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jueves, 30 de agosto de 2012

El Shaij al-Alawi y los misioneros



Allah preserve nuestro Îmân y nos haga seguros y fuertes en el Islam


13/11/2011 - Autor: Sidi Ali Kazim
Fuente: Zawiya Shadhiliya Darqawiya Al-Alawiya 


Sheij Al AlawiAl-Balâg es el nombre de una publicación periódica que fundó un gran maestro sufí de este siglo, el Shaij Sidi Ahmad al-‘Alawi (radiallâhu ‘anhu) en Mostaganem (Argelia) y que comenzó a editarse en 1926. Resumimos a continuación un extenso artículo publicado el 10/05/1929, en el que un tunecino convertido al metodismo cuenta sus experiencias con los misioneros que pululaban por el Norte de África, como todavía lo hacen hoy, intentando convencer a los ‘moros’ de lo bueno y provechoso que es ser cristiano. Es especialmente interesante el artículo porque en él se reflejan fragmentos de conversaciones que mantuvo con el Shaij al-‘Alawi (radiallâhu ‘anhu) y sirve por tanto para conocer sus opiniones respecto al cristianismo así como sus conocimientos sobre la religión de los colonizadores franceses de su país.

1- Me llamo Hásan ibn Muhammad al-Qabâili. Nací y crecí en Túnez, donde realicé mis estudios primarios. Me refugié en Argelia huyendo de disturbios políticos que tuvieron lugar en mi país cuando yo aún era adolescente. A los diecisiete años entré en contacto con una asociación protestante americana conocida por el nombre de Iglesia Metodista. Tenían sedes por todo el Norte de África y buscaban a criaturas desamparadas con la intención de iniciarlas en sus creencias. Mi inmadurez y la melancolía que sentía por estar lejos de los míos me convirtió en una presa fácil. Me trataron bien y con simpatía, ganándose con afectos mi confianza. La verdad es que supieron enredarme hasta hacer de mí un cristiano fanático.

Cuando se aseguraron de mi fidelidad me enviaron a Inglaterra para que completara allí mi formación cristiana. Fui recibido con todo fasto, se alegraron de tener a un musulmán convertido a su religión porque en verdad eran muy escasos sus éxitos. Decidieron hacer de mí la clave de la predicación del cristianismo por el Norte de África y creían que a mí me resultaría más fácil que a ellos convencer a los ‘indígenas’, que siempre los miraban con ojos recelosos. Y, efectivamente, me prepararon a fondo. Me enseñaron todo lo que podía saber acerca de la Trinidad y sus demás dogmas, a la vez que encendían en mí y alentaban un rencor visceral hacia el Islam. Me convencieron de que el Islam era el culpable de la decadencia de los pueblos musulmanes y que los europeos estaban en África para alumbrar la inteligencia que el Islam había apagado. Me hicieron creer que sus deseos más ardientes eran los de liberarnos del atraso y la superstición.

Solicité una beca para ir a América y licenciarme como misionero. Y ahí ya sí me enseñaron todos los trucos que había que emplear para disuadir a los musulmanes. Yo estaba tan fascinado ante ese mundo tan teatral que jamás ponía en duda nada de lo que me decían: tal era el poder de convicción que tenían. Llegué a odiar la simple palabra Islam o el nombre de Muhammad (s.a.s.), ¡Allah me lo haya disculpado! La verdad es que aprendía deprisa y llegué a sorprender a mis maestros, pues era capaz de inventar tretas más sutiles que las que me enseñaban. Me hice experto en el arte de la seducción y en el de crear dudas y guiar una conversación al campo que quería.

Me designaron como misionero en Argelia y me dieron un puesto en su organización en la ciudad de Blida. Ahí comencé mi trabajo el dieciséis de abril de 1927. Me arrastraba un enorme entusiasmo que me hacía predicar el Evangelio a todas horas. Me dirigía a las aldeas y hablaba a los beduinos. Asistía a todas las fiestas donde sabía que la hospitalidad obligaba a los anfitriones musulmanes a aceptarme. Acudía a los zocos y esperaba a la gente desde temprano.

¿En qué consistían mis enseñanzas?: básicamente se trataba de resaltar el carácter defectuoso del Islam, demostrar la inhumanidad del Profeta (s.a.s.) y deshacerme en elogios hacia el cristianismo. Les decía: “Mirad a los europeos, fijaos donde han llegado mientras nosotros estamos atrasados en todo. Aprendamos de ellos”. En eso se me dijo que tenía que insistir mucho. También mentía diciendo que por todo el mundo los musulmanes se estaban haciendo ya cristianos. Y después les ofrecía copias traducidas al árabe de los Evangelios. Algunas las regalaba y otras las vendía. Muy pocos era a los que convencía, pero yo decía a mis superiores que en esta etapa era suficiente con introducir dudas entre los musulmanes. Había entre nosotros algunos que se habían convertido, pero era evidente que lo hacían movidos por algún interés, por conseguir alguna prebende de la administración francesa, y eso entristecía a mis jefes. Yo les decía que todo eso era un paso previo.

Así iba todo, y los musulmanes ni se atrevían a replicar por temor a indisponerse con los franceses. Así iba hasta que conocí al Shaij al-‘Alawi, al que Allah conceda una vida duradera para bien del Islam. Mi bendito encuentro con él tuvo lugar el 28 de octubre de 1928. Yo me encontraba en Argel y un día, en un restaurante, escuché a un grupo hablar del Shaij. Era considerado un maestro, un experto en el Islam, capaz de reunir a mucha gente. Por el dueño del restaurante me enteré que tenía ese mismo día una reunión, pues el Shaij había venido desde Mostaganem para impartir unas lecciones.

Creí que era una ocasión magnífica para poder hablar ante un gran auditorio y rebatir a quien gozaba de tanta estima entre los musulmanes: sin duda hubiera sido el mayor éxito de mi carrera.

Cuando llegué esa noche a la mezquita, la encontré rebosante de gente. Me presenté a algunos de los discípulos del Shaij diciéndoles quién era y lo que pretendía. Me sentaron junto al Maestro que, cuando observó mis vestiduras negras, pidió que me trajeran una chilaba blanca. Comenzó entonces la sesión de Dzikr. El ambiente era el de una espiritualidad profunda, y todos, grandes y pequeños, repetían incesantemente el Nombre de Allah, con una fuerza que me erizó la piel. Jamás había tenido una sensación semejante. Nunca la intensidad de unas palabras me habían conmovido tanto hasta enredárseme en las entrañas. Olvidé por completo cuál era mi propósito en aquella reunión, y me di cuenta de que tenía mucho que aprender de un hombre semejante al Shaij, un hombre capaz de comunicar con su sola presencia el sentimiento de inmediatez de Allah. La sesión de Dzikr se alargó hasta bien entrada la noche. Muchos habían realizado un largo viaje para asistir a ella, entre ellos el mismo Maestro, que se despidió de mí citándome para el día siguiente.

Me presenté a la hora que se me había dicho, y encontré en el recinto en que estaba el Sháij muchos círculos de sus alumnos que intercambiaban las enseñanzas que habían recibido de él. De nuevo me sentaron a su lado y él llamó la atención de todos y comenzó un breve discurso. Y contra lo que yo pudiera imaginar empezó a hablar de Jesús en un tono amable. Es cierto que los musulmanes lo aceptan como profeta y reverencian su recuerdo, pero lo que él dijo entonces realzaba de tal modo la figura del Mesías que muy por debajo quedaba lo que los mismos cristianos pudieran decir de él.

En un momento me convencí de que el Nazareno le pertenecía a él y a los suyos mucho más que a los que se dicen sus seguidores. Sus palabras destilaban la sinceridad de un amor inmenso hacia Jesús, sin que por otro lado lo considerara un dios. El respeto que sentía hacia su figura, en el fondo, era mucho mayor del que manifiestan los cristianos.

Después, comenzó a hablar del Islam como continuación de lo que Jesús había enseñado. En ningún momento insultó a nadie ni hizo nada por abrir una polémica. En el curso de esos pocos minutos, la verdad es que la mitad de mis convicciones se habían evaporado. Y debería estárseme notando la agitación que sentía, y por eso me preguntó cortando sus palabras: “¿Cómo te encuentras?”. Y yo le respondí: “Bien. Pero quisiera que esta reunión no acabara. Sidi, tengo unas terribles dudas, y jamás he encontrado entre los musulmanes quien pudiera responder a mis preguntas”. “Ya lo sé. Pero ahora tienes que irte. Ve en paz. Vuelve mañana”. Salí de la casa, y por el camino de vuelta en mi interior se iba cociendo la duda que empezaba a sentir sobre mis creencias. En lugar de permitir entonces un diálogo, el Shaij sabía lo que yo necesitaba entonces, que era poner un poco en orden mi pensamiento. Me di cuenta de que él no hacía lo que yo: aprovechar el descuido o la perplejidad de mi oponente para bombardearlo con un discurso preparado antes.

Lo visité tres días consecutivos. Oía sus palabras y no podía responder a sus argumentos. Casi sin darme cuenta, al tercer día puse mi mano en la suya y pronuncié la Shahâda. Cuando proclamé mi vuelta al Islam, el grupo de los que estaban ahí reunidos repitieron conmigo la fórmula del Islam y me felicitaron de uno en uno.

Ahora, quisiera recordar algunas de las palabras que hubo entre nosotros. Por desgracia, el papel no puede dar fe de del tono en que esas conversaciones tuvieron lugar. Baste decir que el Shayj tiene una forma de hablar suficiente que convence en todo momento de su sinceridad. Eso es algo que yo jamás encontré entre las mayores autoridades de la secta en la que había caído. Se te muestran simpáticos, pero no sinceros.

Un día le pregunté por el pecado original. Le dije que en el Corán se recoge la misma historia que aparece en la Biblia. Ese pecado, según los cristianos, es heredado por los hijos de sus padres, y es necesario el advenimiento de un Salvador. El me preguntó: “¿Dónde dice el Corán, que la humanidad fuera condenada, por el acto de Adán?”. Y yo le respondí: “En el Corán Allah dijo a Adán y a su compañera: Descended del Jardín, seréis unos enemigos de otros. Es decir, condenó a la humanidad por lo que hicieron sus padres”. Y él me respondió: “Haces muy mal en utilizar el Corán contra los musulmanes porque ellos lo conocen mejor que tú. El Corán enseña que Allah le mostró a Adán el camino de vuelta hacia Él, es decir, Allah disculpó su falta. ¿Que sentido tiene que participen en el pecado y no en la disculpa? Que el descenso a la tierra sea un castigo, lo dices tú, no los musulmanes. Adán era un profeta, el primero de ellos, y como tal era maestro para la humanidad. Lo que ocurrió lo entendemos los musulmanes como una lección. Adán abrió la puerta del camino de vuelta a Allah, y no lo contrario. Adán, sea bendecido y saludado con la paz, no fue una trampa que Allah nos tendiera, sino misericordia para nosotros, y nos mostró el camino que conduce hacia Allah”.

Y después dijo: “Has dicho que Jesús es el Salvador, ¿ qué significa eso?”. Respondí: “Quiere decir que desde el pecado original, todos los hombres están expuestos a Satanás, quien hace con ellos lo que quiere. No pueden librarse jamás de sus tentaciones. Para salir de ellas necesitan quien los rescate. Quienes creen en el Mesías, es decir, quienes lo aceptan por dios e hijo de dios, y hasta las ultimas doctrinas que enseña la iglesia, son salvados por él de la condena eterna”. Y él comentó: “En cuanto a que algo obligue a Allah a perdonar o condenar es algo que los musulmanes consideran impensable. Nos parecen descorteses esas palabras con las que se quiere obligarle a cumplir nuestras ilusiones. No. Además, que el cristianismo libere al hombre del pecado, no hay más que mirar hacia Europa, que es cristiana de arriba a abajo, y es donde se cometen más crímenes contra el bien. ¿De que ha liberado el cristianismo a Europa como para que nos parezca deseable lo que ha ofrecido a sus seguidores? Lo que yo creo, hermano, es que Allah guía a los que le temen, aquellos que se vuelven hacia Él de verdad, sin necesidad de esas complicaciones acerca de ningún salvador”.

Otro día me dijo: “¿Por qué creen los cristianos que Jesús sea el hijo de dios?”. Yo le dije: “Porque nació sin padre, como también dice el Corán. E hizo prodigios de los que nadie es capaz, lo cual también aceptan los musulmanes. Por ultimo, muchos pasajes de los evangelios dicen claramente que él es hijo de dios”. Y me preguntó a continuación: “¿Los cristianos creen en todo lo que dice la Biblia?”. Y yo dije: “Sí, y en especial los protestantes”. Y comentó entonces: “Pues deben creer que son muchos más los dioses porque, según la Biblia, todos somos hijos de un mismo dios. ¿Por qué no dicen lo mismo de Moisés y otros enviados que pronunciaron, según la Biblia, palabras próximas a las de Jesús? Y si las interpretan metafóricamente en esos casos, ¿porqué no hacen lo mismo con el que dicen que es su único hijo?”. A continuación citó de memoria muchos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento en los que se emplean con demasiada ligereza el nombre de dios e hijo de dios. Y después dijo: “Si para los cristianos es signo de divinidad nacer sin padre, Adán debe ser un dios mayor por que nació sin padre ni madre. O al menos debe ser un dios parecido a Jesús, sean ambos profetas bendecidos y saludados con la paz. Pero yo creo que los cristianos carecen de todo fundamento”. Yo intenté sostener el último argumento que era el de la resurrección de los muertos, y él me contestó: “Si Jesús resucitó a los muertos todo ello no sería más que un signo de su carácter de profeta asistido por Allah. Si resucitar a un muerto demostrara que se es un dios, Moisés habría sido un dios superior porque dio vida a un bastón convirtiéndolo en serpiente. Si hubieras puesto al muerto que resucitó al lado de la serpiente de Moisés, seguro que hubiera salido corriendo de ella. De ello se deduciría que Moisés sería un dios mayor. Allah nos preserve a los musulmanes de afirmar tonterías semejantes”.

En otra ocasión le dije: “Si se compararan los milagros realizados por Sidna Muhammad, cosa que los cristianos no aceptamos, junto a los que hizo Jesús, que los musulmanes si aceptáis, es evidente que los milagros de este fueron mayores”. Y él me respondió: “Hijo mío, los milagros hablan de la gente para lo que son realizados y no de los profetas, que son sólo instrumentos. Muhammad (s.a.s) no necesitó prodigios para llegar al corazón de su pueblo, pero los judíos eran gente de pecho duro. A Sidna Muhammad (s.a.s) le bastó la palabra para construir una nación, Jesús tenía que ganarse la confianza de los judíos recelosos a base de portentos que acallaran sus continuas dudas. Y sin embargo mira el arraigo del Islam. Tú eres testigo de los inmensos capitales que los estados cristianos invierten en el intento de convertirnos al cristianismo, y no lo logran. Unas palabras, las del Corán, han asentado en nosotros sus certezas, mientras que los cristianos son los primeros en abandonar su propia religión, a pesar de todos los milagros”. 

Allah bendiga al Shayj. Si yo fuera capaz de recordar todas sus palabras escribiría un magnifico libro que sería de gran utilidad para los musulmanes, en especial en estos tiempos en los que se orquesta toda una campaña contra ellos. Allah preserve nuestro Îmân y nos haga seguros y fuertes en el Islam y nos conduzca por la senda de la excelencia, y nos haga a todos morir definitivamente con las palabras de la Shahada en los labios: la ilaha illa Allah, Muhammad Rasûlullâh... In sha Allah.

2- Sin embargo el tono del Shayj no era siempre tan amable. Poco después, en el periódico al-Balag, apareció un nuevo articulo en el que esa vez se trataba de las confesiones de un argelino, Mbarak ben Slimán, de Constantina, que se había convertido a la misma secta metodista. Tras largas conversaciones en las que el Shayj desmontaba las afirmaciones del misionero, acabó con la siguiente pregunta: “Explícame qué es eso de la Trinidad”. El cristiano, tras varios intentos fallidos de explicación, acabó diciendo: “Para nosotros es un misterio en el que debemos que creer”.

El Shayj replicó diciéndole “Si la razón no es capaz de comprender vuestras doctrinas, ¿por qué no se las proponéis mejor a los tontos y a los locos? Solo ellos podrán aceptaros. En cuanto a los que disponemos de razón, debemos someterlo todo a ella, si o no ¿para qué la tenemos? ¿para qué nos ha sido dada? Allah nos a dado juicio para emplearlo, y no para admitir las cosas a ciegas”.

Después, el Shayj se volvió hacia el grupo que estaba reunido con ellos, y dijo: “¿Sabéis a lo que los cristianos llaman Trinidad?, pues dicen que el ser humano, al que Allah ha dotado de cordura, debe creer que uno, al que llaman el Padre y que está sentado sobre su trono en el cielo, es dios; y que el Mesías es su hijo, y que él también es un dios completo con todos los atributos de la divinidad, a la vez que no deja de ser hombre, con todos los atributos propios de los hombres. Y a este hijo de dios lo crucificaron en la tierra en tiempos de Pilatos, que murió, fue enterrado, y resucitó al tercer día. Ahora está sentado a la diestra de su padre en el cielo. Pero además, el ser humano, al que Allah ha dotado de juicio y entendimiento, debe creer que hay un tercero, el Espíritu Santo, que también es un dios completo, del que no saben a ciencia cierta dónde está. Pues bien, estos tres juntos a su vez son un mismo dios completo, compartiendo la misma naturaleza”.

Dirigiéndose al misionero, le dijo: “¿No es, más o menos, así?”. Y continuó diciendo: “Si dijerais que el padre es una parte de dios, el hijo otra, y el espíritu otra, algún sentido tendrían vuestras palabras para alguien carente de mucho discernimiento. Pero eso de tres en uno y uno en tres, no es algo que tenga mucha lógica”.

Finalmente, el Shayj Sidi Ahmad al -'Alawi (radiallahu ´anhu) le puso las cosas claras al misionero: “¿Sabes realmente lo que estás haciendo? Vas a las mezquitas donde encuentras a gente que se limpia antes de entrar, que se lavan con cuidado antes de presentarse ante su Señor, y tú les dices que todo eso no es necesario, que tu dios no aprecia esas cosas, que le da igual que recen sucios y apestando a orines. Te encuentras ahí con ancianos venerables, que toda su vida han estado buscando al Uno-Verdadero, y tú les dices que uno es tres y que tres es uno, que uno de ellos es el padre, el otro un crucificado y el otro no se sabe donde está. ¿Qué les aclaras con ello? ¿Qué bien les estás haciendo?”

Traducción de Abderramán Mohamed Maanán


El Islam y la Espada: Mensaje Fraternal del Profeta a los Cristianos




La proclama que a continuación transcribimos tiene mil cuatrocientos años. Es prácticamente desconocida en occidente y en una traducción fiel que ofrecemos a los lectores de habla hispana.

La misma es portadora del espíritu del Islam, de su tolerancia, de su misericordia para con todos los seres. Su universalidad radica en el amor, comprensión y conocimiento, y es un llamado a la fraternidad entre los seres humanos.

“...Que además de una vida tranquila, les garantizo su propia defensa, la de sus templos y conventos”, dice el Profeta Muhammad (La bendición y la paz sean con él y su descendencia purificada) en su mensaje, y agrega:
“...Que no se obligará a ningún cristiano a convertirse a la religión del Islam, ni se le discutirá su creencia, sino en términos afables...”.

La civilización occidental, con su diversidad de doctrinas; políticas, seudo religiones, organizaciones internacionales, tratados, concilios, etc., no fue idónea para desarrollar y poner en práctica una tolerancia capaz de abarcar a todos los hombres con verdadero espíritu de comprensión, capaz de terminar con el flagelo de la incomunicación y lo que ella significa para el mundo.

El Islam, que fue y es injustamente acusado de implantar la fe mediante la espada, rechaza categóricamente esta acusación y como respuesta ofrece este mensaje elocuente que es un testimonio hasta el fin de los tiempos.

Este valioso documento histórico fue dictado por el Profeta Muhammad (B.P.) y en él están impresas las normas jurídicas que habrían de regular la convivencia entre Cristianos y Musulmanes. Muhammad (B.P.) era iletrado. Suscribía sus cartas, tratados, proclamas, con su sello personal. En esta oportunidad, sus secretarios lo olvidaron y los beneficiarios exigen que lo avale con su rúbrica, como lo hicieron los demás pueblos islámicos. Sin hesitar, impresionó su dígito pulgar en la almohadilla y la imprimió al pie del documento: “He aquí la firma. Como ésta no hay otra igual”. Exclamó entonces:

“Esta promesa, formulada por Muhammad, Enviado de Dios para todos los pueblos, como anunciador, intérprete y promotor de las leyes que Aquél impone a sus criaturas, está dirigida a todos los adeptos de la religión cristiana ya sean árabes como de otras razas, ya cercanos o lejanos, ya conocidos o desconocidos”.

“Al emitir este mensaje, después de un riguroso examen de conciencia, doy público testimonio de que él se inspira en la justicia divina y por ende los musulmanes que lo observen minuciosamente, cumplirán de modo estricto los postulados del Islam, destacándose como sus más excelentes correligionarios; y quien desacate la norma que yo establezco conduciéndose por sendas prohibidas a los creyentes austeros, será simplemente un traidor y un menospreciador de su credo, ya se trate de un sultán o de cualquiera de los musulmanes”.

“Formalizo esta solemne promesa en mi nombre y en el de los buenos creyentes que constituyen mi pueblo, ofreciéndome con ellos y por ellos, al juicio general:”

“Doy la promesa de Dios y Su Palabra Intachable, invocando la conciencia de Sus Profetas, de Sus Enviados, de Sus Mensajes sin mácula, de los fieles del Todopoderoso, de los creyentes y musulmanes pasados y presentes. Con la base del acuerdo que Dios ha concertado con los Profetas y por el cual les impone la obediencia de Sus preceptos y el fiel cumplimiento de los deberes contraídos para con El, doy mi palabra indeclinable y precisa:

Que protegeré a los refugiados en mis puertos, con mi caballería e infantes, con mis guardianes del orden y mis súbditos civiles, donde quiera que se hallaren, lejanos o cercanos, tanto en tiempos de paz como en épocas de guerra”.

“Que además de una vida tranquila les garantizo su propia defensa, la de sus templos y conventos, sus capillas y abadías, la residencia colectiva o particular de sus monjes y la seguridad de los caminos para sus giras, donde quiera y en cualquier forma que estuvieren, en oriente y en occidente, sobre las montañas o en el seno de los valles, en las cuevas como en poblados o en desiertos, en tierra llana o quebrada, y en todo lugar donde habiten”.

“Que defenderé su religión y su propiedad en cualquier sitio y modo en que se hallaren, en igual grado lo haría por mí mismo, por mi religión, por mis allegados y sus pertenencias, y que les cobijaré asimismo, contra cualquier daño, disgusto, imposición ilícita o responsabilidad ilegítima, escudándoles contra toda fuerza extranjera que pretendiese atacarlos, con mi propia persona y con los míos, ya fueren soldados o civiles, sin tener en cuenta la potencialidad del enemigo”.

“Que desde ya les considero bajo mi protección y resguardo, en forma que no les tocará perjuicio alguno, sin alcanzar previamente a mis dignatarios, encargados de la defensa nacional”.

“Que les eximo de las cargas impositivas que los nómadas abonan, de conformidad con los convenios existentes, pidiendo concurrir con la suma que fuese de su agrado, sin que tal contribución se considere un tributo ineludible”.

“Que, desde ahora, no se obligará a ningún sacerdote cristiano a renunciar a su investidura, ni a ningún individuo a abandonar su culto, como así mismo no se obstaculizará a los monjes en el ejercicio de su profesión, ni serán forzados a desalojar sus conventos, a suspender sus giras misioneras”.

“Que no será demolida ni siquiera una mínima parte de sus templos ni se permitirá su adquisición para mezquitas o residencias de musulmanes; pues quien tal hiciera quebrantaría la solemne promesa dada en nombre de Dios, desobedecería al Profeta y traicionaría abiertamente la felicidad de su conciencia”.

“Que en cuanto al impuesto a los réditos, derivados de los grandes negocios marítimos o terrestres, determinados por la extracción de metales, perlas, piedras preciosas, oro o plata, provenientes de capitales considerables pertenecientes a los cristianos, no excederá en ningún caso de doce dracmas anuales, si estos residen y permanecen en el mismo lugar en el cual ejercen su oficio”.

“Que no se exigirá tributo a las personas, con domicilio o sin él que vivan de la beneficencia de los demás, excepción hecha a los que heredan gravados con impuestos, en cuyo caso seguirán abonándolos, sin aumento alguno, pudiendo, sin embargo, cumplir en parte esta obligación en caso de presentarse dificultades para pagar el canon fijado anteriormente al testador”.

“Que si alguno de ellos adquiriese bienes muebles o inmuebles con el bien de beneficiarse con su explotación o arrendamiento, no pagará mayores impuestos que los que abonan sus semejantes”.

“Que los cristianos serán considerados, en cuanto a los fueros de la conciencia, iguales a los nuestros, sin que estén obligados a salir con los ejércitos nacionales al encuentro del enemigo, ni a afiliarse con ellos, pues la defensa corresponde exclusivamente a los musulmanes. No obstante, los cristianos podrán contribuir voluntariamente al aprovisionamiento y remonta del ejército, genuinamente musulmán, con armas y caballos, lo cual será recordado con benevolencia y gratitud”.

“Que no se obligará a ningún cristiano a convertirse a la religión del Islam, ni se le discutirá su creencia, sino en términos afables, debiendo ser tratados por todos los musulmanes con misericordia y cariño, protegiéndolos contra toda lesión o prejuicio donde quiera que estuvieran y en cualquier situación en que se encontraren”.

“Que si algún cristiano se viera impulsado a la comisión de una falta grave o delito, constituirá un deber ineludible de los musulmanes inducirlo al buen camino, por medio del exhorto y el buen consejo, y en caso de haberlo realizado, servir a su defensa, hasta reparar el daño ocasionado, esforzándose para concertar la paz con el súbdito musulmán ofendido, a coadyuvar en persecución de estos fines”.

“Que los musulmanes no contribuirán a fracaso alguno de los cristianos, no le será negada la colaboración necesaria, ni tampoco del seno de la nación”.


“Que por medio de esta promesa divina les concedo las mismas garantías de que gozan los musulmanes, asumiendo, en consecuencia, la obligación de protegerlos contra todo inconveniente y proveer a su beneficio, para que sean verdaderos ciudadanos, solidarios en los derechos y deberes comunes”.

“Que, en lo que respecta al matrimonio, no se obligará a una cristiana a casarse con un musulmán, ni será contrariada si se resiste al noviazgo, por ser indispensable su previo consentimiento; y que, en caso de realizarse esta unión, deberá el marido dejar en libertad a la esposa para practicar su culto de acuerdo a la orientación de sus jefes espirituales, de cuyas normas tomará ejemplo, sin obligarla en ningún caso a abjurar de su religión, ni oponerse si éstos fuesen sus deseos, pues todo acto contrario a estos postulados, lo colocaría entre los falaces, violadores de la promesa de Dios y de la palabra de Su Profeta”.

“Que si los cristianos necesitaren construir o refaccionar sus templos, capillas o lugares santos, o cualquiera otra realización de interés para su culto, será prestada a su pedido, la colaboración técnica o pecuniaria correspondiente, considerándose tal acto como una simple beneficencia, concorde con la promesa dada por el Profeta, y ajustada a las normas que Dios impone a todos los musulmanes”.

“Que no serán obligados, en caso de guerra, a servir de emisarios, guías u observadores sobre el campo enemigo, ni a ninguna actividad de carácter bélico; y que si alguien les exigiese, ya individualmente o en masa, realizar lo contrario, será considerado en desacato de la palabra profética y desobedeciendo a su testimonio”.

“Estas condiciones fueron impuestas por Muhammad, el Enviado de Dios, en favor de los adeptos de la religión cristiana, sin excepción alguna”.

“Los únicos deberes que a su respecto se establecen, bajo la éjida de su buena conciencia y los postulados de su credo, son los siguientes:

“Que no ayudarán al enemigo en guerra con los musulmanes, en forma pública o secreta, ni darán albergue o refugio al adversario en sus casas, lugares santos o regiones, ni le secundarán con tropas, armas, caballos u hombres, ni se constituirán en depositarios de sus bienes, ni mantendrán comunicación con ellos”.

“Que no se negarán a prestar un hospedaje de tres días consecutivos a cualquiera de los musulmanes ni a sus caballos, donde quiera que se encuentren o dirijan sin que ello obligue a facilitar alimentos extraordinarios, que significarían un aumento en sus gastos habituales”.

“Que si algunos de los musulmanes en situación apremiante se viera precisado a refugiarse en sus casas o regiones, le tratarán cordialmente, ayudándolo y alentándolo en su infortunio, y ocultando su paradero al enemigo sin omitir esfuerzo para cumplir este deber”.

“Quien quiera que viole las condiciones prefijadas, será considerado un renegado de Dios y de la promesa solemne dada por el Profeta a los sacerdotes y monjes cristianos, con el testimonio de la nación”.

“Este es un mandato ineludible contraído por el Profeta en su propio nombre y en el de todos los musulmanes, y a cuya observancia se obligan de modo estricto hasta el día de la Resurrección y terminación del mundo”.

Evidentemente estas palabras, teniendo en cuenta la intolerancia que caracterizaba a esa época entre los seguidores de distintos cultos e ideas, son una muestra de que su origen es celestial y auténticamente profético. La historia islámica, inspirándose en estas enseñanzas, ha dado ejemplo de un elevadísimo grado de comprensión y tolerancia.

El Islam y la Espada: Los versículos de la Espada en el Corán



Jamás deben emplearse textos referentes a situaciones aisladas para tratar casos en la normalidad. Por ello al estudiar un versículo (Aya), deben observarse escrupulosamente los siguientes puntos:

La posición del versículo  lingüísticamente: significado de los vocablos (no sólo literalmente). Debe tenerse en cuenta además el significado que en su época se daban a determinadas palabras o expresiones, distinto al empleado en la actualidad, como sucede en todas las lenguas.

-Cuándo fue revelada: en qué contexto se halla, dentro de qué situación.
-Dónde fue revelada.
-Y por qué razones fue revelada.

Todo esto puede decir muchísimo sobre el Versículo y resolver muchas dudas, confusiones y malentendidos


El concepto de la “Yihad” en el Islam


A causa de los actos de determinados elementos extremistas, el mundo occidental tiene un concepto equivocado de la “Yihad” (o Guerra Santa). La palabra “Yihad” evoca la imagen de una banda de fanáticos religiosos, con largas barbas y mirada fiera, con las espadas desenvainadas  y  dispuestos a atacar a los infie­les. Un imagen que Hollywood y los medios de comunicación han estado difundiendo durante muchos años y que nada tiene que ver con el Islam.
“Yihad” en la terminología islámica significa realizar un esfuerzocomprome­terse y perseverar por una causa noble.
La Yihad se divide en dos categorías. La primera y mas importante es la de­nominada “Yihad-el-Akbar”= "Yihad Mayor". Es ésta la “Yihad” contra el propio ego, el esfuerzo frente a las malas inclinaciones y tentaciones: es la lucha por la purificación del alma. Esta es la “Yihad” más difícil y, por tanto, en términos de recompensa y bendiciones espirituales se corresponde con la categoría más elevada de “Yihad”.
La segunda se denomina “Yihad-e- Asgar” = "Yihad Menor ". Esta es la “Yihad” de la espada. Se trata de una “Yihad” comunitaria y presupone determinadas condiciones especí­ficas. El Corán habla única y exclusivamente de la lucha justa contra aquellos que tomaron antes la iniciativa de atacar a los musulmanes, sólo en defensa pro­pia. Esta es la condición establecida en los otros versículos del Santo Corán que tratan de este tema. El así llamadoversículo de la espada en la escritura islámica, es frecuentemente citado fuera de contexto pretendiendo afirmar que inculca una masacre indiscriminada de los no creyentes. Las palabras coránicas "matadlos dondequiera que los encontréis" se aplican únicamente a los casos en los que el enemigo fue el primero en atacar a los musulmanes y se refiere a aquellos no creyentes y adversarios que rompieron sus firmes pactos y juramentos previa­mente establecidos con los musulmanes. No son aplicables en ningún caso a las guerras y batallas no provocadas. La interpretación de estos versículos de cual­quier otra manera supone hacer una parodia de los elevados ideales del Islam. No existe un sólo ejemplo en la vida del Profeta del Islam en el que ofreciera a nadie la alternativa entre el Islam o la espada.
Los medios de comunicación occidentales y los productores de Hollywood ignoran por completo la distinción entre estos dos aspectos de la “Yihad”. Debe recordarse que el Santo Corán NO hace de la “Yihad”o la “guerra santa un artículo de fe. Las tradiciones y declaraciones del Santo Profeta la convierten en una fórmula para el esfuerzo personal activo que de manera incorrecta tiende hacia una expresión militante. El terrorismo actual es totalmente contrario al espíritu auténtico de la “Yihad” islámica.
Por lo tanto, la presentación del Islam como una religión bárbara  y cruel que se da a si misma el derecho a causar destrucción material y sufrimiento humano injustificado con el pretexto de la autoridad divina, no tiene nada que ver con la esencia del Islam que encontramos fundamentada en el Sagrado Corán y en los pre­ceptos originales del Profeta Mohammad (s.a.s).
Todo propósito y actividad que atenta con­tra la paz es severamente condenado por el Islam. Hay mandamientos específicos a este respecto en el Sagrado Corán:

7:55 "No sembréis la corrupción en la tierra después de haber sido puesta en orden"
11:85 "Completad [siempre] la medida y el peso, con equidad, y no despojéis a la gente de lo que es justamente suyo, ni obréis mal en la tierra sembrando la corrupción" 
29:36 "¡Adorad [sólo] a Dios, y vivid pendientes del Último Día, y no obréis con maldad en la tierra sembrando la corrupción!"

Las actitudes perversas y perjudiciales hacia los demás son condenadas en mu­chos otros versículos y se ordena repetidamente a los musulmanes a trabajar por la paz con plena dedicación.

El siguiente versículo del Corán, es muy divulgador y puede resumir la razón por la que Dios Altísimo nos concede el derecho para luchar:
 22:(39) LES ESTÁ PERMITIDO [combatir] a aquellos que son víctimas de una agresión injusta- -y, ciertamente, Dios tiene en verdad poder para auxiliarles-- : aquellos que han sido expulsados de sus hogares, contra todo derecho, sólo por haber dicho: "¡Nuestro Sustentador es Dios!" Pues, si Dios no hubiera permitido que la gente se defendiera a sí misma unos contra otros, todos los monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas --en todos los cuales se menciona el nombre de Dios en abundancia-- habrían sido ya destruidos.



Hemos realizado la recapitulación de la totalidad de los versículos del Corán que hablan de la Guerra, con la explicación correspondiente y el contexto en qué fueron reveladas.



Caso 1:


-- 2:(190) Y COMBATID por la causa de Dios a aquellos que os combatan, pero no cometáis agresiónpues, ciertamente, Dios no ama a los agresores.167 (191) Matadles dondequiera que los encontréis yexpulsadles de donde os hayan expulsado --pues la opresión es aún peor que matar.168 Y no luchéis con ellos junto a la Casa Inviolable de Adoración si ellos no os combaten antes allí;169 pero si os combaten, matadles: esta es la recompensa de los que niegan la verdad. (192) Pero si cesan --ciertamente, Dios es indulgente, dispensador de gracia. (193) Por tanto, combatidles hasta que cese la opresión y la adoración esté consagrada por entero a Dios;170 pero si cesan, deben acabar todas las hostilidades, salvo contra aquellos que [deliberadamente] hacen el mal.
(194) Combatid en los meses sagrados si sois atacados:171 porque la violación de lo sagrado está [sujeta a la ley de] la justa retribución. Si alguien comete una agresión contra vosotros, atacadle como os ha atacado --y manteneos conscientes de Dios, y sabed que Dios está con los que son conscientes de Él.172
(195) Y gastad [de buen grado] en la causa de Dios, y que vuestras manos no os arrojen a ladestrucción;173 perseverad en hacer el bien: ciertamente, Dios ama a quienes hacen el bien.

Explicación:


Este versículo y los siguientes establecen de forma inequívoca que sólo la autodefensa (en su sentido más amplio) hace permisible la guerra para los musulmanes. La mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que la expresión la taatadu significa, en este contexto, "no cometáis agresión"; mientras que al-muatadin designa a "quienes cometen agresión". Así mismo, el carácter defensivo del combate "por la
causa de Dios" --es decir, por la causa de los principios éticos ordenados por Dios-- resulta evidente por la alusión a "aquellos que os combatan", y es clarificado aún más en 22:39 --"les está permitido [luchar] a aquellos que son combatidos injustamente"-- que es, según todas las tradiciones de que disponemos, la primera (y por tanto la fundamental) alusión coránica a la cuestión del yihad, o guerra santa (véase Tabari e Ibn Kazir en sus comentarios a 22:39). Que este enunciado inicial del principio fundamental de autodefensa como única justificación de la guerra, ha sido mantenido en todo el Qur’an, resulta evidente por 60:8, y por la frase final de 4:91, ambos pertenecientes a un período posterior al versículo antedicho.

Teniendo en cuenta la ordenanza anterior, la orden de "matadles dondequiera que los encontréis" es válida sólo para hostilidades ya en curso (Rasi), entendiendo que "los que os combatan" son los agresores o los opresores (una guerra de liberación se considera como guerra "por la causa de Dios"). La traducción de fitna, en este contexto, por "opresión", se justifica por aplicarse este término a todo abuso que empuje al hombre al extravío o a la pérdida de su fe en los valores espirituales (cf. Lisán al-Aarab). Esta alusión al combate en los alrededores de Mecca se debe al hecho de que, cuando se reveló este versículo, la Ciudad Santa estaba aún en manos de los Quraish paganos, enemigos de los musulmanes. No obstante --como ocurre con todas las alusiones históricas en el Qur’an-- esta orden tiene carácter general y es, por lo tanto, válida para todos los tiempos y circunstancias.

170 Lit., "y la religión pertenezca [sólo) a Dios" --o sea, hasta que se pueda adorar a Dios sin miedo a la persecución y ningún ser humano esté obligado a humillarse ante otro por temor. (Véase también 22:40.) El término din se traduce más adecuadamente, en este contexto, por "adoración", ya que comprende aquí tanto los aspectos doctrinales de la religión, como los morales: es decir, tanto la fe como las obligaciones derivadas de esa fe.



Caso 2:


8:(60) Así pues, preparad contra ellos todas las fuerzas y caballos de batalla64 que podáis reunir, para desalentar con ello a los enemigos de Dios, que son también enemigos vuestros,65 y a otros aparte de ellos que no conocéis, [pero que] Dios si conoce; y cualquier bien que gastéis66 por la causa de Dios os será devuelto cumplidamente, y no se os hará injusticia. (61) Pero si se inclinan a la paz, inclínate tú también, y confía en Dios: ¡en verdad, sólo Él todo lo oye, todo lo sabe! 67

Explicación:


64 Lit., “guarniciones de caballos” (ribat al-jeil): una expresión que significa “mantener en estado de alerta tropas de caballería en todos aquellos puntos expuestos a una invasión enemiga (zugur)”; lo que equivale, figuradamente, al mantenimiento de un alto nivel de preparación militar.

65 Lit., “al enemigo de Dios y enemigo vuestro” --dando a entender que cualquier “enemigo de Dios” (e.d., todo aquel que deliberadamente se opone a, e intenta socavar, las leyes morales decretadas por Dios) es, eo ipso, un enemigo de los que en Él creen.

66 E.d., en recursos, esfuerzos y sacrificio de la propia vida.

67 Lo cual implica que “aún cuando hicieran un ofrecimiento de paz con la única intención de engañarte, tal [ofrecimiento de] paz debe ser aceptado, porque los juicios [sobre sus intenciones] deben basarse sólo en pruebas evidentes” (Rasi): en otras palabras, las simples sospechas no pueden ser excusa para rechazar un ofrecimiento de paz.


Caso 3:


47:(4) Y CUANDO os enfrentéis [en combate] a los que se empeñan en negar la verdad,4 golpeadles en el cuello hasta derrotarles por completo, y luego apretad sus ligaduras;5 pero después dejadlos en libertad, bien como un gesto de gracia o mediante rescate, hasta que la guerra deponga sus cargas:6 así [deberá ser]. Y [sabed que] si Dios hubiera querido, podría en verdad castigarles [Él mismo]; pero [quiere que luchéis] para probaros a [todos,] unos por medio de otros.7


Explicación:


4 Sc., “y en apartar [a otros] del camino de Dios” –enlazando así con el versículo 1 y estableciendo la condición fundamental que debe darse para justificar una guerra física: a saber, la defensa de la fe y de la libertad (cf. respecto a esto la nota 167 a 2:190). En otras palabras, cuando “los que se empeñan en negar la verdad” intentan privar a los musulmanes de su libertad social y política, haciendo imposible que vivan de acuerdo a los principios de su fe, se hace permisible una guerra justa (yihad), llegando a convertirse
hasta en un deber. Todo este versículo se refiere a hostilidades ya existentes; y no hay duda de que fue reveladodespués de 22:39-40, que es la primera vez que el Corán hace referencia a la guerra física.
5 Lit., “apretad el lazo”. Según casi todos los comentaristas, esta expresión denota la toma de prisioneros de guerra. Además de esto, puede referirse también a sanciones o salvaguardas que hagan improbable que la agresión se repita en un futuro próximo.
6 El término “rescate” incluye también, en este contexto, el intercambio de prisioneros de guerra (Samajshari, citando una opinión del Imam Ash-Shafií.
7 E.d., para que los creyentes demuestren con hechos la profundidad de su fe y su capacidad de abnegación, y para que los agresores comprendan lo equivocados que estaban, y esto los acerque a la verdad.


Caso 4:


4:(88) ¿Cómo, pues, podéis estar indecisos  acerca de los hipócritas, cuando Dios les ha repudiado por su conducta culpable? ¿Queréis acaso guiar a quienes Dios ha dejado en el extravío -- siendo así que a quien Dios deja que se extravíe no podrás tú encontrarle camino? (89) Querrían que negarais la verdad como ellos la han negado, para que fuerais iguales. Por tanto, no les toméis por aliados vuestros mientras no abandonen el ámbito del mal  por la causa de Dios; y si se vuelven  abiertamente hostiles, cogedles y matadles allí donde los encontréis. Y no toméis a ninguno de ellos  por aliado o protector, (90) salvo a quienes de ellos sean aliados de gentes a las que os una un pacto, o que vengan a vosotros porque sus corazones rechazan la idea de combatir contra vosotros o contra su propia gente --aunque si Dios hubiera querido hacerles más fuertes que vosotros, ciertamente os habrían combatido.  Así pues, si os dejan tranquilos y no os combaten, y os ofrecen la paz, Dios no os permite que les hagáis daño. (91) Hallaréis a otros que desean vivir en paz con vosotros y con su propia gente, [pero que,] cada vez que son tentados de nuevo a la discordia, caen precipitadamente en ella.  Así pues, si no os dejan tranquilos y no os ofrecen la paz, y no refrenan sus manos, cogedles y matadles allí donde deis con ellos: porque contra estos sí os hemos dado plena autorización [para combatir]. 

Explicación:


"cuando Dios les ha rechazado a causa de lo que se han ganado". Existen diversas conjeturas, casi todas ellas de carácter histórico, acerca de la identidad de estos hipócritas. Algunos comentaristas consideran que este versículo hace referencia a los hipócritas de Medina en los primeros años después de la hégira; otros (p.e., Tabari) prefieren el punto de vista expresado por Ibn Abbas, para quien esto alude a
ciertas gentes de Mecca que, antes de la hégira, aceptaron el Islam externamente pero que en secreto siguieron apoyando a los paganos de Quraish. Es innecesario, a mi parecer, buscar interpretaciones "históricas" a este versículo, cuando puede entenderse fácilmente en términos generales. El versículo anterior habla de Dios, destacando Su unidad y la verdad evidente de Su mensaje revelado, así como la certeza del juicio del Día de la Resurrección. "¿Cómo, pues," prosigue el razonamiento, "podéis estar indecisos acerca de la talla moral de una gente que de dientes para afuera proclama la verdad del mensaje de Dios pero que, sin embargo, no están dispuestos a hacer una elección sincera entre el bien y el mal?"


Caso 5:


8:(39) Y combatidles hasta que cese la opresión y la adoración esté consagrada por entero a Dios. 39 Y si desisten --ciertamente, Dios ve todo lo que hacen.

Explicación:

Una frase idéntica en 2:193, y la nota correspondiente. Ambos pasajes ponen de relieve que la lucha en defensa propia --entendida en el más amplio sentido del término-- es la única justificación para la guerra.



Caso 6:


9: (5) Y entonces, una vez transcurridos los meses sagrados,matad a aquellos que atribuyen divinidad a otros junto con Dios dondequiera que los encontréis,7hacedles prisioneros, sitiadles y acechadles desde cualquier lugar que se os ocurra.8 Pero si se arrepienten, establecen la oración y pagan el impuesto de purificación, dejadles en paz: pues, ciertamente, Dios es indulgente, dispensador de gracia.9

Explicación:


6 Según una costumbre anterior al Islam, extendida en Arabia, los meses de Muharram, Rayab, Dul-Qaada y Dul-Hiyya eran considerados “sagrados”, en el sentido de que durante esos meses debían cesar todas los hostilidades tribales. A fin de preservar esos períodos de tregua y de promover la paz entre las tribus, a menudo beligerantes, el Corán no revocó esta costumbre ancestral sino que confirmó su práctica. Véase también 2:194 y 217.

Leído juntamente con los dos versículos anteriores, y también con 2:190-194, este versículo se refiere a hostilidades ya en curso con gentes culpables de una violación de las obligaciones de un tratado, y de agresión.

E.d., “haced todo lo posible y aconsejable en la guerra”. El término marsad denota “cualquier punto desde el que se puede avistar al enemigo y observar sus movimientos” (Manar X, 199).

9 Como he señalado en más de una ocasión, cada versículo del Corán debe ser leído e interpretado dentro del contexto global del Corán. Este versículo, que habla de una posible conversión al Islam por parte de “aquellos que atribuyen divinidad a otros junto con Dios” con los cuales los creyentes están en guerra, debe, por tanto, ser considerado en conjunción con varios preceptos fundamentales del Corán. Uno de ellos, “No cabe coacción en asuntos de fe” (2:256) prohibe categóricamente cualquier intento de convertir a los no creyentes por la fuerza --lo que excluye la posibilidad de que los musulmanes exijan o esperen que un enemigo vencido acepte el Islam a cambio de inmunidad. En segundo lugar, el Corán ordena, “Combatid por la causa de Dios a aquellos que os combatan, pero no cometáis agresión --pues, ciertamente, Dios no ama a los agresores” (2:190); y, “si no os dejan tranquilos y no os ofrecen la paz, y no refrenan sus manos, cogedles y matadles allí donde los encontréis: porque contra estos sí os hemos dado plena autorización [para combatir]” (4:91). Así pues, la guerra es sólo permisible en defensa propia (véase sura 2, notas 167 y 168), con la condición adicional de que “si cesan --ciertamente, Dios es indulgente, dispensador de gracia” (2:192), y “si cesan, deben acabar todas las hostilidades” (2:193). La conversión del enemigo al Islam --expresada con las palabras, “si se arrepienten, establecen la oración y pagan el impuesto de purificación (sakat)”-- es sólo una forma, pero no la única, de “cesar en las hostilidades”; y la referencia a ella en los versículos 5 y 11 de este sura no implica por supuesto una alternativa entre “conversión o muerte”, como pretenden deducir algunos críticos del Islam. Los versículos 4 y 6 aclaran aún más la actitud que deben adoptar los creyentes hacia aquellos no-creyentes que no sean hostiles a ellos. (Acerca de esto, véase también 60:8-9).



Caso 7:


--60: (8) En cuanto a aquellos [incrédulos] que no os combaten por causa de [vuestra] religión, ni os expulsan de vuestros hogaresDios no os prohibe que seáis amables y equitativos con ellos:  pues, realmente, Dios ama a quienes son equitativos.
(9) Dios sólo os prohibe que toméis por amigos a aquellos que os combaten por causa de [vuestra] religión, y que os expulsan de vuestros hogares, o que ayudan [a otros] a expulsaros: ¡y quienes [de vosotros] los tomen por amigos –esos, precisamente, son los verdaderos malhechores!


Caso 8:


22:(39) LES ESTÁ PERMITIDO [combatir] a aquellos que son víctimas de una agresión injusta- -y, ciertamente, Dios tiene en verdad poder para auxiliarles-- : (40) aquellos que han sido expulsados de sus hogares, contra todo derecho, sólo por haber dicho: "¡Nuestro Sustentador es Dios!"
Pues, si Dios no hubiera permitido que la gente se defendiera a sí misma unos contra otros,58 todos los monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas --en todos los cuales se menciona el nombre de Dios en abundancia-- habrían sido ya destruidos.59

Explicación:


Agresión injusta= "por que han sido maltratados". Este versículo enlaza con la promesa de Dios, en el versículo anterior, de que Él "defenderá [del mal] a los que llegan a creer", y formula la autorización para combatir físicamente en defensa propia. Todas las Tradiciones pertinentes (citadas, en particular, por Tabari e Ibn Kazir) muestran que esta es la primera referencia coránica al problema de la guerra en sí. Según Abd Allah ibn Abbás, fue revelado inmediatamente después de que el Profeta partiera de Mecca hacia Medina, e.d., a principios del año 1 de la hégira. El principio de la guerra defensiva --y sólo defensiva-- ha sido desarrollado con mayor amplitud en Al- Baqara, revelado alrededor de un año después (véase 2:190-193 )