Para muchos, la religión musulmana es sinónimo de discriminación de la mujer. Un grupo de españolas han decidido ponerse el velo para romper este tópico y defender el papel que les corresponde en el Islam.
Insha Allah significa "Si Alá quiere". "No fue fácil encontrar el nombre. Con él queremos decir que nada se produce sin la voluntad de Alá", explica Mam Jara, una de las fundadoras de la asociación Insha Allah, la única de mujeres musulmanas que existe en Cataluña. Mam Jara, como sus compañeras Mariam, Fátima y May, encontró un buen día la luz que buscaba y abrazó el Islam. No fue un camino fácil, y menos para una mujer, pero ninguna reniega de su decisión.
Desde la asociación luchan para que la mujer musulmana encuentre el sitio que le corresponde. "El Profeta reivindicó a la mujer y esa fue una de las cosas que más escandalizó de sus enseñanzas, que la tratase como hermana y compañera", afirma Mariam para explicar el sentido de la asociación. "En Cataluña no había ninguna asociación de mujeres musulmanas y nos encontrábamos ante un vado, sin material fiable que estudiar. Empezamos a trabajar traduciendo textos y buscando manuscritos en bibliotecas. Este trabajo creó un vinculo que nos llevó a crear la asociación", apostilla Mam Jara.
Mariam, Mam Jara, Fátima y May llegaron al Islam desde caminos diferentes, pero todas afirman que les ha abierto un mundo en el que se encuentran realizadas. Estas cuatro mujeres rompen los estereotipos sobre el papel femenino en el Islam. No sólo no están sometidas al hombre sino que reivindican con vehemencia su perspectiva femenina. "Existe una contradicción entre la forma de explicar el Islam de determinados personajes y la realidad que nos enseñó el Profeta -se defiende Mam Jara-. Si reducimos el Islam a las imágenes de Argelia o Afganistán que nos muestra la televisión, no ha hay explicación para todos los occidentales que nos hemos hecho musulmanes".
La experiencia del Ramadán
La conversión de Mam Jara fue como una revelación. Decidió hacer el Ramadán "sin ningún interés religioso. Simplemente porque quería hacer un tipo de dieta y me pareció interesante abstenerse de las cosas materiales durante el día y esperar a la puesta del sol". La experiencia, asegura, fue "fascinante" y a los cuatro meses llegó "la revelación": "Fue como si me quitase un velo de los ojos. Hasta entonces no había querido saber nada de dogmas ni religiones. Hasta que descubrí que el Islam era una forma natural de explicar el porqué de las cosas". Mam Jara es española y ha sido educada en el catolicismo, pero nunca se había sentido atraída por esta religión: "El personaje de Jesús merecía mi respeto, pero no entendía los dogmas de la Iglesia Católica". Cuando se convirtió al Islam, se encontró ante una situación que no sabía cómo afrontar: "Al principio no lo dije a mi familia ni me vestí como musulmana. No era un secreto, pero tampoco sabía cómo explicarlo. Un día mi madre me dijo que estaba muy contenta por el cambio que había experimentado y le di la noticia. Ella lo comprendió, pero otros familiares y amigos ni lo entendieron ni lo entienden".
El momento más complicado para una mujer musulmana es cuando decide ponerse el velo. Se hace patente el rechazo de la sociedad y afloran los prejuicios. Cuando me puse el velo estuve varios años sin encontrar trabajo. Nunca me resultó tan difícil -asegura Mam Jara-. El problema hace sufrir a muchas mujeres, tanto a las que las obligan a llevar el velo como a las que discriminan por llevarlo libremente. El velo es una decisión espiritual de la mujer".
"No es cierto que tengamos que estar en casa con la pata quebrada. La mujer musulmana tiene su propia voz", afirma Fátima. Alta, guapa y vestida como cualquier joven moderna, Fátima hace saltar por los aires la imagen de la sumisa mujer musulmana. Cuando habla, los prejuicios se hacen añicos: "Es cierto que rompemos los esquemas más arraigados que se tienen sobre el Islam, como que la mujer debe estar en casa con la pata quebrada. Pero la mujer musulmana tiene su propia voz y nadie tiene por qué hablar por ella". De todas formas, reconoce que la mujer musulmana tiene que afrontar muchas dificultades: "Es difícil relacionarte, encontrar a otros jóvenes de tu creencia. Además, la adolescencia es una etapa en la que te sientes incomprendida. Si a ello añades una religión y un color de piel diferente, te puedes imaginar los conflictos que te encuentras.
Educación católica
El padre de Fátima es senegalés y su madre, musulmana catalana. Aunque los dos profesan la religión islámica, Fátima estudió en una escuela católica: "Fui educada por las monjas en las creencias católicas y en casa en el Islam. Me debatía entre dos mundos y no sabía defenderme. Pero llega un momento en que tienes que decidir. A los 17 años descubrí que el Islam estaba hecho para mí". Pese a sus ideas modernas, reconoce que sus relaciones con el feminismo no son de simpatía: "Las feministas nos ven como algo extraño. Nosotras tampoco entendemos bien ese resentimiento hacia los hombres. Me parece estúpido".
May apenas habla, aunque, según sus compañeras, es una de las mujeres más activas de la asociación. Nació en Cuba y hasta su llegada a España en 1992 no conoció el Islam. Poco a poco fue estrechando vínculos con la comunidad musulmana: "Nadie intentó convencerme. Mi cambio siguió un proceso evolutivo. Al principio no sabía ni entendía nada, pero con el tiempo descubrí el Islam". En un reciente viaje a su isla natal, May ha sabido que en Cuba hay una comunidad de doscientos musulmanes y que en la Habana existe una mezquita.
"Muchas mujeres sufren por el velo. Unas porque las obligan a llevarlo y otras porque son discriminadas pese a ponérselo libremente", dice Mam Jara. "A veces he preguntado algo y mi interlocutor me ha comentado lo bien que hablo el catalán, pero me han contestado en castellano dando por sentado que vengo de fuera. Mucha gente no entiende que una catalana decida voluntariamente y por convencimiento ponerse el velo", dice Mariam, que se hizo musulmana hace veinte años:
"Era católica no practicante. Tenía una serie de inquietudes y dudas centradas en la figura de Jesús, pero el dogma de la Trinidad me confundía. Entonces descubrí que en el Islam todos los profetas son queridos, incluido Jesús, y empecé a documentarme". Cuatro años después se convirtió: "Cuando tomé la decisión era algo muy nuevo. Apenas había musulmanes españoles y mi decisión fue criticada, pero no tuve problemas graves". Mariam reconoce que percibió un "cierto rechazo" cuando se puso el velo hace ocho años: "Fue difícil. Antes había probado a cubrirme con gorras para acostumbrarme y cuando me puse el velo muchos pensaron que estaba loca o que era un capricho. Pero cuando una decisión es irreversible acaban aceptándote".
Ser musulmán en España
Los problemas que sufren las mujeres musulmanas en España son muy variados. En el congreso organizado recientemente por la asociación lnsha Allah en Barcelona se pusieron sobre la mesa algunos de los más importantes. Por ejemplo, las madres musulmanas pidieron que se garantizase la enseñanza del Islam a sus hijos en el colegio. También pidieron que en los comedores se respetase el "halal, lo que supone no sólo que no se sirva carne de cerdo a los musulmanes sino que los animales se sacrifiquen según los preceptos del Islam.
Las participantes más jóvenes hicieron hincapié en su reivindicación de mezquitas sin nacionalismos para practicar libremente el Islam. El respeto a la práctica de esta religión fue una de las reivindicaciones que más se repitió a lo largo del congreso, así como que se recuperen para toda la sociedad algunos de los valores más importantes del Islam, como el respeto a la familia ya las personas mayores.
Al congreso asistieron casi doscientas musulmanas tanto de origen español como inmigrantes venidas de toda España.
Insha Allah, la asociación organizadora, se creó en Barcelona hace cinco años con el objetivo de profundizar en los estudios del Islam. Entre sus actividades figura la publicación de estudios sobre esta religión y la edición de una revista trimestral. Tiene en marcha el proyecto ANSAR, fuerza aliada al inmigrante, para luchar contra la marginación y la xenofobia y hacerse eco de las reivindicaciones de las personas venidas del extranjero, al margen de sus creencias religiosas.
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