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sábado, 17 de diciembre de 2011

Ibn al-Athir: Sobre los Tártaros 1220-1221





Durante algunos años yo fui contrario a mencionar este evento, juzgándolo tan horrible que me encojo al contarlo y hasta de retirar un pie mientras adelanto el otro. ¿A quien, de hecho, puede serle fácil de escribir el anuncio del soplo de la muerte del Islam y de los musulmanes, o quién es aquél en quien el recuerdo de esto pesa ligeramente? ¡O no me hubiera parido mi madre o que yo hubiera muerto y convertido en una cosa olvidada antes que esto ocurriera! Todavía, con todo esto, varios amigos míos me instaron a que lo pusiera por escrito, y yo dudé mucho tiempo, pero al fin llegué a la conclusión que omitir esta cuestión no serviría a propósito útil alguno.
Digo, por consiguiente, que esta cosa involucra la descripción de la más grande catástrofe y la calamidad más horrible (de las que días y noches son inocentes) qué ocurrió a todos los hombres en general, y a los musulmanes en particular; de modo que, si uno debe decir que el mundo, desde que el Dios Todopoderoso creó a Adán hasta ahora, no se ha afligido con algo como esto, estaría diciendo la verdad. 
Porque ciertamente la historia no contiene nada que se acerque o aproxime a él. Porque de las calamidades más dolorosas registradas estaba la que Nabucodonosor infligió sobre los niños de Israel con su matanza y su destrucción de Jerusalén; ¿y qué era Jerusalén comparada con los países que estos malditos infieles destruyeron, siendo cada ciudad de ellos el doble del tamaño de Jerusalén? ¿O qué fueron los niños de Israel comparados con aquéllos a quienes éstos asesinaron? Porque aquéllos a quienes ellos masacraron en una sola ciudad, excedían a todos los niños de Israel. No, es improbable que la humanidad vea algo como esta calamidad, hasta que el mundo se acabe y perezca, excepto el último estallido de Gog y Magog. 
Porque hasta el Anticristo no dañará a los que lo siguen, aunque destruirá a aquéllos que se le oponen, pero estos Tártaros no perdonaron a nadie, matando mujeres, hombres y niños, rasgando y abriendo mujeres embarazadas y matando a los bebés nonatos. Verdaderamente a Dios nosotros pertenecemos, y hacia Él nosotros volvemos, y no hay fuerza ni poder en Dios, el Alto, el Omnipotente, a la vista de esta catástrofe, de la cual las chispas volaron lejos y extensamente, y la herida fue universal; y qué pasó sobre las tierras como nubes manejadas por el viento. Estos eran un pueblo que surgió de los confines de China, y atacó ciudades de Turkestan, como Kashghar y Balasaghun, y desde allí avanzaron sobre las ciudades de Transoxiana, como Samarqand, Bukhara y otras, tomando posesión de ellas, y tratando a sus habitantes de tal manera como mencionaremos; y de ellos, una división pasó entonces adelante a Khurasan, hasta que terminaron de tomar posesión, y destruyendo, y matando, y pillando, y desde allí pasando a Ray, Hamadan y las Regiones montañosas, y las ciudades contenidas allí, incluso a los límites de Irak, desde donde marcharon sobre los pueblos de Adharbayjan y Arraniyya, destruyéndolos y matando a la mayoría de sus habitantes de los cuales ninguno escapó excepto un pequeño remanente; y todo esto en menos de un año; ésta es una cosa tal que no ha sido oída.
Y cuando hubieron terminado con Adharbayjan y Arraniyya, pasaron a Darband-i-Shirwan, y ocuparon sus ciudades, ninguna de la cuales escapó a salvo excepto la fortaleza donde estaba su Rey; razón por la cual pasaron a los países de los Lan y los Lakiz y las varias nacionalidades que moran en esa región, y pillaron, mataron, y los destruyeron completamente. Y desde allí pasaron a las tierras de Qipchaq, que son las más numerosas de los Turcos, y mataron a todos los que se resistieron, mientras los sobrevivientes huyeron a los vados y a las cimas de las montañas, abandonado su país que estos Tártaros invadieron. Todos esto lo hicieron en el más breve espacio de tiempo, permaneciendo sólo lo que su marcha requirió y nada más. 
Otra división, distinta de la arriba mencionada, marchó sobre Ghazna y sus dependencias, y esas partes de India, Sistan y Kirman que la limitan, realizando allí hechos los otros, no, más dolorosos aún. Ahora, ésta es una cosa tal que el oído no ha escuchado; Alejandro, acerca de quién los historiadores están de acuerdo que conquistó el mundo, no lo hizo con tal rapidez, sino sólo en el espacio de aproximadamente diez años; él tampoco asesinó, pero estaba satisfecho que los hombres estuvieran sujetos a él. Pero estos Tártaros conquistó la mayoría del globo habitable, y lo mejor, la parte más floreciente y más habitada de él, y en la cual estaban los habitantes más avanzados en carácter y conducta , en aproximadamente un año; ni escapó ningún país de sus devastaciones, que no esperaban ni temían su llegada. 
Es más, ellos no necesitan ninguna administración militar, ni el transporte de suministros, porque ellos tienen consigo ovejas, vacas, caballos, y otrps cuadrúpedos, cuya carne ellos comen, nada más. En cuanto a las bestias que montan, éstas excavan en la tierra con sus pezuñas y comen las raíces de las plantas, nada de cebada. Y así, cuando se apean en cualquier parte, no tienen ninguna necesidad. En cuanto a su religión, rinden culto al sol cuando sale, y no consideran nada como ilegal, porque comen todas las bestias, incluso perros, cerdos, y por el estilo; tampoco reconocen el lazo matrimonial, ya que varios hombres están en relaciones maritales con una mujer, y si un niño nace, no sabe quién es su padre. 
Por consiguiente el Islam y los musulmanes han sido afligidos durante este periodo con calamidades con las cuales nadie se ha visto forzado a ver. Estos Tártaros (¡pueda Dios confundirlos!) vinieron del Este, y forjaron hechos que horrorizan a todos los que oyen hablar de ellos, y qué tú debes, por favor, Dios, ver delante en pleno detalle en su apropiada conexión. Y de éstos fue la invasión de Siria por los francos (¡que Dios los maldiga!) fuera del Oeste, y su ataque a Egipto, y ocupación del puerto de Damietta, para que Egipto y Siria fueran igualmente conquistados por ellos, pero por la gracia de Dios y la ayuda que Él nos concedió contra ellos, como hemos mencionado, en el año 614 (1217-18).
De éstos, es más, fue que la espada fue dirigida entre aquéllos que escaparon de estos dos enemigos, y la disputa fue desenfrenada, como nosotros también hemos mencionado: ¡y ciertamente a Dios nosotros pertenecemos y hacia Él volvemos!
Nosotros pedimos a Dios que conceda la victoria al Islam y a los musulmanes, porque no hay ningún otro para ayudar o defender la Verdadera Fe. Pero si Dios intenta el mal a cualquier persona, nadie puede apartarlo, ni tiene ellos gobernante alguno excepto Él. En cuanto a estos Tártaros, sus logros fueron sólo posibles por la ausencia de cualquier obstáculo eficaz; y la causa de esta ausencia fue que Muhammad Khwarazmshah había invadido las tierras, matando y destruyendo a sus Reyes, de modo que el quedara gobernando solo sobre todos estos países; razón por la cual, cuando fue derrotado por los Tártaros, no quedó nadie en las tierras para verificar a aquéllos o proteger a éstos, que así Dios podría lograr una cosa que iba a ser hecha. 
Es tiempo ahora para nosotros de describir cómo ellos estallaron al principio en las tierras. Me han relatado historias, qué el oyente puede escasamente creer, acerca del terror a los Tártaros, que Dios Omnipotente lanzó en los corazones de los hombres; de modo que se dice que uno solo de ellos entraría en un pueblo o en un barrio sea en el cual hubiera muchas personas, y continuaría matándolos uno después de otro, ninguno atreviéndose a estirar su mano adelante contra este jinete. Y yo he oído que uno de ellos tomó a un hombre cautivo, pero no tenía arma alguna con la cual matarlo; y le dijo a su prisionero, "Ponga su cabeza en la tierra y no se mueva," y él así lo hizo, y el Tártaro fue, tomó su espada y lo mató inmediatamente. Otro hombre me contó lo siguiente: "Yo iba," dijo él, "con otros diecisiete a lo largo de un camino, y allí se nos encontró un jinete Tártaro, y nos pidió que ligáramos nuestros brazos entre sí. Mis compañeros empezaron a hacer como él les pidió, pero yo les dije, “Él es tan solo un hombre; ¿No debemos, entonces, matarlo y huir?” Ellos contestaron, “Tenemos miedo”. Yo dije, “Este hombre piensa matarlos inmediatamente; matémoslo mejor nosotros, por consiguiente, que quizás Dios nos libre”. Pero yo juro por Dios que ninguno de ellos se atrevió a hacer esto, por lo que yo tomé un cuchillo y lo maté, y huimos y escapamos. Y tales ocurrencias eran muchas.

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