Por J. Hashmi
Los componentes de la fe
Introducción
El Islam es una religión que da importancia tanto a la creencia interior como a las obras externas. Ser un musulmán no sólo implica que uno deba realizar actos de adoración ritual ni que sólo deba mantener cierta creencia en su corazón sin que ésta se evidencie en los hechos de uno. Algunos creen erróneamente que el Islam pone las obras por encima de la fe interior, cuando en realidad el Islam enseña que la fe interior es lo primero, lo primordial y lo más importante de los cinco pilares y fundamentos del Islam. La opinión Islámica es que tanto la creencia interior como las obras exteriores conforman lo que se conoce en el Islam como la “fe”.
El Islam enseña que la salvación se logra por la Gracia de Dios, y que Dios da Su Gracia a los que tienen tanto creencia interior como buenas obras. La diferencia, entonces, entre el cristianismo occidental y el Islam no es que una religión crea que la fe interior es importante mientras la otra no; de hecho, tanto el cristianismo occidental como el Islam creen que la creencia interior es el factor más integral para alcanzar la salvación. La diferencia es que el Islam enseña que, aunque la creencia es el factor más importante, no es el único. En este artículo examinaremos primero el punto de vista islámico, después de lo cual se dará una mirada crítica a la doctrina cristiana de “por fe solamente”.
Los componentes de la fe
El Islam enseña que las obras son una rama de la fe. La fe (iman) no se define como la mera creencia interior, sino como la suma de la creencia interior y las obras (‘amal). Así, fe y obras no son dos entidades separadas, sino que más bien una es una parte y componente de la otra. Por lo tanto, el debate sobre “la fe vs. las obras” no tiene relevancia en el discurso islámico, ya que la segunda es parte y componente de la primera. Los musulmanes creen que la fe (iman) se compone de tres partes: (1) creer de corazón (i’tiqad), (2) afirmar dicha creencia con la lengua (qawl), y (3) obrar en consecuencia (‘amal).
Creer de corazón
De estos tres componentes de la fe, la creencia de corazón es considerada la más importante. Por lo tanto, incluso desde este punto de vista, es incorrecto decir que el Islam hace hincapié en las acciones más que en la creencia interior. Por el contrario, ninguna obra es aceptada por Dios si uno no tiene la creencia interior correcta, tal como la creencia de que sólo Dios debe ser adorado. Dios dice:
“Si atribuyes copartícipes a Dios tus obras se malograrán y te contarás entre los perdedores”. (Corán 39:65)
Las obras sólo son aceptadas si se mantiene la creencia correcta. Así, cuando Dios Todopoderoso menciona obras en el Corán, la palabra “creer” las precede, indicando la visión islámica de que la creencia tiene más importancia en la religión que las obras:
“Mas quienes hayan creído y obrado rectamente serán los moradores del Paraíso donde vivirán eternamente”. (Corán 2:82)
“Dios ha prometido a los creyentes que obren rectamente que obtendrán el perdón [de sus pecados] y una magnífica recompensa”. (Corán 5:9)
“Y quienes hayan creído y obrado rectamente serán recompensados con el Paraíso donde morarán eternamente”. (Corán 7:42)
“Y a quienes crean y obren rectamente, su Señor los guiará hacia el camino que conduce a los Jardines de las Delicias por donde corren los ríos”. (Corán 10:9)
“Por cierto que el Clemente hará que quienes hayan creído y obrado rectamente sean queridos por los hombres”. (Corán 19:96)
“A quienes crean y obren el bien les expiaremos sus faltas y les recompensaremos por sus buenas obras”. (Corán 29:7)
“Él responde las súplicas de quienes creen y obran rectamente, y les acrecienta Sus gracias”. (Corán, 42:26)
Para explicar este concepto, los eruditos musulmanes han comparado la fe con un árbol. Creer de corazón es considerado la raíz, está oculta bajo la superficie, invisible al ojo. Sin embargo, la raíz es la que da base sólida al árbol, sin la cual no puede haber árbol. Las obras entonces son consideradas como lo que es visible en la superficie, como el tronco y las ramas de los árboles. Esta es una de las razones por las que no es apropiado debatir sobre “fe versus obras”. Una persona puede comparar un árbol con otro, pero no es válido comparar un árbol (fe) con sus ramas (obras). Sin embargo, si comparamos la creencia de corazón con las acciones de los miembros, entonces sabremos que la primera es la raíz o base, mientras las segundas son las ramas. La raíz o base siempre es más importante que una rama. Una rama puede caerse y el árbol seguirá en pie, o brotará de nuevo, pero si uno corta la raíz, entonces todo el árbol caerá y dejará de existir.
La creencia de corazón es la base del árbol de la fe, sin la cual éste muere. Las buenas obras son el tronco y las ramas de este árbol; si no hay ramas sino sólo una raíz, en esencia no habrá árbol. Mientras más ramas, más perfecto será el árbol. Por lo tanto, decimos que la base de la fe es creer de corazón, pero está incompleta sin buenas obras. Mientras que un árbol no es un árbol sin su tronco y sus ramas, un árbol no puede subsistir sin su base o raíz.
Por ello, la posición islámica se declara así: la fe (iman) es el fundamento y el pilar más importante del Islam. La fe consiste tanto de (la creencia de) corazón como (de las acciones) del cuerpo. La primera es más importante que las segundas, y la fe deja de existir si la creencia está ausente.
La importancia de la creencia de corazón puede ser demostrada por el hecho de que los actos aparentemente buenos pueden ser invalidados si la creencia de corazón no está presente. Por ejemplo, dar dinero en caridad para buscar la complacencia de Dios es una buena creencia acompañada de una buena acción, y como tal hay una recompensa de Dios por ello. Sin embargo, si uno dona dinero en caridad con la intención de hacer alarde ante la gente de la generosidad de uno, entonces esta es una acción aparentemente buena pero con una intención malvada y una creencia interior corrupta y, como tal, no logra en absoluto la complacencia de Dios. El Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, dijo:
“Las acciones son juzgadas según sus intenciones”. (Sahih Al-Bujari, Sahih Muslim)
Lo que esto significa es que las acciones de la lengua o las extremidades no sirven de nada si no están arraigadas en la creencia de corazón.
Palabras, actos, y el amor de Dios
La declaración de la lengua
Uno debe declarar públicamente su fe a Dios. Incluso Satanás tenía fe en su corazón, pero no declaró su promesa de lealtad a Dios, por el contrario, se declaró a sí mismo en rebelión y oposición. Por lo tanto, un musulmán debe declarar que “no hay nadie digno de adoración sino sólo Dios”, y debe creer en todos los Profetas de Dios que enseñaron este mensaje.
Ibn Taimiah declaró en El Libro de la Fe:
“Aquel que cree en su corazón pero no declara verbalmente su creencia, no es considerado un creyente, ni en esta vida ni en la otra. Dios no ha declarado que tal persona —que simplemente tiene conocimiento de la fe en su corazón— sea un creyente en el Mensaje [de Dios]. No se le considera creyente hasta que lo confirme de palabra.
Por lo tanto, el discurso externo es un aspecto esencial de la fe, y de acuerdo con los eruditos clásicos y modernos, uno no se salvará hasta que testifique verbalmente… aquel que no hace la declaración de fe a pesar de estar en capacidad de hacerlo, es incrédulo. Es incrédulo tanto interior como exteriormente”. (Kitab Al-Iman)
La importancia de las acciones
Creer de corazón resulta en buenas obras. ¿Cómo puede ser que una persona diga que cree en su corazón pero nunca hace buenas obras? El gran erudito Ibn Taimiah dijo:
“Y esto es porque la raíz de la fe es lo que está en el corazón y las obras externas son una consecuencia inevitable de ello. Es inconcebible que existiendo fe en el corazón no haya [buenas] obras de los miembros [como consecuencia]. Por el contrario, cuando las obras externas disminuyen, es consecuencia de la disminución de la fe que está en el corazón… Ya que las obras están correlacionadas con el corazón, entonces seguramente es deseable que una persona no se contente con la creencia de corazón, sino que la acompañe con obras correctas”. (Al-Fatawa, 7/198)
El Islam enseña que no existe dicotomía entre la creencia y las obras. Al contrario, la creencia y las obras se complementan entre sí y están entrelazadas. La persona que afirma creer —y no lo muestra con obras— es hipócrita.
Si un hombre ama a su esposa de corazón, entonces la tratará bien con sus acciones. Si un hombre es negligente con su esposa y abusa de ella, entonces seguramente no la ama en verdad. El amor se manifiesta en las obras. Si un hombre ama a su mujer, entonces hará lo que a ella le gusta. Si un hombre realmente ama a Dios, lo mostrará obedeciendo Sus mandamientos. Tal persona sabrá realizar buenas obras para lograr la complacencia de Dios. Se esforzará por medio de sus obras en buscar la complacencia de Dios, y ese es el camino hacia la salvación.
Al-Hasan Al-Basri, un gran erudito del Islam, explicó:
“La fe no es un adorno ni una ilusión, sino que se instala en el corazón y se verifica a través de los actos. Al que predica el bien pero no hace el bien, Dios comparará sus palabras con sus hechos. Quien predica y hace el bien ve sus palabras aumentadas por sus acciones. Esto es porque Dios dice:
“Hacia Él ascienden las buenas palabras [y las glorificaciones], y Él exalta las obras piadosas”. (Corán 35:10)
(Ibn Battah en Al-Ibana Al-Kubra 3/120, y Al-Jatib Al-Baghdadi en Iktidá Al-Ilm Al-Amal #56.)
La verdadera fe es tener esperanza y dependencia en la promesa de Dios. Dios Todopoderoso dice en el Corán:
“Adoradle, pues, y encomendaos a Él”. (Corán 11:123)
“Encomiéndate al Viviente Inmortal, y glorifícalo”. (Corán 25:58)
Hay una diferencia entre la verdadera esperanza en Dios y una mera ilusión. Ibn Al-Qaiem (2/27-28) explicó:
“La diferencia entre mera ilusión y esperanza verdadera es que la mera ilusión implica pereza, por lo que la persona no se presiona a sí misma y no se esfuerza [por alcanzar lo que desea]. La esperanza y confianza en Dios, en cambio, implica esfuerzo, dedicación, y la bella dependencia [de Dios]. La primera [mera ilusión] es como aquel que espera que la tierra plante y siembre sus propias semillas para él. La segunda [esperanza en Dios] es como aquel que [de hecho] labra la tierra, planta las semillas y luego espera que las cosechas crezcan… La esperanza no es correcta a menos que se acompañe por la acción”.
Shah Al-Kirmani dijo:
“La señal de una esperanza sana es la buena obediencia”. (Citado por Ibn Al-Qaiem, 2/27-28)
Ibn Al-Qaiem continuó:
“Y la esperanza es de tres tipos: dos son dignos de elogio y uno es blasfemo y mera ilusión. Los primeros dos son: (1) la esperanza de una persona que hace un acto de obediencia a Dios, bajo la guía divina, esperando obtener recompensa, (2) alguien que comete un pecado, luego se arrepiente por ello, esperando el perdón, bondad, magnanimidad, clemencia y generosidad de Dios. (3) El tercer [tipo] es como una persona que reincide en el pecado y en transgredir los límites, y aun así espera la misericordia de Dios sin hacer ninguna acción [que la justifique]. Esto es engaño, mera ilusión y falsa esperanza”.
Debemos amar a Dios, pero no sólo debemos amar a Dios con nuestros corazones, sino con nuestros actos. Si rezamos toda la noche, esto va a inculcar en nuestros corazones el recuerdo de Dios, de esto se desprende que una acción (como la oración) puede reforzar nuestra creencia interna. Por otro lado, los actos pecaminosos debilitan la fe. Si un hombre pasa la noche fornicando, esto afectará su corazón y debilitará su fe. Las buenas acciones fortifican la creencia de corazón, mientras que los actos malos corrompen el corazón.
La verdad del asunto es que aquellos que dicen amar a Dios —y sin embargo no hacen obras para probarlo— no tienen creencia en su corazón ni tienen convicción en su lengua ni hacen acciones que reflejen nada más que el vacío de sus corazones. Encontramos que mucha gente de algunas religiones hace declaraciones ostentosas respecto a su supuesto amor por Dios, pero no lo demuestran con sus hechos. Un musulmán debe recitar la Declaración de Fe oShahada, como se le conoce en árabe. La palabra significa literalmente “atestiguar”, y significa ser testigo de que no existe nadie merecedor de adoración sino sólo Dios. Sin embargo, atestiguar con la lengua es cosa sencilla, es una señal mucho mayor de la creencia atestiguar la Gloria de Dios con el cuerpo de uno, sus acciones e incluso su vida. Es por esto que la palabra shahid (aquel que entrega físicamente su vida a Dios) proviene de la misma raíz que la palabra Shahada(Declaración de Fe), puesto que la forma más excelente de declarar la Gloria de Dios es con las acciones y no sólo con las palabras.
Es cuestión de sentido común: una cosa es un hijo que le dice a su padre que lo ama, y otra es que le ofrezca su propio riñón, esto es un nivel más alto de amor. Un hombre pude decir que ama a su país, pero es un nivel más alto para un hombre arriesgar su vida en el ejército defendiendo a su país. Puede sonar a cliché, pero es una verdad evidente que las acciones son más elocuentes que las palabras. A menudo nos encontramos con que algunos adeptos a ciertas religiones están ocupados diciéndonos lo mucho que aman a Dios. Nosotros mostramos nuestro amor a Dios cinco veces al día, cuando nos sometemos a Él en oración y cuando nos apegamos a los mandamientos de Dios. Más aún, los musulmanes somos demasiado humildes y tímidos para declarar que nuestro amor por Dios es tan fuerte que se nos ha prometido el Paraíso. ¿Quién es superior, la persona que continuamente hace alarde de su amor a Dios, o el que lo manifiesta humildemente en sus obras, trabajando duro para complacer a su Señor, el Altísimo?
En el Corán, Dios Todopoderoso ordena al Profeta que diga a aquellos que aseguran amar a Dios que lo reafirmen con sus obras en obediencia:
“Di: Si verdaderamente amáis a Dios ¡Seguidme! Y Dios os amará y os perdonará los pecados. Dios es Absolvedor, Misericordioso”. (Corán 3:31)
Este es un reto proveniente de Dios Todopoderoso, con el que Él nos dice que si realmente lo amamos , entonces debemos obedecer Sus mandamientos para probarlo. Sin embargo, si desafiamos las leyes de Dios, entonces en realidad no Lo amamos, y esto es deshonestidad y mera hipocresía.
La gracia de Dios
La gracia de Dios
Algunas personas pueden pensar que el Islam enseña que el Paraíso puede ser ganado por las obras propias. Esto no es verdad, la creencia islámica es que ni la fe ni las obras pueden llevarnos al Cielo. Por el contrario, sólo la Gracia de Dios y Su Misericordia pueden permitirnos entrar al Paraíso. Creer otra cosa es cuestionar el poder de Dios y Su Soberanía absoluta. Dios es El Perdonador, y afirmar que un hombre puede concederse a sí mismo el perdón es hacer a un lado los Nombres y Atributos de Dios. Eso sería exaltar la creación (es decir, a uno mismo) al estatus del Creador, haciéndose uno mismo copartícipe en la Gloria y el Poder de Dios, lo que configura el pecado atroz del shirk, es decir, asociarle copartícipes a Dios en la adoración.
Una casa en esta vida mundana cuesta un precio determinado. Mientras mejor y mayor es, más cuesta. Una mansión cuesta más que una casa de tamaño regular, y un palacio cuesta más que una mansión. ¡Uno sólo puede imaginarse cuánto cuesta un palacio en el Paraíso! Si los hechos fueran nuestra moneda, entonces la verdad es que ninguno de nosotros podría ahorrar suficientes obras buenas para pagarse ni siquiera un centímetro cuadrado de propiedad en el Paraíso. Una de las razones por las que los seres humanos jamás acumularíamos suficientes obras buenas es que ya tenemos una deuda fuerte. Ninguna cantidad de obras buenas puede pagarle a Dios Todopoderoso por lo que nos ha brindado, como la vista, el oído y demás. Por lo tanto, la conclusión es que ningún ser humano puede ganarse el Paraíso por sus propios méritos o con sus obras.
Nadie va a alcanzar la salvación eterna por su propio nivel de fe o por sus obras, sino que ésta sólo puede lograrse a través de la Gracia de Dios. El Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, dijo:
“…Tengan en cuenta que ninguno de vosotros puede alcanzar la salvación sólo en virtud de sus propias obras”.
La gente le preguntó: “Oh, Mensajero de Dios, ¿ni siquiera tú?”
A lo que el Profeta respondió: “Ni si quiera yo, a menos que Dios me abarque con Su Misericordia y Su Gracia”.
Se sabe que el hombre más recto y justo de la humanidad fue el Profeta Muhammad y, sin embargo, nos encontramos con que incluso él entrará al Paraíso sólo por la Gracia de Dios. Esto se hace más claro en otro Dicho Profético (hadiz) en el que se nos relata sobre el hombre que hizo buenas obras toda su vida y luego pensó que iría al Paraíso con base en ellas, sin la Gracia de Dios. Este tipo de persona —que es tan arrogante como para pensar que sus propias obras le merecerían el Paraíso— será arrojado al Infierno, puesto que no creyó en la Gracia de Dios.
Sin embargo, esto no disminuye la importancia de la fe y las obras. Los musulmanes creen que Dios Todopoderoso concede Su Gracia y Misericordia a aquellos que tienen fe y que hacen buenas obras. Dios Todopoderoso dice:
“Él responde las súplicas de quienes creen y obran rectamente, y les acrecienta Sus gracias”. (Corán 42:26)
Dios Todopoderoso nos dice que Su Gracia, Misericordia y Amor son para aquellos que “creen” y que hacen “buenas obras”:
“Por cierto que el Clemente hará que quienes hayan creído y obrado rectamente sean queridos por los hombres”. (Corán 19:96)
Los musulmanes creen que Dios ama a los que actúan bien y que Él aborrece a los malvados. Esto contrasta con lo que dicen algunos cristianos, por ejemplo, que Dios ama a todos, incluyendo a los malvados, peligrosos y pecadores. Sin embargo, esta idea es rechazada incluso en la Biblia:
“Dios está airado contra el impío todos los días”. (Salmos 7:11)
“¡Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, y viene sobre ellos su quebranto, y Dios en su ira les reparte dolores!” (Job 21:17)
La idea de que Dios ama a todo ser humano puede ser un buen y suave idealneo-hippy, pero no tiene sentido y no es compatible con el Mensaje de Dios. Los cristianos creen también que Dios creó el Infierno, y que algunos humanos serán enviados allí. ¿Acaso Dios ama a aquellos que Él Mismo condena al Infierno? Si este es el caso, entonces, ¿qué clase de amor es? Si Dios realmente odia el pecado y no al pecador, entonces, ¿por qué el pecador —no el pecado— será arrojado al Infierno?
De seguro, Dios no ama al malvado. ¿Qué clase de Dios amaría a Adolf Hitler, Stalin, el Faraón, y tantos otros opresores malvados? No, Dios no ama a los asesinos, violadores y criminales. Creer que Dios ama a los malvados es cuestionar la Justicia de Dios. Por el contrario, decimos que Dios sólo ama al bueno y odia al malo. Sin embargo, un Atributo de Dios es que Él es el Más Misericordioso, de modo que si el malo se vuelve hacia Él con arrepentimiento sincero, Dios lo aceptará rápidamente.
Para concluir el tema, quienquiera que es amado por Dios entrará en la Morada del Cielo, y Dios da Su Amor y Su Gracia a los que hacen el bien, aquellos que creen con sinceridad verdadera y que hacen obras de justicia. Dios da Su gracia sólo a aquellos que se esfuerzan por alcanzarla. ¿Cómo podría alguien esperar alcanzar la Gracia de Dios sin trabajar con ambas manos para obedecer los mandamientos de Dios?
La “fe sola” y la Biblia
La creencia en la “fe sola” es rechazada por la Biblia
Los cristianos creen que los seres humanos deben alcanzar la “justificación” antes de entrar al Cielo. Los cristianos occidentales afirman que ellos alcanzan esta “justificación” simplemente por la “fe sola”. Sin embargo, esta doctrina de la “fe sola” es rechazada por la propia Biblia. Es interesante notar que la palabra “fe” aparee más de 200 veces en el Nuevo Testamento, y sólo una vez está relacionada con la palabra “sola”. Y en esa única vez en que las dos palabras aparecen juntas, la doctrina es de hecho rechazada por completo:
“Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. (Santiago 2:24)
En efecto, el pasaje en su totalidad parece negar la doctrina de la “fe sola”. Leemos en Santiago 2:14-18:
14. “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo?
15. Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
16. y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
17. Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
18. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. (Santiago 2:14-18)
Incluso Satanás creía en Dios, sin embargo no acompañó esta creencia con su juramento de lealtad ni con sus obras. La Biblia continúa:
19. “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
20. Mas, ¿quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
21. ¿No fue justificado por las obras Abraham, nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22. ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
23. Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
24. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
24. Asimismo también Rahab, la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?”
(Santiago 2:19-25)
(Santiago 2:19-25)
Algunos cristianos afirman que es suficiente con declarar a Jesús como el salvador y Dios, después de lo cual la persona “renace”. Ellos creen que esta única experiencia —de declarar a Jesús como el salvador personal— es suficiente para que uno se asegure la entrada al Reino de los Cielos. Sin embargo, este concepto es rechazado por la propia Biblia. El versículo 7:21 de Mateo nos dice que declarar a Jesús como Señor de uno no es suficiente, sino que uno debe obedecer los mandamientos de Dios para alcanzar la salvación:
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos”. (Mateo 7:21)
Dios dará a cada hombre en proporción a lo que se ha ganado con sus propias manos (es decir, con sus obras). La vida eterna en el Reino de los Cielos sólo puede ser alcanzada con la persistencia en hacer obras buenas. Leemos en la Biblia:
“Dios pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”. (Romanos 2:6-7)
Por lo tanto, la Vida Eterna depende de que se haga el bien. La Biblia dice que aquellos que hacen el bien (es decir, buenas obras) alcanzarán el Cielo, y que aquellos que hacen el mal (es decir, malas obras) entrarán al Infierno.
“…los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. (Juan 5:29)
La salvación no se alcanza de un día para otro como algunos cristianos creen, sino que es algo que debe ser trabajado a lo largo de toda la vida, como dice la Biblia:
“…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor…”. (Filipenses 2:12)
La Biblia dice también:
“Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. (Mateo 24:13)
En la Biblia se registra que Jesús, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, dijo que para entrar a la vida celestial uno debe obedecer los mandamientos de Dios. Esta es una indicación clara de que la fe sola no es suficiente para alcanzar la salvación, sino que, por el contrario, la entrada a la vida celestial depende de la obediencia a los mandamientos de Dios. La Biblia dice:
Jesús contestó: “…Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. (Mateo 19:17)
El peligro de la doctrina de la “fe sola”
Hay un gran peligro en la prédica de una doctrina que trivializa la importancia de las obras. A menudo, muchos cristianos piensan que ya que Jesús los absolvió de sus pecados, no tienen necesidad de permanecer lejos de los estilos de vida pecaminosos. En otras palabras, Jesús les ha dado un “pase libre” para el pecado. Y es por eso que encontramos que muchos cristianos pecan durante toda la semana y sólo van a la iglesia los domingos, satisfechos con la idea de que han sido salvados sin importar lo que pase. La doctrina de “una vez salvo, siempre salvo” lleva a la negligencia en los deberes de uno para con Dios. Una religión que predica tal creencia sólo causa que sus seguidores se alejen de la rectitud. La religión del Islam, por su parte, advierte a sus seguidores que la Gracia de Dios es alcanzada por la creencia y las buenas obras, y que uno debe esforzarse por alcanzar el Paraíso. Es por esto que los musulmanes rezan 5 veces diarias, para que puedan alcanzar la Gracia de Dios y la salvación. Es una lucha constante hacia la rectitud a lo largo de toda la vida, no sólo un evento único.
La doctrina de la “fe sola” es blasfema, puesto que no nos fue enseñada por Dios Todopoderoso. La “fe sola” no se encuentra en el Corán. Más aún, esta doctrina no puede hallar fundamento en la Biblia. No es apropiado seguir una creencia que no tiene base escritural alguna.
Conclusión
La Salvación se alcanza mediante la consecución de la Gracia de Dios, y esto se hace con la mezcla de creencia interior y buenas obras. Esta es una creencia que encuentra soporte tanto en el Corán como en la Biblia. La promesa de Dios es que la Gracia se obtiene a través de la fe interior y las buenas obras, en contraste con la “fe sola”.
Algunas personas pueden creer que se les ha prometido el Cielo por la “fe sola”; sin embargo, ¿esto significa que realmente van a entrar al Cielo? El mero hecho de creer en algo no lo convierte en una realidad. ¿Con qué frecuencia encendemos la televisión y escuchamos a los tele-evangelistas proclamar que podemos ser salvados simplemente por decir que Jesús es nuestro Señor? A menudo podemos cambiar el canal sólo para ver a alguien más prometiéndonos que podemos perder 50 libras de peso en un mes simplemente atándonos algunas correas de ejercicio en el abdomen. ¿Esta promesa es menos dudosa que la promesa del Cielo del tele-evangelista?
Qué tonta sería una persona si compra una de estas correas de ejercicios y confiara sólo en eso, sin preocuparse por sus propias obras (es decir, dieta, ejercicio, etc.) Esa persona —si se vuelve descuidada con su dieta y ejercicio— eventualmente obstruirá sus arterias con grasa y morirá de un ataque al corazón, sin importar su creencia interna en que iba a perder 50 libras. La creencia islámica es que los pecados son manchas negras en el corazón espiritual. Con suficientes pecados, el corazón entero se cubrirá de oscuridad y morirá. Los pecados obstruyen el corazón espiritual del mismo modo en que la grasa obstruye las arterias del corazón físico. Aquel que le presenta un corazón ennegrecido a Dios no entrará al Cielo, a pesar de su creencia en el concepto de “fe sola”. Una persona que se basa en esta creencia es como la que pone su confianza en la correa de ejercicio: por un tiempo, estas personas se sienten ilusionadas y contentas con la promesa, pero eventualmente la realidad desnudará su fea cabeza, y todos los hombres serán responsables de sus obras.
Una correa mágica de ejercicio hace que la gente se vuelva negligente en relación a la dieta y el ejercicio, pues ellos creen que la correa será más que suficiente para compensar su falta. Del mismo modo, el concepto de “fe sola” hace que la gente sea negligente con las obras. Cuando esta gente muera, les molestará el no haber dedicado sus vidas para acumular buenas obras con el fin de obtener la Gracia de Dios. La gente debe dedicar sus vidas a hacer obras buenas en lugar de comprar la promesa de un viaje sin esfuerzo al Paraíso sobre intenciones incumplidas.
El Corán confirma la verdad, en lugar de contentarnos con falacias: los hombres deben trabajar duro para alcanzar el Paraíso. Es de sentido común que una gran recompensa debe exigir un gran esfuerzo. Dios Todopoderoso dice:
“Y luchad por la causa de Dios con sinceridad”. (Corán 22:78)
Y dice también:
“A quienes luchen denodadamente por Nuestra causa los afirmaremos en Nuestro camino. Ciertamente Allah está con los benefactores”. (Corán 29:69)
Debemos esforzarnos en buscar la complacencia de Dios no sólo creyendo en nuestros corazones, sino mostrando esa creencia con nuestros actos. Nada es más importante que la creencia de corazón, pero esto no niega la importancia de las acciones de las extremidades. Las obras sin la fe no son sinceras, la fe sin las obras es hipocresía.
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