Introducción
Alabanzas a Allah, el Altísimo. Que la paz y la bendición de Allah sean sobre nuestro Mensajero amado, así como sobre su familia y compañeros.
Alabanzas a Allah que nos ha permitido traducir esta carta de consejo dirigida por el Imam de los ascetas y los devotos,Ahmad ar-Rifâ’i, que Allah esté satisfecho con él, al califa Al-Mustanÿid bil-lah al-‘Abbâsi, muerto en 1170 d.C. Además de la revivificación de nuestro patrimonio islámico, esta carta encierra consejos benéficos para todo gobernante musulmán, especialmente en nuestra época en que la comunidad musulmana, dividida y codiciada, vive un período crítico de su historia. Esta carta constituye igualmente un testimonio de la implicación de los grandes shaij del Tasawwuf sunní en los asuntos del Estado. En efecto, el ascetismo y la devoción no apartaron a los Imames señoriales de la arena de las preocupaciones de su sociedad y no los confinaron en las esferas de la reclusión. Al contrario, estos sabios honraron el depósito de la ciencia de la cual son los herederos, educaron a sus discípulos, exhortaron a los musulmanes, propagaron la ciencia, y prodigaron preciosos consejos a los gobernantes.
Y es Allah Quien concede la guía y el éxito.
Ahmad al-Murtada
Enunciado de la carta del Imam ar-Rifâ’i
Con el Nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso
Alabanzas a Allah. Que la Paz y las Bendiciones sean sobre el señor de Sus criaturas, Muhámmad, Su siervo, Su amado y Su elegido.
De parte del pobre en Allah, Ahmad ibn ‘Ali Abû-l-Hasan, que Allah sea para él, al Imam, el Califa obedecido, el Emir de los Creyentes, Abû Ahmad al-Mustanÿid bil-lah al-‘Abbâsi al-Hâshimi, que Allah lo asista mediante el Auxilio que concede a Sus piadosos siervos. Âmin.
Nos ha llegado tu carta en la que nos pides que te demos un buen consejo recordando el hadiz: “El Dîn (el Islam) exige el buen consejo (nasîha), el Dîn (el Islam) exige el buen consejo, el Dîn (el Islam) exige el buen consejo”.
Si no hubiera este hadiz, no te habría dado este consejo en absoluto, porque aconsejar a un hombre como tú, que Allah te bendiga, requiere dos condiciones: la sinceridad de parte de quien da el consejo y la aceptación, condicionada por la puesta en práctica, de parte de la persona aconsejada. Que Allah te auxilie y te conceda el éxito.
¡Oh, Emir de los Creyentes! Si te aplicas a ti mismo los juicios del Libro de Allah –exaltado y glorificado sea- los juicios establecidos por tus edictos serán entonces puestos en funcionamiento en Su Reino. Si tú glorificas la Orden de Allah –exaltado sea- siguiendo a Su Mensajero –paz y bendiciones de Allah sobre él- y si tú honras su noble rango, los súbditos honrarán a los responsables y los gobernantes que tú habrás designado.
No tengas en consideración, ¡oh, Emir de los Creyentes! la fuerza de la que disfrutan los césares y los reyes de los magos en sus reinos porque ellos están lejos de los principios que te acabo de mencionar. En realidad, aquéllos desconocieron lo Verdadero a tal punto que Él los ha alejado de Su Majestad, les acercó a este bajo mundo y les acercó a sus artificios. Les dio el poder sobre quien Él quiere de entre Sus criaturas. Si gobiernan mediante lo que es agradable a sus súbditos, su poder se extenderá en los velos de este bajo mundo hasta su último suspiro. Si no obstante no los gobiernan con dulzura y miramientos, si les cargan con lo que no puedan soportar, Allah levantará a sus pueblos contra ellos; Él empleará a unos para retirar los artificios de este bajo mundo de los otros. Y el fuego es ciertamente el refugio de los incrédulos.
En cuanto a ti, ¡oh, Emir de los Creyentes!, tú eres el guardián y el defensor de la tierra, de la sangre y del dinero de los musulmanes. Los sables del Islam fueron blandidos victoriosamente, no porque se supiera que tú ibas a convertirte en califa, ni para preparar el terreno a tu acceso al poder para que gobiernes según tu opinión. Esto no se hizo más que por Allah y Su Mensajero –paz y bendiciones sobre él. Acude, pues, en todas las situaciones, a Allah. Honra en todos tus asuntos la orden del Mensajero de Allah –paz y bendiciones sobre él; serás englobado entonces en la seguridad de Allah y la bendición de Su Mensajero –paz y bendiciones sobre él. También, pesa con la balanza del Islam tus asuntos privados en este mundo: tu comida, tu bebida, tus vestidos, y la sombra bajo la cual te cobijas. Después procura que tus inclinaciones hacia este mundo estén en la medida de lo que el Islam acepta.
Guárdate de ser injusto. Si Shaitán te empuja al mal e intenta insuflarte alguna injusticia, pregúntate qué comportamiento esperarías de parte de tu gobernante si jamás estuvieras encarcelado, o si hubieras sufrido una injusticia, o aún si hubieras sido vencido por la fuerza, o por fin si fueras víctima de una mentira. Trata entonces a la gente como te gustaría ser tratado. Si actúas así, honrarás a la justicia y a la humanidad como es debido.
Tienes que saber que tu reino y tu Estado sólo son una ínfima parte del Reino de Allah –exaltado sea- y que tú mismo no eres más que una pequeña parte de tu reino. Si te apropias de algo, olvidando a Allah –glorificado sea-, si te comportas como aquel que pretende compartir el Reino de Allah con Él, olvidando los Derechos de Allah y traicionando a Sus criaturas, entonces Él retirará Su ayuda y Su victoria de ti. Y tienes en los que perecieron una lección que aprender.
Y no mires, ¡oh, Emir de los Creyentes! el ejemplo de los amados cercanos a Allah a los que Él alejó de este mundo. Tal fue el caso de ciertos compañeros que la gente contravino y les arrancó las riendas del poder. Allah los atrajo hacia Él y gobernó a la gente mediante sus semejantes. Y cada uno es responsable de sus obras y “tu Señor no comete ninguna injusticia para con nadie”.
¡Oh, Emir de los Creyentes!, de la sombra toma lo que te da sombra, de los vestidos conténtate con lo que te cubre y de la comida quédate con lo que te sacia. De tu fortuna, no posees nada, y “no tienes ninguna parte en el orden establecido por Allah”, ciertamente mi Señor hace lo que quiere.
Qué buen sello entre los sellos de la Voluntad eres. Este sello es fijado sobre las almas de las formas. Allah rechaza gracias a él, establece gracias a él, vincula o separa gracias a él. Si observas la honestidad con Aquel que actúa en el Absoluto velando por los derechos de Su legislación que estableció para Sus siervos, Él te retribuirá y te convertirá en el pivote del Don para ti y tu familia después de ti. Pero si descuidas Su orden y destruyes el abrigo de Sus criaturas, entonces serás de los injustos, “y los injustos no tienen nadie que los socorra”.
¡Oh, Emir de los Creyentes! La gente dotada de un entendimiento sano y buen gusto se reúne en la verdad y se expansiona en la amplitud de la equidad y la beneficencia. Pequeños y grandes, gobernantes y gobernados, hombres libres o esclavos, son hechos iguales en el Islam y cada uno de ellos tiene un rango bien conocido. Las llamas de la discordia no generan rabia entre ellos y no están bajo la empresa de los malos modos. Juzgan por lo que Allah reveló y estarán en la Seguridad de Allah mientras lo hagan. Si recurren al engaño en este juicio, dándole una faceta aparente y ocultando secretamente lo falso, entonces el Juez Equitativo les dirá: “Y aquellos que no juzgan por lo que Allah ha revelado, he aquí los perversos”. Si manifiestan lo falso intentando darle alguna legitimidad jurídica mediante los esfuerzos de sus apoyos en el poder, entonces lo Verdadero –exaltado sea- les dirá: “Y aquellos que no juzgan por lo que Allah ha revelado, he aquí los injustos”. Si manifiestan lo falso y lo apoyan con su opinión, por desprecio de la sabiduría de la Legislación y por orgullo, entonces el Vengador, El Que Fuerza les dirá: “Y aquellos que no juzgan por lo que Allah ha revelado, he aquí los incrédulos”.
¡Oh, Emir de los Creyentes! Los paseos de la obra no se edifican con las manos de la imaginación. Una ciudad sólo se mantiene con una sustancia unificadora que vincula los corazones y expulsa la disputa y la división. Se trata, por Allah, solamente de la Legislación justa y la noble Sunna del Profeta Muhámmad -paz y bendiciones sobre él. En esto está la Orden de Allah, Quien ha dispuesto los caracteres y que conoce lo que los pacifica. Es por esta Ley que el débil encuentra su garantía para pedir sus derechos a su poderoso adversario. Sabes que tu primo, el Imam de los musulmanes, el Emir de los Creyentes, ‘Ali –que Allah honre su cara y lo complazca- transmitió según su primo, el Señor de las Criaturas –paz y bendiciones sobre él-: “No será honrada en absoluto una comunidad en la cual lo debido al débil sea arrancado del fuerte solamente con mucha pena”. Por Allah, tal es la verdad.
Has aprendido, ¡oh, Emir de los Creyentes!, por la vida del ilustre Omar ibn al-Jattâb al-Fârûq –que Allah lo complazca- que no intimidó a los persas, los bizantinos, los magrebíes, los chinos, los indios o los bereberes, desplegando brocados, alfombras de seda, copas rebosantes de joyas, caballos marcados, moradas elevadas, arcos dorados. ¡No! Les intimidó con la justicia pura y redujo al silencio a los más orgullosos de sus hombres con la sabiduría suprema que es la Legislación de tu Profeta, el Señor de los sabios, la Prueba de la gente dotada de sentido común, el Imam de los Profetas, Muhámmad –paz y bendiciones de Allah sobre él.
Y tienes que saber –que Allah vierta sobre tu corazón las nubes benditas de la inspiración y del éxito y que pueda reforzar tu poder gracias a los apoyos piadosos, la gente de sabiduría y del auxilio- que la verdad se aloja en el fuero interno de las gentes de la élite y aquellos del común, y de aquellos que, entre ellos, se conforman y aquellos que manifiestan lo falso. Puede pues que tu esclavo te apoye con su mano y su lengua, porque el reino vuelve a ti, mientras que te reproche secretamente y lleve el mal en su corazón con respecto a ti. Un hombre así no te será favorable, aun cuando lo liberaras y lo nombraras visir, y esto, incluso si fuera más severo que tu. He aquí hay un secreto depositado en la verdad.
Y tienes que saber, señor, que el ejército de los reyes es la justicia, sus guardias son sus obras y los registros de sus estados son los gobernadores que nombran y sus compañeros. Estos registros están entre las manos del pueblo. Reforma pues el registro de tus estados, reafirma a tus guardias y refuerza tu ejército. Te recomiendo la gente sensata y piadosa. Guárdate de la gente de la dureza, de la perfidia y del desvío, porque estos son tus enemigos. Preserva tu autoridad y vela porque no se convierta en un juguete entre las manos de las mujeres, de los jóvenes, y de las gentes desprovistas de dignidad, porque esta es una causa de ruina y declive.
Si experimentas algún sentimiento de amor respecto a una cosa, entonces pesa tu acción con la balanza de la equidad, para no dar preeminencia a aquel que no lo merece ni elevar a aquel que no tiene derecho a ello.
Si experimentas alguna enemistad, entonces acuérdate de Allah y preserva tu carácter de la debilidad de la traición. Tu posición es la de aquel que expande la seguridad. Aquel que la detenta debe estar guiado por la verdad y no por sus intereses.
En la cólera inclínate hacia el perdón. Es mejor equivocarse perdonando que no castigando.
Dirige tu generosidad y tus favores hacia la gente de sabiduría, y aquellos que defienden celosamente al Islam. Escoge entre ellos aquellos que tengan el carácter más noble, la inteligencia más afilada, la palabra y la opinión más concisa, el argumento más convincente, y que son los mejores conocedores de Allah y Su Profeta -paz y las bendiciones sobre él.
Que la gente sea igual ante la puerta de tu justicia, y esto, ya sean piadosos o perversos, creyentes o incrédulos.
Honra la honorabilidad del Islam y de sus adeptos. Cumple con una obra que te de un buen fin en el más allá, cuando comparecerás ante tu Señor. Y es Allah Quien concede el éxito.
Pertenecemos a Allah y a Él volveremos. Y que el Saludo, la Paz, la Misericordia y las Bendiciones de Allah sean sobre usted.
Esta carta del Imam ar-Rifâ’i fue reproducida en varias recopilaciones de su obra, entre las cuales Al-Wasaya, editada por el profesor Salah ‘Azzam en Al-Máktaba s-Sufiyya, y en Al-Maÿalis ar-Rifâ’iyya, editada por Sheij Mahmud as-Samara’i ar-Rifâ’i en As-Sílsila ar-Rifâ’iyya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario