La palabra namîma significa principalmente calumnia, pero también se aplica a la maledicencia, a las mentiras, a las acusaciones, a toda maldad de la lengua, sea cual sea, por ligera que parezca... La namîma en todos sus grados está severamente condenada en el Islam. He aquí a continuación algunos hadices y relatos sobre el tema, recogidos del libro Tanbîh al-Gâfilîn del alfaqîh Abû l-Láiz as-Samarqandi, ráhimahullâh:
Hudzáifa (r.) dijo que Rasûlullâh (s.a.s) dijo: “En el Jardín no entrará ningún calumniador”. Es decir, tras la muerte no disfrutará de la Misericordia de Allah quien invente o difunda una calumnia (namîma).
Abû Huráira (r.) dijo que Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “¿Sabéis quiénes son los peores de vosotros?”, y le respondieron: “Allah y su Mensajero lo saben mejor”, y les dijo: “El peor de vosotros es el que tiene dos caras (dzû l-waÿháin), el que se presenta ante unos con una cara y ante otros con otra cara”. Se refiere al que adula a ciertas personas, pero, en cuanto no están presentes, las insulta y calumnia.
Ibn ‘Abbâs (r.) contó que en cierta ocasión el Nabí (s.a.s.) pasó junto a dos tumbas nuevas y dijo: “Sus moradores están sufriendo, y no es por cosas graves. Uno de ellos no se protegía contra la salpicadura de sus orines y el otro se hacía eco de las calumnias”. Después, cogió una hoja de palmera aún fresca y la cortó por la mitad, y clavó una en cada tumba. Le preguntaron por qué lo hacía y respondió: “Tal vez suavicen sus sufrimientos, mientras no se sequen”. -El alfaqîh (Abû L-Láiz as-Samarqandi, autor de esta recopilación) opina que la expresión ‘están sufriendo a causa de cosas que no son graves’ se refiere a que la gente no les da importancia, pero sí la tienen ante Allah; ya se ha adelantado el hadiz de Hudzáifa en el que Rasûlullâh (s.a.s.) anuncia que no entrará en el Jardín ningún calumniador, y si es así quiere decir que su cobijo tras la muerte es el Fuego, puesto que ahí no hay más que Jardín (Yanna) o Fuego (Nâr). El calumniador (nammâm) debe inmediatamente abandonar su vicio y volverse hacia Allah (Táuba), lamentando haber caído en esa vileza así como los sufrimientos que haya causado. El nammâm, el calumniador, es un ser despreciable en este Mundo(Dunia) y su Destino en al-Âjira es el Tormento de Allah (al-‘Adzâb), en la desesperación de no salir jamás de ese sufrimiento infinito. Pero si en vida se vuelve hacia Allah y reforma su conducta (la Táuba), Allah le evita (la Mágfira) la consecuencia, en lo eterno de al-Âjira, de su bajeza anterior.
Al-Hásan (r.) contó que Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “El peor entre la gente es el que tiene dos caras, que se presenta ante unos con una cara y ante otros con otra. Quien tenga dos lenguas en este Mundo (Duniâ), Allah le pondrá en la boca el Día de la Resurrección (Yáum al-Qiyâma) dos lenguas de fuego”.
Hammâd ibn Sálama contó el siguiente relato: Un hombre vendía un esclavo y advertía a quienes querían comprarlo que tenía un vicio que consistía en que era aficionado a inventar calumnias. A un comprador le pareció insignificante ese defecto y pagó su precio. Cierto día, el muchacho dijo a la esposa de su amo: “Tu marido anda detrás de otra y acabará abandonándote. Si quieres recuperar su afecto, tienes que realizar un hechizo que yo te enseñaré y para el que necesitas algunos pelos de su barba. Cuando duerma, coge una navaja y córtaselos”. Más tarde, dijo al esposo: “Tu mujer está liada con otro y piensa matarte. Ten cuidado, porque cualquier noche puede degollarte mientras duermes”. Esa noche, el marido fingió que dormía. La mujer salió de la cama y volvió con un cuchillo. El hombre se lo arrebató y la mató con él. Cuando los familiares de la mujer se enteraron de lo sucedido, acudieron y mataron al hombre. A su vez, los familiares de éste buscaron a los asesinos y durante generaciones corrió la sangre entre las dos familias...
Abû ‘Ubáid Allâh al-Qúrashi contó que un hombre persiguió a otro con fama de sabio recorriendo setecientas parasangas porque le dijera siete cosas. Cuando se encontró con el sabio, le preguntó: “Acudo ante ti para recibir de tus labios lo que Allah te ha obsequiado. Dime qué es más pesado que el cielo, qué es más ancho que la tierra, que es más duro que la piedra, qué es más caliente que el fuego, qué es más frío que el hielo, qué es más profundo que el mar y qué es más vulnerable que el huérfano (en otras versiones de este relato se hace otra pregunta: qué es más letal que el veneno)”. Y el sabio respondió: “La falsa acusación contra un inocente es más pesada (más tremenda) que el cielo; la verdad es más ancha que la tierra; el corazón satisfecho es más profundo que el mar; la avidez es más caliente que el fuego; la necesidad de la ayuda de un familiar, cuando éste niega el auxilio, es más fría que el hielo; el corazón del ingrato es más duro que la piedra; la calumnia, cuando se descubre, hace al calumniador más vulnerable que un huérfano (en la versión en la que la séptima pregunta es por lo que es más letal que el veneno, se dice también que es la calumnia)”.
Al-Hásan al-Basri dijo: “No dudes de que, quien te habla de los demás, a ellos les habla de tí”.
Se ha contado que en cierta ocasión un hombre se presentó ante el califa ‘Omar ibn ‘Abd al-‘Açîç y comenzó a hablar mal de alguien ausente. El califa le dijo: “Podemos hacer dos cosas. Podemos aplicarte el versículo del Corán en el que se aconseja hacer averiguaciones antes de creer a un maledicente, y si resulta que es falso lo que dices te consideraremos un despreciable calumniador al que jamás hay que volver a prestar oídos. O si lo prefieres, podemos perdonarte y olvidar el asunto”. Y el hombre pidió el perdón del califa...
‘Abd Allah ibn Mubârak dijo: “Los bastardos son incapaces de guardarse nada, mientras que es noble quien no causa ninguna molestia a sus vecinos”. Es decir, quien se dedica a difundir los secretos de la gente y a inventar calumnias debe ser considerado un bastardo. Quien, por el contrario, sabe guardar secretos y no difunde mentiras ni daña con su lengua a nadie es siempre un bien nacido.
Un sabio (hakîm) fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”.
Ka‘b al-Áhbar contó: Un año de sequía Moisés salió con su pueblo a un descampado para suplicar a Allah que hiciera llover. Repitieron la misma operación tres veces y no llovió. Finalmente, Moisés se retiró y dijo: “Señor, tu pueblo se ha reunido para pedirte la lluvia y Tú se la niegas, ¿cuál es su delito?”. Y Allah le dijo: “Entre vosotros hay un calumniador”. Y Moisés dijo: “Dime quién es para que le expulse de entre nosotros”. Y Allah le respondió: “¡Oh, Moisés! Os he prohibido la calumnia y quieres que Yo sea un calumniador. Ve a tu pueblo y comunícale que he maldecido la calumnia, y diles que todos me obedezcan”. Así lo hizo Moisés, y todos renegaron de las calumnias, y entonces llovió...
El califa Sulaimân ibn ‘Abd al-Málik estaba en cierta ocasión reunido con Aç-Çahri, y se presentó un hombre al que el califa dijo: “Me he enterado que has dicho de mi tal y tal cosa”, y el hombre le dijo: “No he dicho nada de eso”, y el califa lo miró severamente y le dijo: “Quien me lo ha dicho es una persona sincera”. Entonces, aç-Çuhri dijo: “Nadie que vaya contando cosas así es sincero”. El califa recobró la serenidad y dijo: “Es verdad. Vete en paz”.
Un sabio dijo: “Quien te cuente que alguien te ha insultado diciendo de ti esto y lo otro, es él el que te está insultando”.
Wahb ibn Munábbih dijo: “Quien te adule diciéndote lo que no eres, no estés seguro de que no te calumnie contando lo que no eres”.
El alfaqîh autor de este libro dice: Cuando una persona se presente ante ti y te informe de que fulano ha hecho contra ti tal cosa y ha dicho de ti tal otra, tú tienes la obligación de hacer seis cosas. Primero, no apresurarte, pues el Corán lo prohíbe cuando ordena que ante ese tipo de informaciones hay que hacer antes averiguaciones y no dar crédito inmediato a quien las trasmite, y que es siempre por ello alguien perverso (fâsiq). Segundo, censurarle lo que hace, pues el Corán obliga a los musulmanes a que ordenen el bien y prohíban el mal. En tercer lugar, debes detestar a esa persona, pues está haciendo un mal y detestar el mal y su gente es obligatorio para cortar su raíz. En cuarto lugar, no pensar mal de tu hermano sobre el que te ha llegado esa noticia, pues sospechar mal de un musulmán es ir en contra de lo que enseña el Corán. En quinto lugar, no debes jamás espiar a ese hermano tuyo para averiguar si es verdad lo que te han contado, pues el espionaje está prohibido en el Islam. En sexto y último lugar, si la calumnia te resulta repugnante, no la cometas tú nunca, ni difundas calumnias sobre otros...
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