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miércoles, 5 de septiembre de 2012

El profeta Muhammad es anunciado en la Biblia




La venida del Profeta del Islam, como Sello de la Profecía y portador del Sagrado Corán, como Mensaje definitivo a la humanidad, era conocida y fue anunciada por los grandes Profetas y Mensajeros que le precedieron.

Leemos en el Deuteronomio que Dios le dice a Moisés:

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho. Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Más a cualquier que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.

(Deut. 18:17-18).
Este importante párrafo habla de un Profeta suscitado entre los hermanos de los hijos de Israel, ¿y quienes son esos hermanos sino los hijos de Ismael, los árabes?. Además, Dios le dice a Moisés que tal profeta será como tú. Como Moisés, sólo puede interpretarse en el sentido de una similar jerarquía, en cuanto Profeta, conductor del pueblo y promulgador de una ley. Ninguno de los profetas de Israel posteriores a Moisés cumplió estos requisitos (además del hecho de que pertenecían a Israel y no a sus hermanos), pues ninguno, por ejemplo, promulgó una nueva ley. En cuanto a Jesús, con él sea la Paz de Dios, pertenecía a la casa de Israel por parte de su madre, y no tuvo por intención cambiar la ley de Moisés, pues dijo:

¡No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

(Mateo, 5:17)
En cuanto al Profeta del Islam, cumplió no sólo con los requisitos de esta profecía sino que además las similitudes con Moisés son asombrosas: Ambos fundaron una religión, dejaron una Escritura completa, condujeron a su pueblo como gobernantes, se casaron y formaron familia, emigraron con sus seguidores en busca de una tierra segura y conocieron en vida el triunfo de su causa. El versículo del Deuteronomio dice además que tal Profeta hablará en Mi nombre. Y vemos que cada capítulo del Sagrado Corán empieza con la fórmula fundamental:

En el Nombre de Dios, el Graciabilísimo, el Misericordiosísimo

¿Quién cumplió sino esta profecía?.

En el evangelio de Juan, capítulo 14, Jesús anuncia:

Y yo rogaré al Padre y os dará un Paráclito para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir porque no le ve, ni le conoce…. Mas el Paráclito… él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho… Pero cuando venga el Paráclito, a quien yo os enviaré del Padre, el espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. …Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Paráclito no vendría a vosotros… Y cuando él venga, dará al mundo evidencia convincente respecto al pecado, a la justicia y al juicio.

(Juan 14:16, 26; 15:26; 16:7)
¿Quién es este Paráclito que Jesús anuncia en los momentos finales de su misión? ¿Quién vino después de suyo a establecer la justicia y a hablar la verdad sobre Jesús sino Muhammad, el veraz, el muy alabado (Ahmad: el más alabado, que en griego se escribe Periclitos) en este mundo y en el otro, quién trajo una evidencia clara (el Corán) sobre el pecado, la justicia y el juicio? ¿Puede decirse que Jesús, con él sea la Paz, estaba anunciando simplemente al Espíritu Santo?

Cerca de dos siglos después de que el idólatra e impío Reino de Israel fuera destruido y toda la población de las diez tribus deportada a Asiria, el glorioso Templo de Salomón en Jerusalén fue arrasado hasta los cimientos por los caldeos. La población remanente, no masacrada, de las tribus de Judá y Benjamín, fue transportada a Babilonia. Tras un periodo de cautividad de 70 años, les fue permitido a los judíos retornar a su país con toda libertad, para edificar nuevamente su ciudad y su templo destruidos. Cuando estaban siendo puestos los cimientos de la nueva casa de Dios, surgió un tremendo bullicio de goce y aclamación de los allí reunidos, mientras que los ancianos que habían conocido el magnífico Templo de Salomón, prorrumpieron en amargo llanto. Fue en esta ocasión que, el Todopoderoso envió a Su siervo, el profeta Hageo a consolar a la concurrencia entristecida, con este importante mensaje: Y Yo haré temblar a todas las naciones y el Himda de todas las naciones vendrá y llenaré de gloria esta casa, dice el Señor de los Ejércitos. Mía es la plata y mío es el oro, dice el Señor de los Ejércitos. La gloria de Mi Casa postrera será mayor que la de la primera, dice el Señor de los Ejércitos. Y daré la paz (shalom) en este lugar, dice el Señor de los Ejércitos. Hageo II: 7-9

He traducido el párrafo mencionado, del único ejemplar de la Biblia a mi disposición, que me enviara una prima asiria, en su lengua original. Pero si consultamos la versión española de la Biblia, veremos traducidas las palabras originales Himda y Shalom en hebreo, como Deseado y Paz respectivamente.

Tanto los comentaristas judíos como cristianos, han dado la mayor importancia a la doble promesa contenida en la profecía mencionada. Ambos entienden como una predicción mesiánica la palabra Himda. En realidad, estamos aquí ante una profecía maravillosa, confirmada por la fórmula bíblica usual del juramento divino: Dice el Señor Sabaoth repetida cuatro veces. Si esta profecía se toma en el sentido abstracto de las palabras himda y shalom, como deseo y paz, entonces, la profecía se convierte en una aspiración ininteligible. Pero si, por el término himda entendemos una idea concreta, una persona y realidad, y por la palabra shalom entendemos, no una condición, sino una fuerza viva y activa y una religión establecida definitivamente, entonces esta profecía debe ser admitida como cierta y cumplida en la persona de Ahmad y en el establecimiento del Islam. Porque himda y shalom (o shlama) tienen precisamente el mismo significado que Ahmad e Islam respectivamente. Antes de abocarnos a la demostración del cumplimiento de esta profecía, será mejor explicar la etimología de las dos palabras, tan brevemente como sea posible. Himda. A menos qu esté en un error, la oración en el texto hebreo original se lee así: ve yavu himdath kol hagoyim, lo cual, literalmente traducido, sería: y vendrá el himda de todas las naciones. La hi final del hebreo, como en árabe, se transforma en th o t en el caso del genitivo. La palabra deriva de una raíz hebrea arcaica o, más precisamente, del arameo hmd, consonantes que se pronuncian hemed. Generalmente, en hebreo la palabra hemed es usada en el sentido de gran deseo, codicia, apetito y ambición. El noveno mandamiento del Decálogo dice: Lo temhod ish reikha, es decir No desearás la mujer de tu prójimo. En árabe, el verbo hamida, procedente de las mismas consonantes hmd, significa alabar. ¿Quién es más alabado e ilustre que aquel que es ansiado, ambicionado y deseado? Cualquiera de los sentidos que se prefiera, el hecho es que la forma árabe de himda, es decir Ahmad, permanece firme e indiscutida.

El sagrado Corán, en el capítulo LXI, declara que Jesús anunció al pueblo de Israel la venida de un Mensajero de Dios, cuyo nombre sería Ahmad. El Evangelio de San Juan, al ser traducido al griego, usa el nombre Paráclitos, un barbarismo desconocido en la literatura clásica griega. Pero el término Períclitos, que corresponde exactamente al término Ahmad en su sentido de preclaro, glorioso, alabado en un grado superlativo, debe haber sido la correcta traducción al griego de himda o de la forma árabe o aramea Hemida, como fue pronunciada por Jesús (sobre él la paz). Pero, desgraciadamente, no poseemos ningún Evangelio en el idioma original hablado por Jesús.

En cuanto a la etimología y significado de las palabras shalom shlama y las palabras salam e Islam, no necesito entretener al lector, abrumándolo con detalles lingüísticos. Cualquier estudioso y conocedor de las lenguas semíticas, sabe que shalom e Islam se derivan de una misma raíz y que ambas significan paz, sumisión, resignación o conformidad. Habiendo quedado claro esto, me propongo hacer una breve exposición de esta profecía de Hageo. A fin de comprenderla mejor, citaré otra profecía del último libro del Antiguo Testamento. Malaquías, cap. III:1: Miren, yo enviaré Mi mensajero, el cual preparará el camino delante de Mí. Vendrá súbitamente a su templo. Él es el Adonai (el Señor) por quien vosotros rogáis y el Mensajero del Pacto, en quien encuentran contento. Él está viniendo, dice el Señor de los Ejércitos. Comparemos estos misteriosos oráculos, con la sabiduría que se haya en el sagrado versículo del Corán: Gloria a Quien hizo viajar a Su siervo durante la noche, desde la Mezquita Sagrada (el Templo de la Meca) a la Mezquita Lejana (el Templo de Jerusalem), cuyos alrededores Nosotros hemos bendecido. (17:1)

Trataremos de demostrar que la persona que viene súbitamente al Templo, como lo anuncian las dos profecías bíblicas anteriores, Hageo II:7 y Malaquías, III:1, es Muhammad y no Jesús y utilizaremos para ello los siguientes argumentos, que pondrán en claro el asunto ante cualquier observador imparcial:

1º.- El parentesco, la relación y semejanza entre los dos tetragramas Himda y Ahmad y la identidad de la raíz hmd de la cual derivan ambos sustantivos, no deja la más mínima duda de que el sujeto en la oración y vendrá el Himda de las naciones es Ahmad, es decir, Muhammad. No hay ni la más remota relación etimológica entre Himda y cualquier otro nombre como Jesús, Cristo, Salvador, etc. Y ni siquiera hay una consonante común entre ellos.

2º Incluso , si se quiere argumentar que la forma hebrea hmdh, leída himda, es un sustantivo abstracto que significa deseo, codicia, avidez y necesidad, el argumento sería nuevamente favorable a nuestra tesis, porque entonces, la forma hebrea, etimológicamente, sería exactamente la equivalente en sentido y similitud a la forma árabe himdah, o mejor dicho, idéntica a ella. En cualquier sentido que se desee tomar el tetragrama hmdh, su relación con Ahmad es concluyente y no tiene nada que ver con Jesús.

Si San Jerónimo y, antes que él, los autores de la Septuaginta, primera versión en lengua griega de las escrituras judías, hubiera preservado intacta la forma hebrea de Hmdh, en lugar de pasarla al latín cupiditas o al griego euthymia, probablemente, los traductores elegidos por el Rey James I, para traducir la Biblia al inglés, habrían reproducido también la forma originaria en su versión autorizada y la Sociedad Bíblica habría hecho lo propio en sus versiones a lenguas de países islámicos.

3.- El Templo de Zorobabel iba a ser más glorioso que el de Salomón, porque, como profetizó Malaquías, el gran Mensajero del Pacto, el Adonai o Seied, en árabe Señor, de los mensajeros divinos, iba a visitarlo súbitamente, como en realidad hizo el profeta Muhammad durante su milagroso viaje nocturno, según lo relata el Corán. El Templo de Zorobabel fue edificado o reedificado por Herodes el Grande. Y, ciertamente, Jesús, en todas las ocasiones en que lo visitó, lo honraba con la presencia de su santa persona. En realidad, la presencia de cada profeta en la Casa de Dios, había aumentado la dignidad y santidad del santuario. Pero, a pesar de todo ello, debe ser admitido que, al menos en los Evangelios que registran las visitas de Jesús al Templo y sus enseñanzas allí, no hacen mención a una sola conversión entre su audiencia. Todas sus visitas al Templo terminan, según se relata, en amargas disputas con los sacerdotes y los fariseos incrédulos. También se debe llegar a la conclusión que Jesús no trajo la Paz como él mismo declaró deliberadamente (ver Mateo XXIV, Marcos XIII, Lucas XXI) sino que, incluso, predijo la total destrucción del Templo, como se cumplió unos cuarenta años más tarde, a manos romanas, cuando se completó la dispersión de los judíos.

4.- Ahmad, que es otra forma de la misma raíz y significado del nombre Muhammad, es decir, El más glorioso o alabado, durante su viaje nocturno, visito el sagrado lugar del Templo en ruinas, tal como nos informa el sagrado Corán, y allí, realizó la oración al frente de todos los profetas y enviados divinos que le habían precedido, tal y como reflejan los hadices de sus compañeros, recogiendo lo que él mismo les relató. Fue entonces cuando Alláh bendijo las cercanías del Templo y mostró Sus signos (Corán, 17:1) al último de los profetas. Si Moisés y Elías pudieron aparecer en forma corpórea sobre el monte de la transfiguración, ellos y todos los miles de profetas divinos, también pudieron aparecer en las cercanías del Templo de Salomón en Jerusalén y fue en la súbita venida del profeta Ahmad a su Templo (Malaquías, III: 1) cuando Dios lo lleno realmente con gloria (Hageo, II).

Que Amina bintu Wahbi, viuda de Abdellah ibn Abdel Mutalib, el padre del Profeta Muhammad (s.), diera a su hijo el nombre Ahmad, nombre propio que nunca antes, en toda la historia de los árabes, había sido usado, es, de acuerdo a mi humilde creencia, el mayor de los milagros a favor del Islam. El califa omeya Umar ibn Abdel Aziz, conocido por el sobre nombre de El quinto de los califas rashidún, ofreció a judíos y cristianos reconstruir el Templo antiguo y, ante la negativa de estos, edifico la Mezquita de la Roca, cuya cúpula dorada es hoy el símbolo de la ciudad santa de Jerusalén. Esa cúpula dorada cubre una roca que conserva una huella del pie del Mensajero de Dios, indicando el lugar desde el que ascendió al cielo en cuerpo y alma, y permanece como un monumento perpetuo a la autenticidad del pacto que Dios hizo con Abraham e Ismael (ver Génesis XV a XVII).

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