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miércoles, 5 de diciembre de 2012

Abu Bakr, primer Califa




AMIGO INTIMO Y SUEGRO DEL PROFETA (S.A.S.)


          Abu Bakr, llamado as-Siddiq, “el Muy Sincero, el que aprecia la Verdad”, fue el primer califa del Islam, Su nombre era Abu Bakr ibn Abi Quhafa ibn ´Amir, del clan de los Taym de la tribu de Quraysh. Su madre fue Umm al-Jayr bint Sajr, del mismo clan. Nació alrededor del año 570. Se dedicó al comercio. En los peores tiempos del principio del Islam permaneció en Makka hasta el último momento cuando sólo quedaron él y Rasulullah, sallallahu ´alayhi wa sallam, guardando la retaguardia de los musulmanes, y entonces emigraron mientras eran perseguidos por los qurayshíes. Su hija ´Aisha Umm al-Muminin se casó con Sidna Muhammad (s.a.s.). Participó al lado de Rasulullah en todas las expediciones mostrándose en todas esas ocasiones como una roca firme y jamás perdió el coraje. A la muerte de Sidna Muhammad, en el 632, fue designado su sucesor a la cabeza de los musulmanes. Murió, radiyallahu ´anhu, dos años más tarde.

Sidna Abu Bakr era independiente del mundo, y por ello el mundo lo detestaba. Las desgracias no dejaron en ningún momento de cebarse en él y acosarlo, y así era puesta a prueba su sinceridad. Siguió un camino recto, buscando la Verdad singular: a pesar de que la vida quería desviar su atención, él nunca dejó de mirar hacia delante sobre su senda segura. Dijo: “Allah es Uno”, y no desistió hasta encontrarse con Él. “El Tasawwuf es aferrarse a lo esencial cuando todo pretende confundirte”. Y también ha sido dicho:”El Tasawwuf consiste en estados interiores irreductibles, comportamientos puros y esencias manifiestas”.

Rasulullah, sallallahu ´alayhi wa sallam, lo llamaba ´Atiq an-Nar, el que se ha liberado del Fuego que consume a los hombres, Su rostro era hermoso y sus orígenes eran puros. Su madre tenía partos difíciles y ninguno de sus hijos sobrevivía; cuando él nació sano, lo llevó ante la Kaaba y dijo: “Allah, éste es un liberado de la muerte, guárdamelo”.

Abandonó cuanto poseía para seguir al Mensajero (s.a.s.) y ofrecía su vida por él. Su entendimiento era ágil, su respuesta rápida y su firmeza ejemplar. Cuando todos enmudecían ante una calamidad, él encontraba algo sabio que devolvía a todos la calma y la certeza. Murió Rasulullah y la comunidad sufrió un duro golpe y los ánimos se alteraron. ´Umar arrebatado por la pasión, subió al-mimbar y amenazó de muerte a quien osara decir que el Mensajero había muerto. Pero a Abu Bakr nunca lo abandonó la serenidad; hizo callar ´Umar y dijo: “Quienes adoraban a Muhammad que sepan que ha muerto, y quienes buscaban a Allah que sepan que Allah está vivo y no muere”. Y por ello se ha dicho que fue el más valeroso de los Sahaba en sus palabras y en sus actos.

Hizo de la sinceridad su primer paso hasta que desembocó en el océano de la pureza. Ascendió por los grados de la plenitud hasta deshacerse de todo residuo de falsedad. Nada podía confundirlo, y ante él se mostró la Verdad en toda su grandeza. Se ha dicho: ”El Tasawwuf es la soledad del hombre ante su Señor Uno”. Sabía que nada habría de llevarse a la tumba, y por ello se volcó hacia lo que complace a Allah. Se ha dicho: “El Tasawwuf es divorciarse del mundo y abandonar aquello en lo que se entretiene el negligente”.

Era severo consigo mismo. El recuerdo de Allah le hacía llorar, y su llanto contagiaba a los que le rodeaban. Tal era la fuerza de su amor que de su boca salía el olor de las brasas que consumían sus entrañas. Se ha dicho: “El Tasawwuf es sentir las llamas del anhelo por el Amado”. Su aspiración era elevada; su deseo no era otro que Allah. Y se ha dicho: ”El Tasawwuf es rigor en el caminar hacia el Rey de los Reyes”, y también: “El Tasawwuf es alzar la ambición hasta el Dueño de todos los favores”.

Su virtud era la moderación. Evitaba todos los excesos y frivolidades. En el comer y en el beber era austero, y jamás probaba bocado o sorbo de algo cuyo origen desconociera. Una vez bebió leche que le ofrecía un hombre; cuando le preguntó cómo la había conseguido le respondió que se dedicaba a hacer sortilegios y que le habían pagado con esa bebida. Abu Bakr introdujo sus dedos en la boca hasta que la vomitó todo, y dijo: “Allahumma, te pido disculpas por lo que ya se ha mezclado en mi sangre”.

Su silencio era admirable. Se señalaba la lengua y decía a la gente: “Ésta es la culpable de los males que aquejan a los hombres”. Se ha dicho: “Nada hay de bueno en las palabras que no se refieran a Allah ni nada hay de bueno en la riqueza que no se gaste por Él. Ni nada hay de bueno en aquél al que la ignorancia hace grosero ni en aquél que no diga la verdad por temor a ser censurado”.

Cuando se levantaba para hacer el Salat quedaba petrificado de espanto pues era consciente de ante Quien se había puesto en pié. Poco antes de morir, durante su enfermedad, le preguntaron: “¿Traemos a un médico?”. Y él respondió que el médico ya lo había visto y que le había dicho: “En mis Manos está hacer lo que Yo quiera”. Cuando era lavado para su entierro, una voz dijo a ´Ali: “Traed el amado al Amado. El Amado desea reunirse con su amado”. Radiyallahu ta´ala ´anhu wa ardáh.

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