros de la siguiente generación, y así hasta la actualidad. El Islam ha ido pasando de unos a otros, de forma ininterrumpida, creando ‘cadenas de trasmisión’ (las sílsila-s) de las que legítimamente se enorgullecen los verdaderos ‘ulamâ de hoy.

         Si observamos atentamente nos daremos cuenta de que la inmensa mayoría de los libros sobre el Islam son interminables y áridos listados. Están pensados para servir de guía en la enseñanza a modo de apuntes, y no para ser manuales en el sentido estricto del término. Es absolutamente insuficiente leer esos libros si no tenemos al lado quien nos comunique el ‘algo más’ que les da sentido y sitúa convenientemente cada dato. Ese ‘algo más’ es una ‘ambiente’, una ‘atmósfera’, que no se puede reproducir en los textos. Es en eso, indeterminado e indefinible, donde se traspasa al discípulo (tâlib, tilmîdz, murîd) la ‘herencia’ (el mîrâz) -el ‘secreto’, en la terminología de los sufíes-.

         Una de las grandes desgracias que aquejan al Islam en estos tiempos es una extendida creencia según la cual el Islam se puede aprender con la simple ayuda de los libros. Sin duda, de ellos se pueden recoger los datos y las referencias básicas, pero ello jamás nos hará herederos de la ciencia muhammadiana ni sustituye el calor de la comunicación directa que nos remontaría hasta la Fuente (s.a.s.). Esa creencia nace de la arrogancia y de la sospecha, que se han instalado entre nosotros rompiendo lazos y desarraigándonos. Se confunde la independencia de espíritu con el estudio solitario, y es frecuente escuchar que, existiendo libros, son inútiles los maestros. El resultado lo tenemos delante: en lugar de ‘ulamâ nos encontramos con ‘enterados’, y en lugar de topar con la ciencia vivificante del Islam chocamos con letra muerta. Esta es una de las causas de la frialdad del Islam que a menudo se enseña en Occidente.

         Las universidades islámicas, creadas por los Estados (‘herederos del colonialismo’, y valga la ironía en este contexto), han acrecentado el desprestigio de los ‘ulamâ. Son -a semejanza de las universidades occidentales a las que imitan en todo- expendedurías de diplomas absurdos que, si certifican algo, es el bajo nivel de sus titulares y la mediocridad de sus conocimientos. Los modernos ‘ulamâ son licenciados que no han  recibido adecuadamente el saber y su ciencia es un sucedáneo a base de simplificaciones rayanas en la nada. Por ello son arrogantes y engreídos: no han recibido la educación que acompaña a la sabiduría. Son, salvo notables excepciones, funcionarios con un título bajo el brazo que buscan desesperadamente empleo donde se les ofrezca. Si a esto unimos la existencia de inútiles Consejos de ‘Ulamâ oficiales y Ministerios de Asuntos Islámicos que solo sirven para respaldar a las autoridades, podemos prever el nacimiento de una Iglesia musulmana con su jerarquía, y esto sí es una bid‘a, una aberración sin precedentes en el Islam que amenaza su continuidad y su autenticidad.

         Además, el Islam se enseña en las escuelas robándole su alcance y reduciéndolo a una asignatura paralela a la de la religión en los sistemas educativos occidentales. Es tan pobre y mediatizado lo que se ha ofrecido a los niños que las últimas generaciones ya son incapaces de intuir el alcance global del Islam. Las radios y las televisiones repiten machaconamente esa versión que sujeta el Islam a parámetros importados. Sobre estas bases se construyen los nuevos ‘ulamâ,... cuando no se trata de ‘espontáneos’ airados, auténticos francotiradores sin puntería.

         Sin embargo, cuando uno tiene la fortuna de encontrarse con una  auténtico ‘âlim (y, afortunadamente, los hay y en abundancia) es impactado por la sencillez, naturalidad, tolerancia y sabiduría con la que se mueve. Desprende esa ‘atmósfera’ en la que el Islam está vivo. Para empezar y es lo esencial, respeta a los musulmanes, porque ha sido formado en esa amabilidad que nunca tiene nada de fingido. La ha respirado junto a sus maestros y se ha impregnado del aire noble de la ciencia verdadera, mientras que los otros, los ‘enterados’, los ‘ulamâ de profesión, se han educado en el desprecio hacia los ‘ignorantes’ y el complejo ante el poder.

         El Profeta (s.a.s.) nos enseñó que debemos recoger el conocimiento aunque sea de recipientes impuros. Es decir, no debemos hacer ascos a lo que se nos ofrece cuando es ciencia y conocimiento del Islam. Nosotros, en Occidente, donde las posibilidades de entrar en contacto con el Islam tradicional son prácticamente nulas, debemos hacer un redoblado esfuerzo por aprender aunque las circunstancias sean adversas. Si nos es imposible relacionarnos con un auténtico ‘âlim, al menos debemos ejercitar la imaginación, tener sentido común, agudizar la intuición y ser autodidactas con una aspiración elevada. Lo que no tenemos derecho es a renunciar. El Islam es esfuerzo y acción en la medida de nuestras posibilidades. Especialmente en castellano faltan buenos libros y sobran los malos, escasean los sabios y nos encontramos con frecuencia con pseudo-‘ulamâ. Pero es Allah el que determina las cosas, e, in shâ Allah, llegará el momento en que se reanuden las ‘cadenas de trasmisión’ que nos arraiguen definitivamente en el Islam. Para ello sólo tenemos que ser pacientes, sensatos, prudentes y nobles.   



(1) En sufismo se utiliza sobre todo el término má‘rifa, ‘conocimiento que es sabiduría, conocimiento en acción’, y a quien posee la má‘rifa se le llama ‘ârif (en plural ‘ârifîn). Ibn ‘Arabi lo explica diciendo: “Los sufíes llaman al  sabio ‘ârif y no ‘âlim, que sin embargo es la designación  más apropiada de acuerdo a los Textos (Revelados), y ello a causa del celo que les vence al ver que el término ‘âlim se emplea indiscriminadamente a todo el que tiene un saber sea del tipo que sea y sea cual sea la forma en la que lo haya conseguido, incluso si esa persona no hace sino satisfacer sus pasiones más bajas y se conduce de modo inapropiado y hasta contrario al Islam. El celo por el Islam les ha hecho preferir la palabra ‘ârif con la que no se da nombre al incoherente con la ciencia, y este tecnicismo se ha difundido para designar al que posee el elevado rango de la ciencia acompañada de acción recta, aunque en la lengua árabe ‘âlim y ‘ârif son sinónimos al igual que lo son, en el fondo, ‘ilm y má‘rifa”.