‘Purificar el corazón’ significa borrar de él el amor y apego al mundo y a su cosas, así como la eliminación de todo pesar mundanal que no lleva aparejado mas que la preocupación y la tristeza por cosas fútiles.
El término ‘corazón’ (qalb) tiene un doble significado: en un sentido, se denomina así a la masa carnal situada en lado izquierdo del pecho; es un órgano hueco relleno de sangre y se considera el origen del espíritu (en el sentido vitalista médico). Este corazón de carne no es el que nos interesa aquí. El corazón del que hablamos es el receptáculo de la gracia de Allah y es de orden espiritual en sustancia. Esta sustancia espiritual es la esencia del ser humano, posee percepción, conocimiento y gnosis oma’arifa. Este es el corazón que puede ser objeto de admonición, censura y castigo. Su relación con el corazón de carne es la misma que la que tiene un accidente (o atributo) con el cuerpo, de la misma manera en la que un atributo se relaciona con la sustancia a la que se atribuye, o bien como la relación que hay entre un objeto y el espacio que éste ocupa en él o la del instrumento con el hombre que lo toca. A este corazón se le ha venido también a denominar como el ‘Trono de Allah’, y es este corazón el que hay que purificar, ‘limpiar’ en el suluk, o viaje espiritual.
Para la limpieza del corazón los shayj de las Tariqas (la Tariqa es el Camino Sufí hasta Allah) insisten en tener siempre presente las prácticas aprobadas por Allah. Ellos sostienen que de acuerdo con la infinita sabiduría de Allah, la inmensa mayoría de los hombres está envuelta en los asuntos mundanales, preocupada por las cosas materiales, sujeta a problemas y disgustos. Cuanto más tiempo dedique el hombre a mimar su cuerpo y guardar las apariencias, más se deteriora su estado mental, más decaen sus facultades espirituales, la pureza y la luz del corazón se debilitan y la suciedad y la oscuridad aumenta en él. Por esta razón es por la que la austeridad y la sobriedad son las condiciones del ‘progreso espiritual’, absteniéndose de todo objeto que no sea Allah, condición esencial en el Camino Sufí hasta Allah.
La persona ignorante no es consciente de su propia realidad, considera su cuerpo físico como su esencia desconociendo la naturaleza simple y abstracta de su corazón espiritual. El hombre se ocupa de alimentar su cuerpo y en conseguir los vanos deseos de su ego de acuerdo con los dictados de su naturaleza animal. Por tanto gasta su vida en satisfacer los deseos sensuales, cuando en realidad esta vida debería ser el aprovisionamiento para el Más Allá. Pero el hombre, corriendo tras un mundo insustancial, olvida el ‘lugar de retorno’, y en consecuencia es destruido por el ego cuyas demandas obedece. El ego por su dominio acaba matando al hombre; a este respecto dice el Corán, “Sí, pero os dejasteis llevar por la tentación, os demorasteis y dudasteis y vuestros vanos deseos os engañaron hasta que se cumplió el designio de Allah. Y el Engañador os engañó respecto a Allah “(Corán, 57, 14).
El Profeta del Islam ha mostrado su sorpresa ante el hombre que cree en la Casa Eterna (es decir la realidad última espiritual) y que sin embargo se afana en la lucha por la Casa de la Decepción (es decir, el mundo fenoménico y sensual).
La limpieza del corazón es imposible a menos que el amor y el apego del mundo desaparezca del mismo. El mundo en sí mismo no es despreciable, porque él es ‘la granja o la tierra de cultivo par el Más Allá’ y un medio para alcanzarlo. Pero el amor y apego al mundo son una traba. Este es el significado del hadiz del Profeta: “El amor por el mundo es la raíz de todo mal” (transmitido por Al-Baihaqi). Amor aquí significa apego, no es algo opuesto a odio (porque el odio también es un apego), sino que su significado ha de entenderse como desapego. El mundo tiene su valor dentro del sufismo, porque es el mundo el que nos posibilita elevarnos hasta los más nobles planos del espíritu. El mundo puede alzar al hombre hasta las más altas cimas del espíritu, o puede hundirlo hasta los más profundos valles de la degradación. El hombre que utiliza el mundo como un medio de realización espiritual no se concentra meramente en los evanescentes placeres dela vida, sino que siempre tiene presente la advertencia divina contenidas en las palabras que los incrédulos oirán, “Agotasteis vuestras cosas buenas en la vida del mundo y disfrutasteis plenamente de ellas” (Corán, 46, 20).
El hombre espiritualmente despierto actúa sobre el requerimiento, ‘Gastad de aquello con los que os Hemos dispensado’. Tal hombre exteriormente es un habitante de este mundo, pero interiormente pasa los días de su existencia en la Asamblea Exaltada, vive por Allah y no por los placeres sensuales. El mundo es para él un poderoso compañero de ayuda en el camino recto y de él ha dicho el Profeta, “¡Qué gran cosa es la riqueza del hombre recto!”, (transmitido por Al-Baihaqi).
El hombre cuyo corazón está vacío del amor por el mundo y cuyo placer es la contemplación de Allah, tal hombre puede llamarse a sí mismo pobre, de la misma manera en la que Salomón, a pesar de poseer un vasto reino, se llamaba a sí mismo pobre. Rumi lo explica de la siguiente manera:
¿Qué es este mundo? Ser olvidadizo de Allah:
No es mercancía y plata, balanzas y mujeres.
Desde el momento en que eliminó de su corazón el deseo de riqueza y posesiones,
Salomón no se llamó a sí mismo por su nombre, sino pobre,
Aquel que es bendecido por la contemplación de Allah,
Considera este mundo como muerto y sin vida,
Tanto este mundo como su gente no contienen ningún bien,
Ambos son similares,
La luz aparece como fuego y el fuego aparece como luz.
Si no el mundo no habría sido considerado como un lugar de desencanto...
¡Oh hijo!, quema tus cadenas y se libre,
¿Cuánto tiempo permanecerás aún atado a la plata y el oro?,
La vida de este mundo no es un día o dos, sino una hora,
Quien a él renuncia vivirá en la tranquilidad,
Después de renunciar, bebe la copa de la eternidad.
Desapego y renuncia debe ser un acto interior de realidad, no realizado como un acto de generosidad, ni tampoco como bús queda de la recompensa del Paraíso. La gran sabia del Islam Rabi’a al-‘Adawiya, que vivió en Basora en el año 801, dijo: ‘¡Oh mi Señor!, Si yo Te adorara por miedo al Fuego, quémame entonces, y si Te adorará por la esperanza del Paraíso, exclúyeme de él entonces, pero si Te adorará por Ti mismo, entonces no me ocultes Tu Eterna Belleza’. A este respecto también dijo el Imam al-Gazali, ‘El hombre que abandona el mundo como un acto de generosidad o como búsqueda del Más Allá, en verdad no puede ser llamado un solitario de este mundo. Según los hombres del espíritu, incluso el abandono de este mundo buscando la Otra Vida no es más que un acto de débil abstinencia. El verdadero gnóstico es aquel que no está atado a la Otra Vida, de la misma manera en que tampoco está atado a este mundo, y todo salvo Allah carece de valor ante sus ojos. No tiene otra meta en la vida que no sea Allah; esta es la ‘abstinencia de los gnósticos’. Es probable que tal gnóstico no evite la riqueza y las posesiones mundanales, pero si las adquiere, las gastará como corresponde y las dará a quien se las merezca....Es posible que un gnóstico pueda poseer 100.000 dirhams y sin embargo ser un solitario, mientras que otro hombre puede no tener nada y no ser un solitario. La razón es que el gnóstico no considera al mundo ni como un amigo ni como un enemigo. El hombre que considera a alguien como su enemigo está tan ocupado con él como aquel que lo considera como su amigo. Tan solo alcanza la perfección aquel cuyo corazón es independiente de todo excepto de Allah.’
Los sufíes dicen, ‘La abstinencia significa abandonar la cosa que te mantiene ocupado alejándote de Allah.’
Renunciar al mundo significa vaciar el corazón del amor por el mundo, si no se hace, ninguna austeridad puede ser beneficiosa.
En su libro Zamarat al-Hayyat, el Shayj Burhan ad-Din ilustra el significado de lo anterior con la siguiente historia, ‘Supón que una rata cae accidentalmente en un recipiente y muere. El agua desprenderá un olor desagradable. Si uno quiere limpiar el agua del recipiente, tendrá primero que encontrar la rata muerta quitarla y sacar algunos cazos de agua y arrojarlos, solo entonces se habrá purificado el agua. Aunque sacáramos una gran cantidad de agua sin quitar el cuerpo de la rata muerta, el recipiente seguirá siendo impuro y desprendiendo un gran hedor. De igual manera, por mucha mortificación que uno se aplique de nada servirá si el amor por este mundo anida en el corazón.’
El objeto deseado por el corazón es normalmente su propia deificación (ma’bud), por eso se ha dicho, ‘Aquello a lo que amas es tu señor’ y ‘Eres el esclavo de aquello que más deseas.’ A menos que las diversas impresiones, que son el resultado del amor del mundo, no sean borradas del corazón su purificación es imposible.
Los Compañeros del Profeta Muhammad, a pesar de su altura espiritual, siempre recordaban la muerte, la destructora de todos los placeres mundanales, siempre tenían en mente la recompensa señalada por Allah para los justos y el castigo para los incrédulos y de esta forma los placeres pasajeros del mundo no anidaban en sus corazones, leían el Corán, reflexionaban sobre el mismo y escuchaban los discursos que reblandecían sus corazones. La reflexión sobre los versos del Corán, los cuales revelan la verdadera naturaleza del mundo, es un instrumento útil para purificar el corazón.
Allah Todopoderoso ha descrito el confort de esta vida mundanal como qalil (poco, escaso) y ha descrito la Próxima Vida comojayr (lo mejor). ¡Qué pena entonces si este ‘escaso’ y corto confort del mundo se cruza en el camino para alcanzar el infinito bien, y estos placeres temporales, que no tienen un contenido real, cierran la puerta a la Realidad que es eterna! Dice el Corán,“Diles, el provecho de este mundo es mínimo y el Más Allá será mejor para quien teme a Allah; y no seréis perjudicados en lo más mínimo” (Corán, 4, 77).
También a la vida de este mundo se le ha llamado ‘juego y diversión’ y al Más Allá un beneficio. El primero es el objeto de los esclavos de la pasión y la lujuria, y el último de aquellos que se dirigen a Allah. El Corán dice, “La vida mundana no es sino juego y diversión; pero ciertamente la morada del Más Allá es mejor para los justos, ¿acaso no reflexionareis?” (Corán, 6, 32)
Los ‘cortos’ y ‘escasos’ placeres de este mundo son las posesiones materiales, la indulgencia en aquello que el Corán llama ‘juego y diversión’. El Corán dice, “Se ha hecho hermoso para los hombres el amor por las cosas deseadas: mujeres e hijos, montones atesorados de oro y plata, caballos que pastan, rebaños y cultivos. Esas son las provisiones para esta vida, pero es junto a Allah donde se encuentra una morada excelente” (Corán 3, 14)
Aquellos que olvidan a Allah porque están demasiado ocupados en perseguir el lujo y el placer serán también olvidados por Allah en la Última Hora, de la misma forma en que ellos han olvidado la Última Hora y son inconscientes de la presencia de Allah.
Es sorprendente entonces que el hombre, a pesar de saber que el mundo es transitorio y que el Más Allá es eterno, luche por conseguir el confort del mundo, y que incluso sabiendo que el mundo no es más que un espejismo se deleite en su espectáculo.
Un poeta sufí dijo, ‘Vi la fuente de esta existencia que es llamada el mundo; y no contenía ni siquiera el agua necesaria para lavarse las manos.’
El Corán ha descrito la vida de este mundo mediante un símil, “El ejemplo de la presente vida es únicamente como el agua que enviamos desde las nubes, que después se mezclan con ella los productos de la tierra, de los que comen los hombres y el ganado hasta que la tierra recibe su ornamento y aparece bella y sus habitantes piensan que pueden recoger sus frutos, pero entonces viene Nuestro designio, de noche o de día, y la convertimos en un campo segado, como si nada hubiese existido en ella el día anterior. Así exponemos los Signos para unas gentes que reflexionan” (Corán 10, 24). Este versículo apunta a la naturaleza transitoria de la existencia terrestre, y sería una pena que nosotros después de saber esto estemos encantados con ella y engañados por ella de tal manera que olvidemos la Próxima, tal y como dijo un poeta, ‘¿Qué es el mundo?, para nosotros es como una burbuja, o como el humo que asciende, o como un espejismo; el corazón del hombre que no lo ve así, siempre arde con ansiedad como el kebab.’ Dice el Corán, “Ellos se regocijan en la vida presente, aunque esta vida no es más que un goce temporal comparada con la que ha de venir.” (Corán, 13, 26).
Hasta incluso al mismo Profeta se le prohibió recrear su mirada en las posesiones mundanales o codiciarlas, ¡cuanto más deberíamos ser nosotros cuidadosos! Este mundo es una primavera pasajera mediante la cual se nos pone a prueba. Dice el Corán“Y no fuerces tus ojos tras lo que hemos concedido a algunas clases de ellos para que disfruten durante breve plazo, el esplendor del mundo presente, mediante lo cual les ponemos a prueba; pero la provisión de tu Señor es mejor y más duradera” (Corán, 20, 131)
Todo aquello que actualmente son nuestras posesiones constituye la provisión de esta vida, pero debido a nuestra ignorancia nos enamoramos de su forma y color. Debido a nuestro olvido (gafla) somos incapaces de apreciar de que aquello que está junto a Allah es mejor y eterno, deberíamos llorar por nuestra falta de entendimiento, ‘¡Oh corazón!, ¿cuánto tiempo serás engañado por esto y por aquello en esta prisión?, sal de una vez de este sendero oscuro para que puedas ver el mundo.’
Dice el Corán, “Y cualquiera de las cosas de este mundo que se os de no es más que un goce temporal de la vida presente y un ornamento suyo; más lo que está junto a Allah es mejor y más duradero, ¿acaso no reflexionareis?” (Corán, 28, 60)
El hombre sabio no se ata al mundo, ni lamenta su condición transitoria y efímera, pues tiene puesta su mirada en lo Eterno. Dice el Corán, “Los que ambicionaron la vida de este mundo, dijeron, ¡Oh! ojalá tuviésemos algo similar a lo que se ha dado a Korah, en verdad es dueño de una gran fortuna; pero aquellos que recibieron el conocimiento dijeron, ¡Ay de vosotros!, la recompensa de Allah es mejor para quienes creen y hacen buenas obras; y no se concederá a ninguno excepto a quienes sean perseverantes” (Corán, 28, 79-80)
El Corán se refiere a la vida de este mundo como juego y diversión en numerosos versículos, enfatizando su carácter temporal e insustancial, de igual manera los hadices apuntan también en este sentido. ‘Aisha narra que el Profeta dijo, “El mundo es la morada de aquel que no tiene casa y es la propiedad de aquel que no posee nada. Solo atesora aquel que carece de razón.”
En otra Tradición, el Profeta advierte a sus Compañeros de Medina que él no temía por la pobreza de ellos sino que temía que pudieran ser muy ricos y que de esta manera se apegaran al mundo olvidando a Allah.
En una Tradición narrada por ‘Umar ibn ‘Auf, el Profeta dijo, “Juro por Allah que no me da miedo vuestra pobreza, sino, que temo que el mundo se abra ante vosotros, que empecéis a competir los unos con los otros para ganarlo, tal como hicieron la gente que os precedió y que os destruya tal y como destruyó a los que os precedieron” (Transmitido por Bujari y Muslim)
En otra Tradición narrada por Abu Sa’id al-Hazri el Profeta dijo, “Cuando ya no esté entre vosotros lo que más miedo me da es la expansión, el encanto, la atracción, la riqueza y el ornamento del mundo.” (Transmitido por Bujari y Muslim)
En otra ocasión el Profeta dijo, “El mundo y todo cuanto contiene está maldito excepto el recuerdo de Allah.”
El Shayj Baha ad-Din Amuli dijo, ‘Si miras a la más fresca rosa, la joya del jardín, es simplemente una flor, si la coges, es una espina. Aléjate del candil, no te acerques, pues aunque aparenta ser luz, quema.’
El objetivo de Allah al enviar a Sus Profetas es hacer que la gente se aparte del mundo y se dirija a la Última Realidad, en ninguna otra tradición religiosa se ha enfatizado tanto como en el Islam a través del testimonio de la Shahada, La ilaha illa Allah, ‘No hay otra realidad fuera de Allah.’
Los Shayj sufíes han comparado este mundo a una sombra; por ejemplo, Hasan al-Basri ha dicho, ‘El mundo es como un sueño o como un fantasma que pasa, el sabio no se deja engañar por ello.’
Finalmente citamos el interesante diálogo entre ‘Umar Jayyam y la ‘Razón’:
‘Ayer estuve conversando con la Razón,
Y algunas verdades le fueron reveladas a mi corazón.
Le dije, ‘¡Oh tú almacén de sabiduría!,
Te quiero hacer algunas preguntas,
¿Qué es la vida del mundo?
La Razón dijo, ‘Es un sueño o fantasía’,
Le dije, ‘Dime, ¿Qué ganamos con ella?’,
La Razón dijo, ‘Dolor de cabeza y unas cuantas desgracias’,
Le dije, ‘¿Cuándo se somete al ego?
La Razón dijo, ‘Cuando sus oídos son abofeteados varias veces’,
Le dije, ¿Quién es la gente cruel?
La Razón dijo, ‘Los lobos, los perros y los chacales’,
Le dije, ‘¿Cuáles son los temas de conversación de la gente de este mundo?
La Razón dijo, ‘Todo es palabrería y sin sentido’,
Le dije, ‘¿En qué trabaja la gente de este mundo?,
La Razón dijo, ‘En amasar riqueza y fortuna’,
Le dije, ‘¿Qué es el matrimonio?’,
La Razón dijo, ‘El lujo de una hora y la pena de unos pocos años’,
La dije, ‘¿Con que se puede comparar este mundo?’,
La Razón dijo, ‘A una mujer vieja maquillada y engalanada’,
Le dije, ‘¿Qué piensas de los dichos de Jayyam?’,
La Razón dijo, ‘Es una advertencia conveniente en determinadas circunstancias para ciertas personas.’
Para purificar el corazón es necesario reflexionar constantemente y conscientemente sobre las verdades arribas mencionadas, para que se produzca un cambio en nuestra actitud mental, sino nos quedamos como dice el Corán, “Solo conocen el aspecto exterior de la vida de este mundo, y descuidan totalmente el Más Allá” (Corán, 30, 7)
La Creación tiene un propósito, un fin, pues Allah no ha creado este mundo sin un propósito, un significado, “Tú no has creado esto en vano” (Corán, 3, 191)
Ese universo colosal tiene un sentido, con toda seguridad que su disposición armónica está basada en un fin último, y este fin último es el Más Allá, resultado final de la presente vida del mundo.
Todo este vasto universo, los cielos y la tierra, han sido creado solamente para el ser humano, colocado bajo su control, tal y como dice el Corán. Por tanto es evidente que si el hombre no utiliza las cosas de este universo, sino que escapada de él, refugiándose en los bosques y montañas, el propósito de la creación del mundo queda destrozado, por esta razón es por la que el Islam no predica el monacato, “Pero el monacato que inventaron no es lo que prescribimos para ellos” (Corán, 57, 27)
Por otra parte queda claro que aunque el mundo ha sido creado para el ser humano, el hombre no ha sido creado para el mundo, para que sea prisionero del mismo y en él se pierda, sino que el hombre ha sido creado para un propósito mucho más noble y elevado como dice el Corán “Pues solo he creado a los Yinn y a los hombres para que Me adoren” (Corán, 51, 56), y según el hadiz, ‘El mundo ha sido creado para vosotros y vosotros habéis sido creado para el Más Allá’.
Por tanto, y de acuerdo al Corán, huir, renunciar al mundo, elegir el monacato, está totalmente injustificado. Por otro lado, el mundo es un medio para hombres y mujeres, y éstos a su vez son un medio para Allah y el Más Allá. Así pues el hombre de hacer uso del mundo de acuerdo a lo dictado por Allah para llegar a la felicidad que le aguarda en el Más Allá. La tarea del musulmán no es ni ser un ermitaño ni un esclavo del mundo, él es el hombre del mundo pero no el devoto del mundo.
A la luz de lo arriaba expuesto, el significado de ‘limpieza del corazón’ puede ser ahora entendido. El hombre debe sujetar todos sus deseos, pasiones, poderes y control sobre todo lo creado a la orden de Allah, al amor de Allah. No está permitido que el hombre, o la mujer renuncien al mundo y que corten toda relación con el mismo, ni está permitido en principio que rechace el matrimonio y abandone la familia, como tampoco le está permitido que arruine sus facultades físicas o mentales. Por el contrario el método de purificación del corazón consiste en subyugar todas nuestras facultades físicas y mentales a la guía de Allah, en otras palabras, a pesar de las lazos familiares, a pesar de tenerse que ganar el sustento diario, mediante el trabajo, uno no debe transgredir los límites dispuestos por Allah con respecto a todo ello; la realización de todo lo anterior debe ser hecha con el objetivo de buscar la satisfacción ante Allah exclusivamente, buscando solo Su amor.
El Corán no enseña ni el derrotismo ni el quietismo, sino que nos previene tanto de arrojarnos al mundo como de aislarnos del mundo, nos previene tanto de perdernos en vanos deseos como de irnos al extremo opuesto. El Profeta Muhammad siempre enseñó el camino del medio. Bujari relata del Profeta que dijo, “Las prescripciones del Islam son fáciles, y aquel que se va a los extremos sale derrotado. Agarraos al camino recto, elegid la vía del medio, sed felices con las cosas hermosas que os he traído y buscad la ayuda en el Salat primero del Fayr, en el del final del día y en el último de la noche.”
La vía del medio es explicada por otro hadiz del Profeta, “Tu Señor tiene derecho sobre ti, tu yo tiene derecho sobre ti, y tu esposa tiene derecho sobre ti. Da a cada uno de ellos según le corresponda.” Por el derecho del yo sobre ti hay que entender los medios para dirigirse a Allah, hay una diferencia esencial entre ‘derecho del yo’ y el ‘placer del yo’, ambos son (al menos aparentemente, hasta que el ‘despertar’ llegue) opuestos. Dar al yo sus derechos es poner en práctica lo ordenado por Allah, pero dar placer al yo es seguir sus bajas pasiones. Es necesario tener en mente esta diferencia a la hora de emprender la limpieza del corazón, pues el hombre que sigue sus pasiones puede imaginar que tan solo está dándole los derechos que le corresponden a su yo llevándole este engaño hasta la perdición, tal y como el Profeta ha dicho, “No seréis verdaderos creyentes hasta que vuestros deseos obedezcan aquello que os he traído.”
Si la voluntad del ego se somete a la Voluntad de Allah sin esfuerzo y desea estar sujeto a la shari’a, entonces llegará a la perfección. El califa ‘Umar ibn ‘Abd al-‘Aziz dijo, ‘Si la pasión está de acuerdo con la Voluntad de Allah este estado recuerda a la miel y la mantequilla que mezclan bien.’
Contemplative disciplines in Sufism, Mir Valiuddin
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